En mi mundo ideal, existiría una regulación
internacional que controle los requerimientos mínimos que deben tener las
autopistas interestatales de todos los países. A los países que no cumpliesen
con estas regulaciones, se les castigaría con graves sanciones, por no
garantizar la seguridad de sus ciudadanos que las transitan
Miami me recibió con los brazos abiertos, buena energía y
el clima que a mí me gusta. Esta ciudad siempre me hace sentir en casa, aunque
nací a unas cuantas millas de distancia. El motivo de mi viaje tenía nombre y
apellido, y me esperaba ansioso en la salida del terminal internacional. Allí
estaba, perfectamente arreglado con una franela de los Gators, el novio más bello del mundo, dándome la bienvenida con una
sonrisa y un abrazo infinito.
Era domingo, 2 de febrero de 2014. Nos dirigimos a su
apartamento en Midtown a recoger las últimas cosas antes de iniciar nuestro 6th Monthversary Roadtrip. Yo había
comprado por internet una maleta de cosas y quería revisar que todo había
llegado bien –además, el regalo de monthversary
de mybaby estaba en una de esas cajas-.
Me sentía plenamente feliz de estar con él. Es un hombre maravilloso,
planificado y entusiasta. Tenía todo listo para mostrarme su mundo y yo estaba
ansiosa por conocer cada detalle.
Tenía casi un mes que no lo veía –a mi me parecía una
eternidad-. En nuestro último encuentro, me propuso viajar a New Orleans en
carro para conocer a su sobrina recién nacida, Lorena Celeste, como regalo por
cumplir 6 meses de novios. Conociéndolo, seguramente tenía ya varios días
dándole vueltas en la cabeza y cuando lo consideró perfectamente viable y
conveniente, puso todo su empeño por organizar lo mejor posible el roadtrip. Tan bello. Acepto chico,
llévame a donde tu quieras, con los ojos cerrados. Y heme aquí.
It´s great to be a Florida Gator
Salimos de Miami al mediodía vía Gainesville, nuestro
primer destino del viaje. Vic hizo un postgrado en Taxes en University of
Florida y quería llevarme para conocer el campus. Llegamos al atardecer. Mi novio me llevó a la primera
casita donde vivió cuando se mudó, dimos una vuelta por la Facultad de Derecho y
luego entramos el Swamp, el estadio
de Football de los Florida Gators.
Gainesville es una ciudad perfecta para el ambiente universitario.
El campus ocupa gran parte de la
ciudad y los locales son, en su mayoría, espacios recreativos para los jóvenes.
Puedo imaginar la locura en la que se deben convertir las calles cuando juegan
los Gators. Mi novio, con la emoción
que evoca la nostalgia, me contaba sobre su año de residencia aquí. Yo lo
escuchaba admirada mientras disfrutaba de una ciudad tranquila, limpia y
organizada.
Esa noche dormimos en casa de sus compadres, Horst y Luisa.
Horst estudió con Vic en su primer postgrado de International Business Law y desde ese entonces son muy unidos. Vic
es padrino del segundo hijo de esta pareja, Santiago, y amablemente nos
prestaron su casa para pasar la noche.
Acurrucados en el sofá-cama, viendo el Super bowl por televisión, solo podía pensar en el liderazgo
tecnológico de la sociedad norteamericana, materializada en la producción de
ese evento. Qué clean el performance de Bruno Mars y qué rápido
desmontaron la tarima. -Qué arrechos son estos gringos vale- enfatizó mi novio
antes de acostarnos a dormir.
Be green, be clean
Él
piensa en todo, definitivamente sí. Después de salir de Gainesville en modo zombie a las 6:00 a.m., Vic se estacionó
en una estación de servicios para buscar el “desayuno”. Me bajé del carro
ansiosa de Muffins con chocolate
caliente, cuando de repente sacó de la maleta el primer jugo del tratamiento Blue Print Cleanse. Este es un programa
de limpieza corporal, donde te alimentas únicamente de seis jugos diarios
durante tres días para remover las impurezas del organismo. Cuando vinimos a
Miami en enero, hicimos el tratamiento por dos días. A pesar de mi hambre insaciable,
no fue tan trágico. Esta vez lo haríamos por un solo día. -Así no tenemos que perder tiempo
parándonos a comer y llegamos más rápido a nuestro destino-, me dijo esbozando
una sonrisa pícara.
Pues bien, comenzó nuestro día de
limpieza y carretera con un jugo verde de pepino, espinaca y jengibre –tengo
que reconocer que de los seis, este es el peor, by far, y lo peor es que se toma dos veces al día-. Como se
imaginarán, manejar en Estados Unidos es una experiencia tan solemne que yo,
que soy una vieja al volante y le tengo pánico a las carreteras, manejé un rato
largo y hasta canté en el proceso. De verdad que es un gusto exquisito ser
chofer en estas autopistas.
A la hora del almuerzo –tocaba el
jugo verde otra vez, damn it-
llegamos a la ciudad de Auburn, en Alabama. Nos bajamos en Auburn University y caminamos por las inmediaciones. En mi opinión,
la ciudad es un tanto aburrida para vivir, pero quizá está bien para la vida
universitaria. Claramente el campus
es hermoso y los estudiantes paseaban felices por los jardines, algunos tocaban
guitarra en las esquinas y otros simplemente caminaban hacia sus clases. Una
tranquilidad idéntica a la de mi país, yeah
sure.
Llegamos a Birmingham, Alabama, a
las 6 p.m. Hicimos check in en el Highland
en una zona llamada Five Points South y
dormimos hasta las 8 p.m. En principio pensábamos salir de noche, pero el frío
nos empujó al resguardo. Pasamos la noche acurrucados viendo Breaking Bad y fuimos plenamente felices
cuando nos tomamos el último jugo del día -Vainilla con néctar de Agave y
canela-, mi favorito.
¿No quieres vivir aquí cuando seamos
viejitos?
Birmingham nos recibió un martes 4 de febrero con 4 grados
centígrados de temperatura. Dios mío, un frío así debería ser ilegal. Pero no
hubo clima que me congelara la felicidad que sentía de cumplir seis meses con
Víctor. Lo desperté como una niña pequeña ansiosa por abrir los regalos de
Santa, y lo único que quería era que él abriera su regalo de monthversary. Le regalé un álbum
bellísimo con las fotos de nuestro trip
al Roraima, donde pasamos su cumpleaños y recibimos el 2014. Él quedó encantado
y yo gratamente complacida, convencida de que iba a llenar nuestra vida con
álbumes de fotos de todos nuestros viajes.
Bajamos a desayunar con ganas de
vengarnos de nuestro día en ayuna pero la comida nos decepcionó. Desayunamos
cereal y frutas –tampoco es buena idea atragantarse después de que llevas un
día alimentándote de líquidos- y salimos a conocer la ciudad. Como buena niña
Mater, había preparado el itinerario para nuestro único día en Birmingham, así
que nos abrigamos bien y comenzamos a turistear.
Nos fuimos caminando hasta el Vulcan
Park pero estaba cerrado, así que continuamos –gracias al Iphone´s Google Maps- hasta el Birmingham Zoo. Paseamos por zonas
residenciales hermosas, llenas de casitas perfectamente arregladas con jardines
otoñales. La tranquilidad era casi perturbadora. -Baby ¿no quisieras vivir aquí
cuando seamos viejitos?- me decía mi novio. -Mira Víctor Badell, esto es bonito
pero tampoco te emociones-. Ese fue el chiste del viaje, creo que aquí moriría
del aburrimiento.
Era martes y el frío estaba violento, así que tuvimos el
zoológico para nosotros solos y nos divertimos un montón viendo los elefantes y
tomándole fotos a los monos. Al
salir de allí caminamos vía un Starbucks –parada obligatoria en cualquier viaje
a los Estados Unidos- y después de sufrir para conseguir un taxi –aparentemente
no se usan mucho en esa ciudad- nos fuimos al hotel a hacer check out.
El hambre apareció repentinamente
así que nos fuimos en carro a un restaurante que nos recomendaron, el Fish Market. Es literalmente un
mercadito donde venden frutos de mar, pero también se puede comer. El dueño del
lugar es griego así que el ambiente es bastante particular y la decoración es
diferente y divertida. Yo pedí una ensalada mediterránea –deliro por el queso
Feta- y mi baby pidió atún con
vegetales. Después de comer pasamos un rato en el McWane Science Center –que es
como un Museo de los Niños primermundista- y gozamos como chiquillos.
A las 5 p.m., después de
persignarnos, tomamos la autopista vía Baton Rouge, Luisiana. El plan era
dormir en un pueblito lo más cerca posible de Gonzales, donde estaba la hermana
de Vic y su sobrina. Y entonces ocurrió lo inesperado. Cuando cayó la noche, un
frente de frío con dirección al este de los Estados Unidos, venía pasando justo
por donde estábamos manejando. Imagínense agua, rayos, truenos y centellas en
una carretera bordeada de pinos. Vic quitó la música para escuchar la radio y
sonaba el pitico de emergencia cuando se va a anunciar una información
importante a los ciudadanos. Aconsejaban resguardarse y no salir a la calle.
Ay mi madre, yo sí estaba asustada.
Me imaginé la vaca de “Tornado”, las palmeras flotando de “Tsunami” y a Jake
Gyllenhaal salvándome “El día después de mañana”. Párate baby, párate please. Nos estacionamos en una bomba de
gasolina y cenamos en Subway mientras esperábamos que se alejara la tormenta. Esa
noche dormimos en un pueblito cercano, McComb, y saldríamos temprano vía
Gonzales al día siguiente. Mis amigos, aquí no habrán huecos en las carreteras
ni alcabalas tracaleras, pero las tormentas son feas y las gandolas gigantes
dan miedo.
La pinti-pinti menor
Nuestro
roadtrip había alcanzado la mitad de
su duración y el miércoles nos recibió frío pero soleado. Tomamos la autopista
vía Gonzales y entramos en el estado de Luisiana. Aunque sean estados fronterizos,
Alabama y Luisiana son muy diferentes. Personalmente sentí Alabama más nacionalista,
más norteamericana. Luisiana tiene ese aroma de huella extranjera, de esas
ciudades que han sido propiedad de muchas culturas y que terminan por ser una
mezcla con lo mejor de cada una.
Llegamos casi al mediodía a conocer
a la sobrina de Víctor, Lorena Celeste. Hacía más de 1 año que yo también había
sido tía, y a mi linda sobrina le inventé el apodo de “Pinti-Pinti”. Pues Lorena
era como mi segunda sobrina y la proclamé “Pinti-Pinti menor”. Llegué con
cámara en mano emocionadísima por hacerle su newborn photoshoot, y además encantada por conocer a mi cuñada, la
famosa Cathy.
Pasamos
la tarde allí y le tomé unas fotos espectaculares. Almorzamos en familia –mi
suegrita Eldita también estaba de visita ayudando a su hija- y la pasamos
increíble. La bebé es un angelito, no lloró ni una vez mientras le tomaba las
fotos y se dejó colocar cintillos y mantas sin la menor preocupación. Es una
santa, la amé. Por aquí comparto con ustedes algunas fotos.
Salimos de Gonzales vía New Orleans
casi al atardecer y después de una hora llegamos al W, un hotel boutique que reservó mi novio súper trendy. Esa noche cenamos lomito suave con puré de vegetales
y cupcake caliente relleno de frutos
rojos como postre. Una vez más el frío hizo de las suyas –ya estaba a 2 grados
centígrados- y preferimos enconcharnos y seguir viendo Breaking Bad. Mañana tendríamos todo el día para conocer New
Orleans –bueno, yo. Mybaby ya había
estado aquí varias veces-
La ciudad del contraste
Amanecimos
agradecidos de estar allí, juntos, celebrando 6 meses de amor, en ese hotel
espectacular. Bajamos a desayunar y nos engullimos unas banana pancakes deliciosas. Franela manga larga, sweater, abrigo y
bufanda. Parecía una hallaca de dos sabores e igual tenía frío. Mandé a callar
a mi termostato siempre necio y salimos a la calle a conocer sus encantos.
New Orleans se consagró como una de
mis ciudades favoritas de los Estados Unidos. Tiene una personalidad tan fuerte
que es difícil compararla con cualquier otra ciudad norteamericana. Es notoria
la influencia africana, latina, inglesa y hasta francesa, y sus calles
materializan este contraste. En esta época ya se estaban preparando para la
fiesta del Mardi Gras, así que los balcones ya estaban decorados en tonos de
verde y violeta.
Comenzamos caminando por el French Quarter. Íbamos vía al French Market cuando nos sorprendió el
granizo y nos resguardamos en una tienda de souvenirs,
donde aproveché y compré el imán de la nevera que colecciona mi mamá. El frío
era tal, que tuvimos que comprar guantes y orejeras. Caminamos por Canal Street, una calle llena de
comercios muy linda para visitar, y allí conseguimos el cargador de mi cámara
–bien bonito Cristina, mucha cámara pero olvidando el cargador-. Decidimos
entrar al Audobon Aquarium of the
Americas para resguardarnos del
frío. El acuario es bonito, súper bien hecho –como todo lo gringo- pero tampoco
es breathtaking. Allí vimos una
película en Imax sobre los tiburones y descansamos del frío, que estaba fastidioso.
Salimos de allí con ganas de
almorzar y mi novio me llevó a un restaurante local muy conocido por ofrecer
comida típica de NO, Mothers. Allí
comí por primera vez un Gumbo Soup
(caldo de arroz con mariscos) y un Po´Boy
(sándwich de camarones con salsa tártara). Pensé en Sascha Fitness y le pedí
perdón desde mis adentros, mientras disfrutaba bajo la tormenta del
remordimiento. Barriguita llena, corazón contento.
Después de Mothers entramos al casino y perdimos 10$ jugando en las maquinitas
de tercera edad. Seguimos caminando, resguardándonos de vez en cuando en
centros comerciales, y llegamos al famoso Café
Dumont, donde ordenamos las conocidas Beignettes
con chocolate caliente –y no voy a exagerar al decirles que este ha sido el
mejor chocolate que me he tomado en mis 25 años-. Este lugar es un must. Siempre está lleno pero el
ambiente es chévere y las Beignettes, impecables.
Continuamos caminando por el French Quarter, que es un entramado de
callecitas con casas y balcones muy coloridos y particulares, donde el mayor
atractivo es caminar y observar. Por casualidad caímos en el parque Armstrong, donde se le rinde homenaje a
la herencia del jazz en la ciudad. Muy lindo. Cuando cayó la noche, entramos en
el famoso Pat O´Brien´s, un piano Bar en Bourbon Street.
Pat O´Brien´s fue el momento más
mágico de nuestro viaje. Tomados de la mano, estuvimos 2 horas escuchando covers en piano, mientras nos tomábamos
el famoso trago Hurricane, que como
dice mi prima Gaby, es un “Cool-aid divertido”. En una servilleta les pedimos que
tocaran nuestra canción, Fast Car de Tracy Chapman, y también nos complacieron
con I wanna hold your hand y Sweet Home Alabama.
Salí del piano bar un poco entonada pero
disfrutaba la sensación. El frío nos empujó al primer restaurante que
encontramos y allí cenamos una hamburguesa con papas fritas. Volví a pensar en
Sascha Fitness y me reí en mis adentros mientras mordía con lentitud. La gracia
terminó siendo una bomba de tiempo y caí en el hotel como una piedra. Estaba
tan llena que no pude levantarme para salir a escuchar a un grupo de jazz.
Tendré que volver a ir, qué tragedia vale.
El regreso
El viernes 7 nos despertamos tarde.
A pesar de sentir la llenura por la cena del día anterior, no pudimos resistir
la tentación de volver a desayunar banana
pancakes. Fue una mala idea, al menos para mí. Llevaba dos días sin poder
ir al baño y esto era un obstáculo más para salir de mi estreñimiento Empecé a
tener alucinaciones con Sascha Fitness diciéndome “te lo mereces jo-jo-jo-jo”.
Mybaby
siempre preocupado por mi bienestar, me llevó a una tienda tipo GNC y me compró
tres tipos de fibra para regular mi trabajo intestinal –qué técnica, chica-.
Nuestro recorrido por la ciudad del Mardi Gras terminó en Magazine Street
comprando Senna Leaf bags y nuevamente, después de santiguarnos, tomamos
autopista rumbo Tallahassee, donde pasaríamos la noche.
El sábado 8 nos despertamos tarde y manejamos hacia
Orlando, donde nos encontraríamos para almorzar con mis primos Yepez Mathison.
Comimos en el Fridays del Millenia Mall y allí aproveché para comprar los
últimos encargos. Me hizo muy feliz verlos y encontrarlos bien, lo que de
verdad lamento es que el actual gobierno de mi país no permita que las familias
permanezcan unidas. Supongo que es una realidad con la que esta generación de
venezolanos tendremos que aprender a vivir.
Pasamos nuestra última noche en Miami, recordando las
anécdotas del viaje y prometiéndonos uno igual o mejor muy pronto. Una vez más
descubrí lo maravillosa que es la convivencia con Victor, lo mucho que nos
entendemos y la fuerza que tenemos para crear cosas juntos. Que vida el amor
viajando, ¡salud!
“It's time to leave this town
It's time to steal away
Let's go get lost
Anywhere in the U.S.A”
Red Hot Chili Peppers, Road Trippin