sábado, 15 de marzo de 2014

ROAD TRIPPIN´

En mi mundo ideal, existiría una regulación internacional que controle los requerimientos mínimos que deben tener las autopistas interestatales de todos los países. A los países que no cumpliesen con estas regulaciones, se les castigaría con graves sanciones, por no garantizar la seguridad de sus ciudadanos que las transitan

Miami me recibió con los brazos abiertos, buena energía y el clima que a mí me gusta. Esta ciudad siempre me hace sentir en casa, aunque nací a unas cuantas millas de distancia. El motivo de mi viaje tenía nombre y apellido, y me esperaba ansioso en la salida del terminal internacional. Allí estaba, perfectamente arreglado con una franela de los Gators, el novio más bello del mundo, dándome la bienvenida con una sonrisa y un abrazo infinito.

Era domingo, 2 de febrero de 2014. Nos dirigimos a su apartamento en Midtown a recoger las últimas cosas antes de iniciar nuestro 6th Monthversary Roadtrip. Yo había comprado por internet una maleta de cosas y quería revisar que todo había llegado bien –además, el regalo de monthversary de mybaby estaba en una de esas cajas-. Me sentía plenamente feliz de estar con él. Es un hombre maravilloso, planificado y entusiasta. Tenía todo listo para mostrarme su mundo y yo estaba ansiosa por conocer cada detalle.

Tenía casi un mes que no lo veía –a mi me parecía una eternidad-. En nuestro último encuentro, me propuso viajar a New Orleans en carro para conocer a su sobrina recién nacida, Lorena Celeste, como regalo por cumplir 6 meses de novios. Conociéndolo, seguramente tenía ya varios días dándole vueltas en la cabeza y cuando lo consideró perfectamente viable y conveniente, puso todo su empeño por organizar lo mejor posible el roadtrip. Tan bello. Acepto chico, llévame a donde tu quieras, con los ojos cerrados. Y heme aquí.

It´s great to be a Florida Gator

Salimos de Miami al mediodía vía Gainesville, nuestro primer destino del viaje. Vic hizo un postgrado en Taxes en University of Florida y quería llevarme para conocer el campus. Llegamos al atardecer. Mi novio me llevó a la primera casita donde vivió cuando se mudó, dimos una vuelta por la Facultad de Derecho y luego entramos el Swamp, el estadio de Football de los Florida Gators.






Gainesville es una ciudad perfecta para el ambiente universitario. El campus ocupa gran parte de la ciudad y los locales son, en su mayoría, espacios recreativos para los jóvenes. Puedo imaginar la locura en la que se deben convertir las calles cuando juegan los Gators. Mi novio, con la emoción que evoca la nostalgia, me contaba sobre su año de residencia aquí. Yo lo escuchaba admirada mientras disfrutaba de una ciudad tranquila, limpia y organizada.


Esa noche dormimos en casa de sus compadres, Horst y Luisa. Horst estudió con Vic en su primer postgrado de International Business Law y desde ese entonces son muy unidos. Vic es padrino del segundo hijo de esta pareja, Santiago, y amablemente nos prestaron su casa para pasar la noche.

Acurrucados en el sofá-cama, viendo el Super bowl por televisión, solo podía pensar en el liderazgo tecnológico de la sociedad norteamericana, materializada en la producción de ese evento. Qué clean el performance de Bruno Mars y qué rápido desmontaron la tarima. -Qué arrechos son estos gringos vale- enfatizó mi novio antes de acostarnos a dormir.

Be green, be clean

            Él piensa en todo, definitivamente sí. Después de salir de Gainesville en modo zombie a las 6:00 a.m., Vic se estacionó en una estación de servicios para buscar el “desayuno”. Me bajé del carro ansiosa de Muffins con chocolate caliente, cuando de repente sacó de la maleta el primer jugo del tratamiento Blue Print Cleanse. Este es un programa de limpieza corporal, donde te alimentas únicamente de seis jugos diarios durante tres días para remover las impurezas del organismo. Cuando vinimos a Miami en enero, hicimos el tratamiento por dos días. A pesar de mi hambre insaciable, no fue tan trágico. Esta vez lo haríamos por un solo día. -Así no tenemos que perder tiempo parándonos a comer y llegamos más rápido a nuestro destino-, me dijo esbozando una sonrisa pícara.



            Pues bien, comenzó nuestro día de limpieza y carretera con un jugo verde de pepino, espinaca y jengibre –tengo que reconocer que de los seis, este es el peor, by far, y lo peor es que se toma dos veces al día-. Como se imaginarán, manejar en Estados Unidos es una experiencia tan solemne que yo, que soy una vieja al volante y le tengo pánico a las carreteras, manejé un rato largo y hasta canté en el proceso. De verdad que es un gusto exquisito ser chofer en estas autopistas.
           

            A la hora del almuerzo –tocaba el jugo verde otra vez, damn it- llegamos a la ciudad de Auburn, en Alabama. Nos bajamos en Auburn University y caminamos por las inmediaciones. En mi opinión, la ciudad es un tanto aburrida para vivir, pero quizá está bien para la vida universitaria. Claramente el campus es hermoso y los estudiantes paseaban felices por los jardines, algunos tocaban guitarra en las esquinas y otros simplemente caminaban hacia sus clases. Una tranquilidad idéntica a la de mi país, yeah sure.







            Llegamos a Birmingham, Alabama, a las 6 p.m. Hicimos check in en el Highland en una zona llamada Five Points South y dormimos hasta las 8 p.m. En principio pensábamos salir de noche, pero el frío nos empujó al resguardo. Pasamos la noche acurrucados viendo Breaking Bad y fuimos plenamente felices cuando nos tomamos el último jugo del día -Vainilla con néctar de Agave y canela-, mi favorito.


¿No quieres vivir aquí cuando seamos viejitos?
           
Birmingham nos recibió un martes 4 de febrero con 4 grados centígrados de temperatura. Dios mío, un frío así debería ser ilegal. Pero no hubo clima que me congelara la felicidad que sentía de cumplir seis meses con Víctor. Lo desperté como una niña pequeña ansiosa por abrir los regalos de Santa, y lo único que quería era que él abriera su regalo de monthversary. Le regalé un álbum bellísimo con las fotos de nuestro trip al Roraima, donde pasamos su cumpleaños y recibimos el 2014. Él quedó encantado y yo gratamente complacida, convencida de que iba a llenar nuestra vida con álbumes de fotos de todos nuestros viajes.

            Bajamos a desayunar con ganas de vengarnos de nuestro día en ayuna pero la comida nos decepcionó. Desayunamos cereal y frutas –tampoco es buena idea atragantarse después de que llevas un día alimentándote de líquidos- y salimos a conocer la ciudad. Como buena niña Mater, había preparado el itinerario para nuestro único día en Birmingham, así que nos abrigamos bien y comenzamos a turistear.



            Nos fuimos caminando hasta el Vulcan Park pero estaba cerrado, así que continuamos –gracias al Iphone´s Google Maps- hasta el Birmingham Zoo. Paseamos por zonas residenciales hermosas, llenas de casitas perfectamente arregladas con jardines otoñales. La tranquilidad era casi perturbadora. -Baby ¿no quisieras vivir aquí cuando seamos viejitos?- me decía mi novio. -Mira Víctor Badell, esto es bonito pero tampoco te emociones-. Ese fue el chiste del viaje, creo que aquí moriría del aburrimiento.





Era martes y el frío estaba violento, así que tuvimos el zoológico para nosotros solos y nos divertimos un montón viendo los elefantes y tomándole fotos a los monos. Al salir de allí caminamos vía un Starbucks –parada obligatoria en cualquier viaje a los Estados Unidos- y después de sufrir para conseguir un taxi –aparentemente no se usan mucho en esa ciudad- nos fuimos al hotel a hacer check out.











            El hambre apareció repentinamente así que nos fuimos en carro a un restaurante que nos recomendaron, el Fish Market. Es literalmente un mercadito donde venden frutos de mar, pero también se puede comer. El dueño del lugar es griego así que el ambiente es bastante particular y la decoración es diferente y divertida. Yo pedí una ensalada mediterránea –deliro por el queso Feta- y mi baby pidió atún con vegetales. Después de comer pasamos un rato en el McWane Science Center –que es como un Museo de los Niños primermundista- y gozamos como chiquillos.






            A las 5 p.m., después de persignarnos, tomamos la autopista vía Baton Rouge, Luisiana. El plan era dormir en un pueblito lo más cerca posible de Gonzales, donde estaba la hermana de Vic y su sobrina. Y entonces ocurrió lo inesperado. Cuando cayó la noche, un frente de frío con dirección al este de los Estados Unidos, venía pasando justo por donde estábamos manejando. Imagínense agua, rayos, truenos y centellas en una carretera bordeada de pinos. Vic quitó la música para escuchar la radio y sonaba el pitico de emergencia cuando se va a anunciar una información importante a los ciudadanos. Aconsejaban resguardarse y no salir a la calle.

            Ay mi madre, yo sí estaba asustada. Me imaginé la vaca de “Tornado”, las palmeras flotando de “Tsunami” y a Jake Gyllenhaal salvándome “El día después de mañana”. Párate baby, párate please. Nos estacionamos en una bomba de gasolina y cenamos en Subway mientras esperábamos que se alejara la tormenta. Esa noche dormimos en un pueblito cercano, McComb, y saldríamos temprano vía Gonzales al día siguiente. Mis amigos, aquí no habrán huecos en las carreteras ni alcabalas tracaleras, pero las tormentas son feas y las gandolas gigantes dan miedo.


La pinti-pinti menor

            Nuestro roadtrip había alcanzado la mitad de su duración y el miércoles nos recibió frío pero soleado. Tomamos la autopista vía Gonzales y entramos en el estado de Luisiana. Aunque sean estados fronterizos, Alabama y Luisiana son muy diferentes. Personalmente sentí Alabama más nacionalista, más norteamericana. Luisiana tiene ese aroma de huella extranjera, de esas ciudades que han sido propiedad de muchas culturas y que terminan por ser una mezcla con lo mejor de cada una.

            Llegamos casi al mediodía a conocer a la sobrina de Víctor, Lorena Celeste. Hacía más de 1 año que yo también había sido tía, y a mi linda sobrina le inventé el apodo de “Pinti-Pinti”. Pues Lorena era como mi segunda sobrina y la proclamé “Pinti-Pinti menor”. Llegué con cámara en mano emocionadísima por hacerle su newborn photoshoot, y además encantada por conocer a mi cuñada, la famosa Cathy.

            Pasamos la tarde allí y le tomé unas fotos espectaculares. Almorzamos en familia –mi suegrita Eldita también estaba de visita ayudando a su hija- y la pasamos increíble. La bebé es un angelito, no lloró ni una vez mientras le tomaba las fotos y se dejó colocar cintillos y mantas sin la menor preocupación. Es una santa, la amé. Por aquí comparto con ustedes algunas fotos.






            Salimos de Gonzales vía New Orleans casi al atardecer y después de una hora llegamos al W, un hotel boutique que reservó mi novio súper trendy. Esa noche cenamos lomito suave con puré de vegetales y cupcake caliente relleno de frutos rojos como postre. Una vez más el frío hizo de las suyas –ya estaba a 2 grados centígrados- y preferimos enconcharnos y seguir viendo Breaking Bad. Mañana tendríamos todo el día para conocer New Orleans –bueno, yo. Mybaby ya había estado aquí varias veces-





La ciudad del contraste

            Amanecimos agradecidos de estar allí, juntos, celebrando 6 meses de amor, en ese hotel espectacular. Bajamos a desayunar y nos engullimos unas banana pancakes deliciosas. Franela manga larga, sweater, abrigo y bufanda. Parecía una hallaca de dos sabores e igual tenía frío. Mandé a callar a mi termostato siempre necio y salimos a la calle a conocer sus encantos.








            New Orleans se consagró como una de mis ciudades favoritas de los Estados Unidos. Tiene una personalidad tan fuerte que es difícil compararla con cualquier otra ciudad norteamericana. Es notoria la influencia africana, latina, inglesa y hasta francesa, y sus calles materializan este contraste. En esta época ya se estaban preparando para la fiesta del Mardi Gras, así que los balcones ya estaban decorados en tonos de verde y violeta.




            Comenzamos caminando por el French Quarter. Íbamos vía al French Market cuando nos sorprendió el granizo y nos resguardamos en una tienda de souvenirs, donde aproveché y compré el imán de la nevera que colecciona mi mamá. El frío era tal, que tuvimos que comprar guantes y orejeras. Caminamos por Canal Street, una calle llena de comercios muy linda para visitar, y allí conseguimos el cargador de mi cámara –bien bonito Cristina, mucha cámara pero olvidando el cargador-. Decidimos entrar al Audobon Aquarium of the Americas  para resguardarnos del frío. El acuario es bonito, súper bien hecho –como todo lo gringo- pero tampoco es breathtaking. Allí vimos una película en Imax sobre los tiburones y descansamos del frío, que estaba fastidioso.








            Salimos de allí con ganas de almorzar y mi novio me llevó a un restaurante local muy conocido por ofrecer comida típica de NO, Mothers. Allí comí por primera vez un Gumbo Soup (caldo de arroz con mariscos) y un Po´Boy (sándwich de camarones con salsa tártara). Pensé en Sascha Fitness y le pedí perdón desde mis adentros, mientras disfrutaba bajo la tormenta del remordimiento. Barriguita llena, corazón contento.





            Después de Mothers entramos al casino y perdimos 10$ jugando en las maquinitas de tercera edad. Seguimos caminando, resguardándonos de vez en cuando en centros comerciales, y llegamos al famoso Café Dumont, donde ordenamos las conocidas Beignettes con chocolate caliente –y no voy a exagerar al decirles que este ha sido el mejor chocolate que me he tomado en mis 25 años-. Este lugar es un must. Siempre está lleno pero el ambiente es chévere y las Beignettes, impecables.





            Continuamos caminando por el French Quarter, que es un entramado de callecitas con casas y balcones muy coloridos y particulares, donde el mayor atractivo es caminar y observar. Por casualidad caímos en el parque Armstrong, donde se le rinde homenaje a la herencia del jazz en la ciudad. Muy lindo. Cuando cayó la noche, entramos en el famoso Pat O´Brien´s, un piano Bar en Bourbon Street.






            Pat O´Brien´s fue el momento más mágico de nuestro viaje. Tomados de la mano, estuvimos 2 horas escuchando covers en piano, mientras nos tomábamos el famoso trago Hurricane, que como dice mi prima Gaby, es un “Cool-aid divertido”. En una servilleta les pedimos que tocaran nuestra canción, Fast Car de Tracy Chapman, y también nos complacieron con I wanna hold your hand y Sweet Home Alabama.








            Salí del piano bar un poco entonada pero disfrutaba la sensación. El frío nos empujó al primer restaurante que encontramos y allí cenamos una hamburguesa con papas fritas. Volví a pensar en Sascha Fitness y me reí en mis adentros mientras mordía con lentitud. La gracia terminó siendo una bomba de tiempo y caí en el hotel como una piedra. Estaba tan llena que no pude levantarme para salir a escuchar a un grupo de jazz. Tendré que volver a ir, qué tragedia vale.

El regreso

            El viernes 7 nos despertamos tarde. A pesar de sentir la llenura por la cena del día anterior, no pudimos resistir la tentación de volver a desayunar banana pancakes. Fue una mala idea, al menos para mí. Llevaba dos días sin poder ir al baño y esto era un obstáculo más para salir de mi estreñimiento Empecé a tener alucinaciones con Sascha Fitness diciéndome “te lo mereces jo-jo-jo-jo”.
           
            Mybaby siempre preocupado por mi bienestar, me llevó a una tienda tipo GNC y me compró tres tipos de fibra para regular mi trabajo intestinal –qué técnica, chica-. Nuestro recorrido por la ciudad del Mardi Gras terminó en Magazine Street comprando Senna Leaf bags y nuevamente, después de santiguarnos, tomamos autopista rumbo Tallahassee, donde pasaríamos la noche.

El sábado 8 nos despertamos tarde y manejamos hacia Orlando, donde nos encontraríamos para almorzar con mis primos Yepez Mathison. Comimos en el Fridays del Millenia Mall y allí aproveché para comprar los últimos encargos. Me hizo muy feliz verlos y encontrarlos bien, lo que de verdad lamento es que el actual gobierno de mi país no permita que las familias permanezcan unidas. Supongo que es una realidad con la que esta generación de venezolanos tendremos que aprender a vivir.

Pasamos nuestra última noche en Miami, recordando las anécdotas del viaje y prometiéndonos uno igual o mejor muy pronto. Una vez más descubrí lo maravillosa que es la convivencia con Victor, lo mucho que nos entendemos y la fuerza que tenemos para crear cosas juntos. Que vida el amor viajando, ¡salud!


“It's time to leave this town
It's time to steal away
Let's go get lost
Anywhere in the U.S.A”
Red Hot Chili Peppers, Road Trippin