En mi mundo ideal las pedidas de mano fueran
como las de Víctor y los humanos fueran tan amables como los peruanos. Punto.
Intentaré ser breve, aunque lo dudo. Este ha sido, by far, el mejor viaje de mi vida.
Encontré al hombre de mis sueños y me pidió llevar su apellido por el resto de mi
existencia. Además lo hizo tan glamorosamente bien que debería asesorar a
novios poco creativos en esta área. En fin, como en otras oportunidades, les
narraré la bitácora de nuestro viaje al territorio Inca. Si quieren ir directo
al grano, bajen directo a “Sí quiero ser la Sra. Badell”. Si no, concéntrense
aquí que el cuento es bueno.
Nos vamos a Perú mybaby
El viernes 11 de abril, después de
11 horas de retraso por una aerolínea venezolana que no voy a nombrar pero que
es maracucha, sus colores corporativos son rojo y negro y comienza por S y termina
por A, llegué a Miami a las 11 p.m. sin nada que leer (me leí el libro completo
que me había llevado para todo el viaje). Mi novio hermoso y elegante me
esperaba en la salida de los desafortunados venezolanos, me abrazó con ternura
y me dijo que estaba flaca. Punto positivo Víctor Badell, llevo tres semanas
sin comer dulce, papa ni pasta, gracias por notarlo.
Al día siguiente desayunamos en un
local cerca del apartamento de Vic. Para ese entonces yo seguía estricta con mi dieta –ya verán que después había olvidado el asunto- y pedí claras de huevo
con espinaca y jugo de naranja natural. Hicimos unas diligencias en Best Buy y
a las 2:30 p.m. corrimos al aeropuerto. El vuelo salió a las 4:30 p.m. vía
Lima.
Después de dos capítulos de Breaking
Bad y tres horas de mal-dormir, llegamos a Lima a las 9:30 p.m. y pedimos un
taxi hasta el Novotel. Como todos los hoteles que selecciona mi novio, este era
de un gusto exquisito. Le pedimos al taxista, el Sr. Raúl, que nos buscara al
día siguiente para conocer Lima (sólo estaríamos medio día).
Esa noche cenamos en un restaurante
delicioso, “Las brujas de Cachiche”. Yo seguía en modo dieta y pedí un chupe de
camarones. Vic pidió un arroz de camarones que vi de reojo pero logré
contenerme de probar. La atención fue maravillosa, los mesoneros te explicaban
cómo estaba hecho el plato, cuales eran los ingredientes y hasta hacían gestos
con las manos de cómo los preparaban en la cocina. Al parecer el dueño los
reunía todos los domingos y les explicaba con detalle la elaboración de cada
plato. Bravo. Aquí entendimos que nos arruinaríamos dando propinas. Los
peruanos son demasiado amables.
La ciudad del marrón y la calima – domingo
13/4/2014
La nutricionista me había dicho que
comiera frutas a media mañana, ni antes ni después. Aquí tuve mi primera caída.
El buffet de frutas era too much,
además había cantidades industriales de melón verde y de casualidad no me llevé
el bowl a la mesa. Comenzaba mi viaje
y prometí cuidarme pero no ser tan estricta.
El Sr. Raúl nos esperaba afuera a
las 8 a.m. puntual, como prometió. Como el plan no era visitar Lima, por
primera vez yo ni siquiera busqué información de la ciudad. Así que nos
encomendamos al taxista: usted llévenos a lo más bonito, por favor. Y así fue.
Comenzamos en la Basílica de San
Francisco. Era domingo 13 de abril, domingo de ramos, y el recinto estaba
bastante copado. Muchísima gente afuera vendiendo palmas y una gran cantidad de
devotos escuchaban misa. La Basílica muy bonita, de estilo colonial.
Aprovechamos para visitar el museo de la Orden de San Francisco que está justo
al lado. Quedamos gratamente sorprendidos por la arquitectura, y sobretodo, por
la pasión que le imprimió el guía a cada parte de su narración. Es lindo ver
que un país hermano le invierta tanto cariño al turista.
Domingo de Ramos, Basílica de San Francisco |
Domingo de Ramos, Basílica de San Francisco |
Domingo de Ramos, Basílica de San Francisco |
De allí, Raúl nos llevó a la famosa
Plaza de Armas. Nuevamente predominaba el estilo colonial. Me recordó a la
plaza O´Leary en Caracas, sólo que mejor cuidada. Estaba muy movida porque allí
se encuentra la Catedral principal y estaba repleta de creyentes. El sol
comenzó a apretar. Nuestro guía nos sugirió subir al cerro San Cristóbal, una
montaña desde donde se puede apreciar toda la ciudad. Bueno, vamos a darle play.
Plaza de Armas, Lima |
Plaza de Armas, Lima |
La experiencia fue muy divertida.
Nos montamos en un autobús público con limeños de pura sepa. La subida del
cerro atravesaba un barrio y las curvas eran dignas de un conductor
experimentado. Nos reímos todo el camino. Lo que nos decepcionó fue la vista.
Desde allí, Lima lucía como una ciudad triste, marrón y tapada por calima. No
me gustó. Igualmente encendimos nuestra vela – al parecer era un ritual típico
que se hace siempre allí – y pedí por nuestro amor. No sabía que dos días
después pedirían mi mano.
Vista de Lima, Cerro San Cristóbal |
Nuestro amable chofer Raúl, y yo |
Bajamos del cerro y le pedimos al
Sr. Raúl que nos llevara al Hotel a hacer el check out y luego a almorzar a un restaurante que nos habían
recomendado mucho: Pescados Capitales. Todo del lugar - el concepto, la
estructura, la comida- era digno de
premio Nobel. Yo pedí un “Ceviche 3x3” – 3 tipos de cebolla, 3 tipos de pescado
y 3 tipos de ají – acompañado de choclo (maíz blanco) y batata. Mi novio ordenó
una Causa con camarones –la causa tiene papa, gracias, no la pude ni probar – y
luego un ceviche de atún estelar. Salimos contentos. El Sr. Raúl nos llevó al
aeropuerto y le dejamos su buena propina por ser tan simpático y querer tanto a
su país. Nuestro vuelo a la capital del Imperio Inca despegó puntual, a las
4:00 p.m.
Choclitos |
Ceviche 3x3, con choclo y batata |
Causa de camarones |
Ceviche de atún |
El ombligo del mundo
El
Cusco nos recibió al atardecer, con 3.399 m.s.n.m, 15 grados centígrados y su
gente amable. Gracias a Dios no sentimos el famoso “mal de altura”. Llegamos al
hotel Sonesta al anochecer y decidimos no salir a conocer. Pedimos servicio a
la habitación. Muy juiciosa pedí una sopita de quínoa con pollo y no me comí el
pan que traía. Nos acordamos de los Bonis imaginándonos a Agustín pidiendo un
Toddy con Yogurt a las 2:00 a.m. a la habitación y reímos sin parar. Cargamos
todas las cámaras, sacamos nuestra ropa deportiva y nos reportamos con la
familia en Venezuela. Al día siguiente tomaríamos un tren al Machu Picchu.
“Sí
quiero ser la Sra. Badell”- lunes 14/4/2014
Aguanten. Este día yo no tenía ni la
remota idea de que me pedirían la mano. Mi novio es el ser más planificado que
conozco, no da ni medio paso en falso. Siempre pensé que me lo preguntaría
indirectamente ocho veces antes de lanzar el anillo. En el fondo él sabía que
no le diría que no, pero en mi mente el diamante llegaba en agosto, por ahí,
cuando cumpliéramos un año. Anyways, yo
vine a este viaje porque él me invitó por mi cumpleaños y no tenía ni idea de
los planes. Él me dijo que todo era sorpresa y yo fui un big “Yes Sir” todo el trayecto.
Madrugamos porque el tren que sale
del Cusco al pueblo de Aguas Calientes –desde donde se sube al Machu Picchu- partía
a las 6:30 a.m. Una vez más el desayuno fue estelar y me porté mal porque comí
avena con cereal (cuando se hierve la avena, pierde sus propiedades y se
convierte en almidón, es decir, me comí una taza de azúcar). Caminamos dos
cuadras hasta la estación y nos montamos en un autobús que nos llevaría hasta
la estación de Ollantaytambo. Lamentablemente parte del trayecto estaba en
mantenimiento así que no hicimos toda la ruta en tren.
Tardamos alrededor de dos horas en
llegar a la estación y aquí me emocioné al ver al tren, el famoso Perurail. Es
un tren súper moderno, con vidrio en el techo para apreciar las montañas
andinas, y además está súper cuidado. No sobraba ni un puesto, todas las
cabinas estaban repletas. Vic me cuenta que tuvimos suerte, es bien complicado
conseguir cupo para semana santa.
Estación de Ollantaytambo, vía Aguas Calientes |
Estación de Ollantaytambo, vía Aguas Calientes |
En el camino disfrutamos en
intervalos viendo el paisaje y Breaking Bad. Llegamos a Aguas Calientes a las
10:00 a.m. y un botones del hotel nos estaba esperando para recoger nuestras
maletas. Aquí me lleve mi primera sorpresa: ¿no vamos a subir el Machu Picchu
hoy mismo? A todas las personas que les había preguntado, hacían la ruta
completa el mismo día:
Cusco (6:00am) -Aguas Calientes (9:30 am) -Machu Picchu
(10:00 am a 2 pm) –Aguas Calientes (3 pm) – Cusco (6:30 am)
Víctor
decidió que eso era mucho trajín y que era mejor pasar la noche allí e ir el
martes.
Llegamos al hotel más espectacular
en el que he estado en mi vida, el Inkaterra. Imagínense muchas cabañitas
inmersas en la selva, en un contacto pasivo no invasivo con la naturaleza, con
el aroma de la pureza de la montaña, caminerías de piedra y materiales de
construcción naturales –piedra y madera-. Es un espacio hermosamente ecológico,
donde todos los procesos son evaluados en base al impacto que generan en la
Pachamama, la madre tierra.
Estación Aguas Calientes |
Restaurante del hotel Inkaterra |
Instalaciones Inkaterra |
Nuestra casita en el Inkaterra |
Yo ya iba boquiabierta y en el Lobby
terminé de morir de la emoción. Todo era demasiado acogedor. Los muebles eran
exquisitos, adornados con cojines de tejidos típicos peruanos, habían chimeneas
en cada esquina –perfecto, yo soy friolentísima- y la atención, como siempre,
era incomparable. Aquí empezó el misterio cuando Víctor le dijo unas palabras
en voz baja a la chica de recepción. Yo me hice la loca y me imaginé una cena
romántica para más tarde, no más.
Lobby Inkaterra |
Lobby 2 Inkaterra |
Caminamos por el pueblito de Aguas
Calientes, que es como el Hatillo, con muchos restaurantes, posadas y puesticos
artesanales. Almorzamos en un restaurante cerca y yo pedí trucha –que en estas
tierras es anaranjada como el salmón-y mybaby
probó la Alpaca. Allí escuchamos música peruana en vivo y le compramos un
CD a Eldita, mi suegrita.
Aguas Calientes |
Aguas Calientes |
Mercado artesanal de Aguas Calientes |
Mercado artesanal de Aguas Calientes |
Regresamos al hotel a las 3:00 p.m.,
y nos dieron nuestra habitación. Una vez más me quedé perpleja con tantos
detalles. Frutos secos y Pizco (bebida típica peruana) cortesía de la casa.
Bata y pantuflas prácticamente a nuestras medidas. Estuches y chocolates.
Basta, no merezco tanto –reía por dentro-. El cuarto además tenía una vista
espectacular al río, contaba con chimenea y en la cama creo que podían dormir 4
personas cómodas. Era enorme.
Descansamos un rato y a las 4:00 p.m. teníamos una
actividad sorpresa. Era un ritual inca a la Pachamama. Yo no sabía nada, Victor
lo planificó con el hotel y fue muy hermoso y especial. La ceremonia fue
precedida por un chamán Inca en idioma Quechua y contábamos con un traductor,
William. Básicamente se trataba de darle las gracias a la madre tierra por todo
lo otorgado, colocando semillas y alimentos en un regalo y luego quemarlo (De esto no tengo fotos porque nos quedamos sin pila. Muy mal, pau pau)
Los antiguos incas creían que las cenizas alimentaban a los
Apus –las montañas- y le daba a la tierra fertilidad por un año más. Esta ceremonia
de agradecimiento se hacía durante el Inti Raymi, la fiesta del sol, en el
solsticio de invierno. En este ritual nosotros pedimos seis deseos, pegando
cebo (grasa) de alpaca en hojas de coca. Solo se puede pedir salud, felicidad y
trabajo –nos decía William- lo demás lo hace uno.
Más enamorada que nunca por compartir esos momentos tan
especiales con mi novio, nos pusimos los trajes de baño y fuimos a bañarnos a
unas aguas termales dentro del hotel. Me sentía como María la del Barrio ante
tanto lujo. Todo era perfecto. Hacía frío así que prácticamente nos lanzamos de
clavado en ese jacuzzi. Allí hablamos de la vida, del futuro, del país, pero
nada de matrimonio, anillos, ni esas cosas.
Ojo, siempre he soñado con casarme, tener a mi lado un
hombre bueno y trabajador y formar una familia sana y honesta para la sociedad,
pero tampoco soy Susanita. Este año la pandemia del matrimonio me ha contagiado
por todos lados: amigas de la universidad y del colegio ya tenían el dedo
anular izquierdo ocupado. Pero, ¿qué es esto? De todas formas, me molestan las
mujeres que no pueden ver a un hombre porque ya se quieren casar. Yo no soy
así, mi oportunidad llegaría en el momento ideal, sin presiones y sin
angustias. Así fue.
Regresamos a la habitación y nos cambiamos para cenar. Si
la cocina de este hotel no tiene estrellas Michellin, es porque no están
preparados para tanta perfección. Aquí trabajan con menú dirigido: varias
opciones de entrada, otras de plato principal y algunas de postre. Auxilio todo
era delicioso, no sabía que elegir.
Ese día tuve remordimiento con Sascha Fitness pero no me
importó y pedí comida de gordita. El postre fue un Sunday de chocolate con helado de vainilla y brownie, con almendras fileteadas. Sin palabras. Pasamos una velada
increíble, divina, pero yo no tenía ni la menor sospecha.
Llegamos a nuestra casita y yo me “empijamé” –con mi pijama
más horrenda, vale acotar-. Vi a Víctor sufriendo por prender la chimenea pero
para mí no representaba ninguna sospecha porque yo siempre me muero de frío y
él es muy complaciente. Luego escuché que puso música pero no era algo fuera de
lo común y yo seguía chismeando en Facebook –con la pijama horrenda y un moño
desordenado-. Posteriormente dio como cuatro vueltas alrededor de la habitación
y yo lo miraba de reojo sin entender. Todavía no sospechaba nada cuando me
dijo: baby, te tengo un regalito.
¿Otro regalo?, baby
¿más regalos? Después de ese viaje, me dio pena no tener nada para él. Cuando
de repente sacó una cajita cuadrada, pequeña, envuelta elegantemente con una
cinta marrón. Ay papá, aquí fue. A partir de allí todo fue surreal. Lo juro, el
mundo daba vueltas. Todo pasó en 0,5 segundos. Sólo recuerdo que se arrodilló, abrió
la cajita y me dijo que yo era todo lo él buscaba en una mujer, me hizo la
aclamada pregunta y después de abalanzarme encima, le dije: ¿cómo te voy a
decir que no? ¡Claro que quiero casarme contigo!
La petición fue a las 11:50 de la noche –en pleno eclipse
lunar- y a esa hora claramente no iba a avisarle a nadie. La pregunta técnica after the proposal: ¿quién más sabe?. Me
impresioné al escuchar su respuesta: ya le pedí la mano a tu papá. WTF? ¿Al Coronel Moncho? Wow, te
destacas Víctor Badell. Además habían hecho un pacto de caballeros y acordaron
que ninguno diría nada. Mi papá cumplió su palabra y se mantuvo como una tumba
–bueno, igual él no habla-. Como toda fiancé
primeriza, esa noche no pude dormir haciendo mil planes en la cabeza. Qué feliz
estaba.
La
ciudadela Inca –martes 15/4/2014
Logré conciliar el sueño solo tres
horas antes de que sonara la alarma. Teníamos que volver a madrugar para
aprovechar el día en el Machu Picchu. Desayunamos y tomamos un bus que subía a
la ciudadela. En la cola para montarnos, un muchacho simpático y bajito –como
todos los peruanos- se ofreció a ser nuestro guía durante tres horas.
Aceptamos, nos encanta conocer todo lo que visitamos a detalle. Después de 20
minutos y muchas curvas, llegamos al famoso Machu Picchu.
La ciudadela, Machu Picchu |
La ciudadela, Machu Picchu |
Lo primero que uno piensa cuando te
enfrentas a esas edificaciones de piedras es: ¿cómo demonios construyeron esto
acá arriba? ¿cómo cargaban esas piedras? Todo es fascinante. Manuel, nuestro
guía, nos contaba con pasión cada detalle de la cultura quechua, de los incas,
de su sistema político, de la agricultura, y aprovechando nuestro reciente
compromiso, hasta nos explicó cómo se casaban los incas. Me encantó sentir cómo
transmitía su cariño por sus ancestros y cuánto le interesaba que
aprendiéramos. Más que el pago, su objetivo era que saliéramos satisfechos.
Atentos a la explicación con nuestro fabuloso guía Manuel |
Caminamos por todo el espacio y como
yo estaba ansiosa de tomarme mil fotos con el anillo, Manuel se ofreció a ser
nuestro camarógrafo. Y así estuvimos un buen rato, foto por aquí, foto por allá.
Después de tres horas de historia
–súper interesante, por cierto- comenzamos una excursión a la montaña como tal,
al Machu Picchu. Permiten subir hasta las 11 a.m. porque supuestamente eran dos
horas subiendo. Los powerbabies nos
dispusimos a iniciar nuestra aventura y después de 45 minutos caminando, en una
subida que no nos pareció nada complicada, llegamos a la cima. Pero, yava, ¿no
nos habían dicho que eran dos horas en subida? Pues nos habíamos metido por
otro camino y llegamos a la puerta del sol. Fuck.
Perdimos la entrada a la montaña, porque ya eran las 12:00 p.m. y además le
habían cobrado a Víctor un dineral. Qué mala suerte.
Desde allá arriba, con vista a la
ciudadela, decidimos no perder la oportunidad de escribir nuestros votos.
Víctor me prometió que al día siguiente haríamos una ceremonia de matrimonio
inca –ya lo tenía todo fríamente calculado también- y debíamos decir nuestros
votos. Así que con toda esa energía, escribimos nuestros deseos de amor -en mi celular-, y
bajamos agarraditos de mano, haciendo planes para la boda.
A las 3:00 p.m. bajamos a Aguas
Calientes. Nos habían recomendado almorzar en un restaurante que se llamaba “El
indio feliz”. Fue la mejor elección. Yo pedí de entrada bolitas de aguacate con
lechosa y aceite de oliva, y de primer plato pasta con salsa de tomate
natural. Víctor pidió comida de gordito y un jugo de mango que venía en jarra
–en serio-. Aquí me desesperé porque había wifi
y quería avisar que nos íbamos a casar, pero no podía aún.
Restaurante El Indio Feliz |
La primera en enterarse debía ser mi mamá, por supuesto,
pero esa noticia no podía dársela por Whatsapp.
Así que llegamos a nuestra cabañita, agarramos la laptop y nos fuimos al lobby donde se suponía que había la
mejor señal de internet. Intentamos llamar a mi mamá cinco veces por Skype y la
conexión se caía. Qué desesperación. Al final tuvimos que decirle que nos
llamara a la habitación.
Mamá, we are getting married. ¿Qué? Hija, qué emoción, estoy llorando. Sí
mami, me pidió la mano ayer, mi papá ya sabía. ¿Cómo? Monchoooooooo ¿tú sabías?
Cristina, tu papá no me quiere contar nada. Moncho, siéntate y cuéntame. Ya va,
¿qué es esto? Ay, hija, qué emoción. Sí mami estamos muy felices. Ay hijita
Dios los bendiga. Víctor, bienvenido a la familia.
Después de notificar a la mujer más
importante, procedí a avisar los 28 grupos que tengo en Whatsapp: los primos, las amigas del colegio, las amigas de la
universidad, el cortejo de no sé quien, los amigos de baile, etc., etc., etc.
Todo el mundo estaba contento. Yo sabía marisca. Eso se veía venir. Qué bello
Víctor. ¿En el Machu Picchu? Mijaaaaa. Mi celular hasta se trancó de tanto
mensaje. Qué lindo es sentir la buena energía de la gente.
Esa noche, después de una caminata
nocturna por las instalaciones del hotel, me volví a portar mal con la comida
porque sí chico, porque me comprometí, no me importa, dame Champagne, vino, pan
con mantequilla y postre. No me importa nada, me caso, estoy feliz, quiero
comer, comer me hace feliz. Como decían los antiguos peruanos: “Déjame comer y
pensaré”. Obviamente luego me arrepentí pero estaba muy feliz como para que me
durara.
El mejor Sunday que me he comido en mi vida (el vaso está bañado en chocolate) |
Contigo,
a donde sea
Amanecimos felices. No sé si esta etapa es breve o dura
para siempre, pero yo me la estaba gozando. Desayunamos delicioso y a las 9:00
a.m. nos fuimos con un guía del hotel a conocer un conservatorio de osos que
tienen dentro de las instalaciones. El proyecto es muy bonito y nuevamente el
guía nos sorprendió con el cariño que le imprimía a sus explicaciones. Al
terminar la visita, nos regalaron unos certificados por colaborar con la
fundación. Estos peruanos son unos verdugos.
Después de conocer a los osos y
tomarles 78 fotos, nos fuimos caminando a unas cataratas que nos habían
recomendado, las cataratas de Mandor. Nos dijeron que siguiéramos las vías del
tren y que llegaríamos en hora y media. Sin mapa ni celular emprendimos la
aventura, pero yo estaba tranquila. Contigo Víctor, voy a donde sea.
Al fondo, las cataratas de Mandor |
Es muy lindo tener estos espacios
para compartir, en contacto con la naturaleza. Hablamos de todo, de cómo mi
suegrito Iván le decía siempre a Victor que en Venezuela lo que hacía falta era
una línea férrea, porque en las estaciones se desarrollarían las ciudades. Los
peruanos, sin duda, nos llevan décadas de desarrollo. Las cataratas eran
bonitas, pero no le llegaban ni a los talones a las de mi linda sabana. El
regreso fue trotando y caminando –los power
babies siempre haciendo ejercicio- y en Aguas Calientes almorzamos en un
restaurante en plena plaza.
Llegamos al hotel a las 3:00 p.m. y
una hora después teníamos nuestro matrimonio inca, ante la Pachamama. Nos
pusimos nuestro mejor atuendo –yo, un sweater
de alpaca que compró mi mamá en Perú cuando vino hacía 8 años; él, una franela
de la Vinotinto-, yo decidí no maquillarme ni secarme el cabello, para estar lo
más natural posible, y tomados de la mano salimos al encuentro de nuestro
chamán.
Los guías del hotel amablemente me
obsequiaron un bouquet de hortensias
espectacular. Muy apropiado. Caminamos selva adentro hasta llegar al lugar de
la ceremonia, donde todo estaba dispuesto en la tierra para comenzar el ritual.
El cielo asomó lluvia pero nunca se concretó. La conexión con el chamán
nuevamente fue increíble. Mi anillo permaneció toda la ceremonia sobre tres
hojas de coca y agradecimos nuevamente a los Apus y a la tierra, lanzando vino a los árboles. Dos guías
amabilísimos tomaron el rol de ser nuestros camarógrafos, y aquí les dejo parte
de la experiencia en imágenes.
Nuestro maravilloso camarógrafo, Vigner |
Los novios |
Mi bouquet de hortensias |
El chamán, su asistente, y los recién casados |
Los powerbabies con Vigner |
Los powerbabies con William (fotógrafo y traductor) |
Sea
usted servido –jueves 16/4
Ese día nos despertamos
tranquilos, desayunamos relajados e hicimos el check out. Desde el momento que pisamos el Inkaterra hasta que nos
despedimos, el servicio fue merecedor de Oscar. En la mañana nos fuimos a
caminar por el mercadito artesanal y compramos todos los regalitos pendientes.
Estampados peruanos |
Estampados peruanos |
Mercado artesanal Aguas Calientes |
Mercado artesanal Aguas Calientes |
Mercado artesanal Aguas Calientes |
Volvimos a almorzar en el “Indio
Feliz” y esperamos a las 3:00 p.m. para caminar hasta la estación de tren. Allí
nos estaban esperando dos botones del hotel con nuestras maletas. Muchas
gracias. Sea usted servido Señor. Ay no, ¿no se quieren venir para Caracas a
trabajar? ¿con esposas e hijos incluidos? Qué serviciales por Dios.
Después de cuatro horas de trayecto,
llegamos al Cusco a las 7:00 p.m. Un taxista llamado David, el señor más cuchi
y tierno que he conocido en mi vida, nos llevó a nuestro último hotel del
viaje: Casa Andina Premier Collection. Una vez más, quede sorprendida con el
hotel, súper colonial.
Le pedimos a David que nos buscara a
las 8:00 p.m. porque teníamos reservación para comer en el restaurante Greens
Organic (según Trip Advisor, el segundo mejor del Cusco). Después de dar
vueltas buscándolo, lo encontramos, pero nos equivocamos y comimos en el local
de abajo. A mi me pareció extraño, porque yo había leído que la comida era
vegetariana y donde comimos servían sendos lomos de carne. Ya pagando la cuenta,
leí en la camisa del mesero “Inkanto” y nos desarmamos de la risa porque
habíamos jurado que estábamos comiendo donde reservamos. Igual comimos
delicioso.
La
civilización del desarrollo –viernes 17/4
Me habían comentado, que si alguna
vez visitaba el Cusco, no podía dejar de ir a las ruinas arqueológicas a las
afueras de la ciudad. Mi novio, siempre complaciente, contrató un taxi para que
nos llevara de paseo todo el día a estas famosas ruinas y por pura casualidad,
el chofer terminó siendo David, el señor cuchi del día anterior. Para esta
travesía nos acompañó Darwin, un guía que nos explicaba toda la historia y
datos curiosos de los pueblos que recorríamos.
La visita se concentró en tres
pueblos. El primero de ellos fue Chinchero, un poblado artesanal. Aquí nos
llevaron a un taller textil que trabajan con cabello de llama y alpaca. Aquí
trabajan mujeres que con su atuendo típico y mucho esfuerzo, crean piezas
textiles muy hermosas con técnicas rudimentarias. Las muchachas se tomaban el
tiempo de explicarte cada parte del proceso, cómo usan ingredientes naturales
para teñir y luego cómo es el proceso de bordado. ¿Cómo no colaborar con ellas?
Compramos una bandana y unos títeres para mi ahijada, Sabri del amor.
Niño en taller Chinchero |
Cabello de Alpaca |
Tintes naturales |
Proceso de bordado textil |
De allí llegamos al segundo pueblo,
Ollantaytambo. Aquí visitamos una ruina de un espacio destinado por los incas
para el cultivo de flores exóticas. Nuevamente quedamos impresionados por las
habilidades arquitectónicas de esta civilización. Recorrimos cada rincón, el
guía nos explicaba con entusiasmo todo sobre el traslado de piedras pesadas y
Vic y yo estábamos contentos de aprender tanto. Almorzamos en un restaurante
tipo buffet cerca del poblado y nos dirigimos al tercer destino: Pisaq.
Ollantaytambo |
Ollantaytambo |
Ollantaytambo |
Ollantaytambo |
Ollantaytambo |
Pisaq fue sin duda el lugar más
impresionante. El espacio para las terrazas de cultivo era abrumador. Además,
aquí está el cementerio inca más grande –ya todo saqueado, obviamente-. Aquí el
frío hizo de las suyas y yo me preguntaba cómo hacían los incas para protegerse
del viento en estas montañas. Las hipótesis son múltiples, pero según Darwin se
protegían con lanas y las pieles de sus animales.
Frío en Pisaq |
Terrenos de cultivo agrícola Pisaq |
Antes de regresar, le pedimos a
David que nos llevara a un zoológico de contacto. Tenía la inquietud infantil
de ver a las famosas llamas y alpacas en persona y darles de comer. Llegamos y
me emocioné al recordar la película de Disney, “El último emperador”, pero
resulté ser una chorreada para darles comida. Igual lo hice, pero de lejitos.
Mi novio tuvo más éxito en esta misión.
Llama peruana |
Llama peruana |
Alimentando llamas, asustada |
Alpacas peruanas |
Alimentando alpacas, con miedito |
De regreso al Cusco pasamos sobre el
famoso Saqsayuaman pero no nos bajamos a conocerlo. Llegamos al hotel a las
6:30 p.m. y nuevamente le pedimos a David que nos buscara a las 8:00 a.m. para
ir a cenar. Habíamos reservado en un restaurante de comida fusión peruana-francesa,
Le Soleil. Fue un éxito, la comida deliciosa y nos atendió el mismo dueño.
Recomendadísimo.
En
busca de los toritos- sábado 18/4
Los antiguos peruanos, creían que los toros le daban
protección al hogar. En la gran mayoría de casitas de los Andes, los tejados
tienen dos toros, del mismo color, representando la unión y el bienestar para
sus moradores. Son los famosos toritos de Pucará. Esta creencia nos pareció muy
bonita, y decidimos llevarles un par de toritos a cada pareja que consideramos
fundamental en el desarrollo de nuestra relación: los bonis y los compadres.
En nuestro último día en el ombligo
del mundo, desayunamos tranquilos, hicimos el check out y nos fuimos a conocer el Coricancha. Una guía nos
ofreció el tour de una hora y siempre
sedientos por aprender contratamos sus servicios. Después quisimos entrar a la
catedral del Cusco pero nos pareció muy costosa la entrada así que abortamos la
misión, caminamos por la Plaza de Armas y caminamos hasta el mercado San Pedro,
donde nos habían dicho que conseguiríamos nuestros toritos de Pucará.
Patio interior, Coricancha, Cusco |
Jardines Coricancha, Cusco |
Catedral Cusco |
Sinceramente el mercado es
espantoso, había demasiada gente y huele muy mal. Lo recorrimos completo y no
conseguimos dar con unos toritos que nos encantaran. Pero un poco más adelante,
dimos con los más hermosos. La dueña de la tienda era una chica muy trabajadora
y extrovertida que nos explicó todo sobre esta creencia. Además los colores de
los toritos eran hermosos y los compramos todos. Salimos felices.
Nuestra última comida en el Cusco la
hicimos en un restaurante de guisos llamado Inkazuela. Justamente los dueños
son venezolanos. Las sopas estuvieron divinas y allí recibimos la noticia que
otra gran amiga, Moralita, se había comprometido. Qué emoción.
Nos despedimos del Cusco y su magia
enamorados, comprometidos, casados ante la Pachamama. Sentados en el avión vía
Miami, con mi mano posada en su corazón, Víctor me dijo: ahora, esto es tuyo.
Yo le contesté: ¿ahora? Pensé que ya lo tenía. Y sonriendo me dijo: sí, pero
ahora, es para siempre.