domingo, 6 de abril de 2014

CARTAGENA, CAMINANDO O PEDALEANDO




En mi mundo ideal, para trabajar en cualquier tipo de negocio donde se requiera el trato con clientes, los aspirantes deben realizar un curso de “Atención al público”. En este taller estudiarían buenos modales, estrategias de venta no agresivas y desarrollarían aptitudes proactivas para ayudar a la clientela. Probablemente estos cursos serían dictados en Colombia

Latinoamérica siempre va a representar un destino atractivo para mí. Viniendo de un país en crisis constante –o un país donde la “crisis” es una manera de vivir- disfruto visitar naciones que con los mismos karmas, pero con menos recursos, han logrado acabar con las enfermedades de la sociedad. Al menos las han disminuido bastante. Es como asomarse por una ventanita y admirar los logros hermanos, tomando nota en la mente para ver qué se trae uno y qué puede aplicar en su tierra. Al menos soñar es gratis.


Esta vez la patria visitada fue Colombia. En navidad le regalé a mi novio un boleto para visitar la tierra caribeña del vecino país, Cartagena, y tuvimos la dicha de compartir el viaje con los Sapis: mi amiga Luci y su novio genio Ricky. Nuestro primer couple-trip empezaba un 28 de febrero y estábamos felices de seguir explorando el mundo juntos. Viajar es vivir, ¿o no?

El 27 de febrero no dormí nada. Aunque amo viajar, pagaría por que alguien hiciera la maleta por mí. Mi powerbaby me buscó a las 3:00 a.m. y después de la persignada habitual nos encaminamos al aeropuerto de Maiquetía. Un patiquín chanchullero intentó quitarme 300 Bs. por chequearme en el counter de primera clase y no tener que hacer cola de la clase turista. Lo mandé al cipote y me indigné al ver que el aeropuerto estaba militarizado pero ningún oficial “se daba cuenta” de la infracción de este ser. Bendito mi país y sus irregularidades.

Aterrizamos en Bogotá a las 9 a.m. y un taxista muy educado nos llevó al hotel Estelar de la calle 100 con 14. A Dios gracias el personal de recepción era un amor y nos hicieron el check-in temprano. Dejamos las maletas en la habitación y salimos a caminar por la calle 15. Víctor quería comprar algunas prendas en el outlet de Carlos Nieto. En la vía nos divertimos viendo la multitud de opciones de vehículos en un concesionario Toyota y compartimos un pan de bono –una especie de quesadilla redondita rellena de queso, deliciosa-.



Después de las compras, caminamos hacia el centro comercial Andino. Comenzó a lloviznar y nos refugiamos allí. Estábamos fascinados con la cantidad de tiendas de diseñadores nacionales compitiendo con marcas internacionales. Cada minuto que pasaba en este país, entendía cómo funciona un país en pleno desarrollo. Almorzamos en un salad bar y después nos encontramos con Eric –amigo de la infancia de Vic- y su novia Maria en el restaurante Il Pomeriggio. Aquí nos embutimos de calorías con un Pecan Pie y otro de frutos rojos. Dios, gracias por inventar los dulces.


Ese día conocimos la Bogotá del día a día, la que colapsa con la lluvia. Después de empaparnos esperando un taxi, logramos la odisea de llegar al hotel. Allí descansamos dos horas y a las 7:40 p.m. mi bella prima Cori, acompañada de su novio Andrea y un amigo de Mérida, nos recogieron para ir a cenar al famoso Andrés Carne de Res.

El paraíso pagano


            Andrés Carne de Res debería formar parte de las 5 maravillas de restaurantes a nivel mundial. No soy chef y mucho menos he comido en todos los restaurantes del mundo, pero este lugar tiene un encanto especial. Como ellos mismos lo establecen, es un miradero, estadero, bailadero, conversadero y restaurante. Su dueño, antes de fundar este espacio, fue artesano, y la decoración rinde pleitesía a esta labor.




            El ambiente es increíble. Los mesoneros son chicas y chicos entre 20 y 30 años, muy simpáticos y físicamente atractivos. Sí, todos son bellos. Hay más de mil mesas para sentarse a comer, unas cinco cocinas y el menú es desesperantemente largo. Puedes ordenar lo que te apetezca, desde plátano frito hasta pescados, cualquier contorno y en cualquier término. La decoración es abrumadora y hay detalles en cada esquina.





            Además de su excelencia culinaria, el magnífico servicio y el ambiente original, la música es divertidísima y hay animadores rondando el local que hacen shows personalizados en tu mesa. Y gratis. En la entrada te regalan fresas enormes y frescas y hasta con la cuenta te obsequian detalles. A este lugar se puede volver una y otra vez, siempre sorprende con una nueva decoración o una nueva actividad. Y asiste tanta gente que es muy posible encontrarse personas conocidas.

Patacón con todo, Andrés Carne de Res


            En esta oportunidad nos sentamos dentro del local –el año pasado cuando vine no se conseguía puesto adentro y tuvimos que comer afuera- y comenzamos con el famoso Mandarino –Vodka con jugo de mandarina granizado-. Este trago tiene el potencial de calentarte rapidito, por tener atributos de “rasca-bobo”. Seguidamente pensé con remordimiento en Sascha Fitness mientras probaba el famoso “Patacón con todo” –es como una pizza de plátano con queso derretido arriba y unos cinco contornos para acompañar- y finalmente se nos hizo agua la boca con el famoso “Lomo al Trapo”. Perdón Sascha, es sólo por vacaciones, lo juro. A continuación comparto unas fotos de su preparación.

Paso 1: En un trapo se vierte muchísima sal y se coloca el lomo de carne
Paso 2: se envuelve el lomo súper apretadito para evitar que se queme

Queda algo así

Paso 3: Se coloca al fuego por 8 minutos (no más)

Paso 4: Se retira el trapo saliente -que absorbe toda la sal- y voilá!






            Comimos hasta inmovilizarnos. Bailamos poco porque sentíamos que el estómago nos iba a explotar. Salimos a la 1:00 a.m. y contratamos un “Ángel”, mejor conocido como “Conductor designado”.  Consiste en contratar a un chofer para que conduzca tu vehículo hasta tu destino, luego él resuelve su regreso. En Colombia son muy estrictos con el tema de manejar después de beber alcohol, así que Andrés Carne de Res ofrece este servicio en el estacionamiento del lugar. Brilliant.








            Nos despedimos de Cori con un abrazo sincero y nos escondimos debajo de las sábanas sin pasar por la regadera. Demasiado sueño. Nuestro próximo destino sería la “Ciudad Heroica”, Cartagena.


Sábado 1 de marzo de 2014: adictos a la limonada de coco

            Después del sacrificio de la ducha tempranera y el ayuno necesario por la gula del día anterior, un taxi amabilísimo nos llevó al aeropuerto a las 6:30 a.m. Allí nos encontramos con los Sapis y se me puso la vida contenta al ver materializado el sueño de compartir tres días seguidos con mi mejor amiga –nuestras vidas ocupadas hacen muy difícil nuestros encuentros en Caracas-. Aterrizamos a las 9:30 a.m. y nos separamos para hacer el check in en nuestros respectivos hoteles: los Sapis se quedarían en el famoso Santa Clara –fancy people- y los powerbabies en el Hotel Boutique Casa Claver.

           Llegamos a nuestro destino y nos quedamos gratamente sorprendidos con el hotel. Parecía una casa grande que acondicionaron para huéspedes porque sólo tenía tres pisos y unas seis habitaciones. Pero vaya habitaciones. El gusto en la decoración era simplemente exquisito. Todas las paredes blancas, con enredaderas saturadas en verde descansando sobre los muros y una piscina en la azotea que nos dejó maravillados. Por aquí les dejo algunas fotos para que se deleiten como nosotros.






            Como el check in estaba programado para las 3 p.m. y no había excepción, estuvimos disfrutando del sol hasta el mediodía cuando el hambre hizo su aparición estelar. Así que salimos sin mapa por las calles de Cartagena, disfrutando de los colores, las calles y el ambiente, sin planes ni horarios, para finalmente detenernos a comer donde nos indicara la intuición.







            El restaurante 1800 fue el elegido para probar la gastronomía cartaginés. ¿Qué nos recomienda usted?, no queríamos ni ver el menú. Comimos un ceviche delicioso con el tradicional arroz con coco y patacones tostaditos. Para tomar, le recomendé a mi novio probar la limonada de coco y después de ese día, prácticamente no queríamos pedir una bebida diferente. Qué delicia.

Limonada de coco, nuestra favorita


            Regresamos al hotel, hicimos check-in –no les puedo explicar lo espectacular que era nuestra habitación- y descansamos hasta las 4:30 p.m. Salimos a encontrarnos con los Sapis, pero como el Hotel Santa Clara quedaba del otro lado de la ciudad amurallada, mybaby nos encaramó en una carreta de caballo y conocimos parte de la ciudad al mejor estilo de turista europeo. Fue divertido.

Paseo en carreta

La Torre del Reloj

Casas y colores de Cartagena

            Con los Sapis conocimos el famoso Café del Mar, un espacio al aire libre en el extremo norte de la ciudad amurallada, con vista al mar. Recomendado en mayúscula. Aquí me endulcé la vida con una Piña Colada y pasamos horas bonitas hablando de la vida. Nos sentíamos afortunados. Qué linda oportunidad la de estar juntos en ese lugar tan mágico.







            Esa noche fuimos a cenar a un restaurante que les recomendaron a los Sapis, Candé. El lugar tenía un ambiente tranquilo pero muy tradicional, con danza y música en vivo. Aquí ordené arroz con coco y frutos del mar, la obligada limonada de coco y de postre Pie de coco. Pasamos una velada increíble y nos despedimos a las 10:30 p.m. Calabaza, calabaza, cada parejita pa´su casa.


Bailarinas tradicionales, Candé

Música en vivo, Candé

Arroz con coco y frutos del mar. Ñami Ñami


Domingo 2 de marzo de 2014: ¿Este chocolate se puede comer?

            El domingo dormimos demasiado. A las 9 a.m. nos llevaron el desayuno al cuarto: arepa de huevo con nata y queso –típico de Cartagena- y panquecas de cambur, con cafecito y avena. Comimos semi-dormidos y nos lanzamos a la cama nuevamente hasta el mediodía. Nos merecíamos este descanso, veníamos arrastrando el cansancio desde el jueves.

            A las 12:00 p.m. salimos vía al Santa Clara porque los Sapis nos habían invitado a pasar la tarde en la piscina. Mi novio, a pesar de mis advertencias pero siempre tan decente, se anunció en la recepción como “visitante” y los vigilantes nos pusieron el ojo para no bañarnos en la piscina, damn it. Compartimos con los Sapis pero desde la orillita, mientras disfrutábamos de otra limonada de coco.


            Y entonces mi novio me hizo el mejor regalo de 7th monthversary: una hora y media de spa en el Santa Clara. Naguará. Subimos al Spa Center y nos explicaron los diferentes paquetes. Yo seleccioné un masaje relajante y luego una envoltura de chocolate. Vic escogió una exfoliación y luego el mismo masaje relajante que yo. Qué delicia, manos a la obra.

            Si bien yo había recibido masajes en oportunidades anteriores, nunca había estado en un Spa tan chic. Primero, entramos al baño turco. Imagínense una especie de sauna pero donde sale muchísimo vapor. Personalmente sentí que me estaba asfixiando, a cada momento me sumergía en la regadera central para agarrar mínimo. Entré para complacer a mi novio, pero primera y última –sorry baby-.

            Después nos separamos, lamentablemente no había disponibilidad en cabinas conjuntas. Mi mente no paraba de analizar cada detalle del lugar, desde el color de los uniformes de las terapeutas hasta la música de fondo y la disposición de los muebles. Con un respeto impecable la chica me pidió quitarme la ropa y acostarme boca abajo en la camilla. Obedecí cual esclava y el aceite circuló suavemente por mi cuerpo.

Al instante pensé que las manos de esta mujer tenían que tener un halo místico o algo por el estilo. Me sumergí profundamente en el placer del trituramiento de los nudos de mi espalda. Oh, Ave María, sólo las jóvenes de 25 años que viven en la ciudad de la furia pueden tener los músculos tan contraídos. Aguanté con estoicismo el dolor con placer, cual masoquista, y dejé volar mi mente mientras mi cuerpo volvía al estado que se merecía.

Después de revivir mis músculos endurecidos, la mujer procedió a la envoltura de chocolate. Los que me conocen saben cómo enloquezco por él y cuando procedió a verterlo sobre mi cuerpo el olor me anestesió ipso facto. Auxilio, ¿me puedo lamer a mi misma?. Creo que pensé en voz alta y la mujer, con una risa discreta, me contestó que ese chocolate no era comestible. Ay qué pena Cristina, qué ordinaria, ¿qué habrá pensado de ti? Me reí de mi comentario y continué sin arrepentimiento en el eterno disfrute del cacao mezclado con aceite de almendras sobre mi piel.

Esa última media hora pasó volando y la masajista abrió la ducha para retirar la mezcla de mi cuerpo. Se retiró del cuarto y me sumergí en el agua, dedicada a la faena de desaparecer semejante pegoste. No fue tarea fácil, pero la piel me quedó de bebé. Les confieso que no me quería bañar con jabón regular después.

Salí del paraíso para encontrarme con mi hombre que también había rejuvenecido como diez años. Esta es la vida que nos merecemos baby. Cada quien fue a su respectivo baño, nos duchamos, nos vestimos y salimos a encontrarnos con nuestros amigos, quienes ya habían realizado las averiguaciones pertinentes para tomar de noche la famosa “Rumba en Chiva”.





Esa tarde recorrimos la ciudad amurallada a paso lento y nos detuvimos a almorzar en un restaurante muy rico de nombre Pepe Anca. Para variar, pedí limonada de coco y de comer un salmón delicioso en salsa teriyaki, con arroz con coco y ensalada fresca. Aunque mi novio afirme que no comió tan delicioso como esperaba en Cartagena, yo difiero de él y opino que sí se come divino.

A las 7:00 p.m. nos devolvimos al Santa Clara y nos buscaron en la Chiva Quitasueño. La chiva es una especie de buseta abierta, donde un grupo de música típica colombiana divierte con sus cumbias y vallenatos en vivo, mientras los pasajeros toman ron y se pasea por los alrededores de la ciudad amurallada, entretenidos por un animador. Es una actividad súper turística de Cartagena pero es muy divertida y uno se la pasa bien. Conoces la ciudad de noche, te ofrecen arepa con huevo, tomas bebidas nacionales y cantas música tradicional. Al final de la noche nos dejaron en una discoteca llamada Candela, pero no estuvimos mucho allí porque nos fuimos a ver los Oscar.


Fiesta en Chiva

Los Sapis

Los Powerbabies


Domingo 3 de marzo de 2014: El team ciclista




           
            Nuestro último día en Cartagena nos lo tomamos con calma. Desayunamos otra vez en la habitación y nos preparamos para seguir conociendo la ciudad. Luci y Ricky llegaron a Casa Claver a las 11:00 a.m. para conocerlo. Les mostramos el área de la piscina y nos tomamos unas foticos allí.

Piscina Hotel Boutique Casa Claver (detrás, Basílica de San Pedro Claver)

            Bajamos a la calle y por 8.000 pesos contratamos un taxi para que nos llevara y nos esperara en el Convento de la Popa. El convento quedaba a las afueras de la ciudad amurallada, en la cima de una colina, y aunque estaba referido en varias guías turísticas como un punto importante para conocer, personalmente no me pareció tan bonito. Ciertamente tienes una vista interesante de la ciudad, y adentro hay un jardín de flores muy bien cuidado, pero no tardamos más de 20 minutos en conocerlo.

Convento de la Popa

Vista de Cartagena desde el Convento de la Popa

            De allí nos dirigimos al Castillo de San Felipe. Esta estructura militar sí representa un punto histórico interesante en la defensa de Cartagena durante la época colonial. Contratamos a un guía que, aunque parecía una grabadora al caletre, nos explicó bastante bien la funcionalidad de los muros, las garitas, los túneles, cómo se escondían los soldados para atacar y un sinfín de cosas que ya no recuerdo muy bien, in fact. Es una de las siete maravillas de Colombia y fue declarado por la UNESCO patrimonio de la humanidad, así que es buena idea ir a conocerlo.

Castillo de San Felipe




            El sol castigaba así que tomamos un taxi hasta la Torre del Reloj en la ciudad amurallada y allí nos separamos. Los powerbabies queríamos rentar una bicicleta doble y los Sapis preferían ir a un museo. Nos encontraríamos para cenar. Caminamos sin rumbo y llegamos a un local donde alquilaban bicicletas. Rentamos una doble durante dos horas y les digo, sin exageración, que fue una de las mejores experiencias que hemos tenido como pareja.






Montar bicicleta es un súper ejercicio pero además es trabajo en equipo. Aunque debo reconocer que a veces recogía los pies y le dejaba a mi novio el encargo de pedalear, yo me dediqué al trabajo fotográfico y audiovisual que les dejo a continuación. Me encanta que mi Víctor sea tan alegre y deportista y que no ponga “peros” para actividades que requieran esfuerzo físico.





            Nos detuvimos a tomar agua de coco y nos recomendaron pasear por un barrio fuera de la ciudad amurallada llamado Getsemaní. Sin preguntar mucho nos lanzamos a la aventura y montamos bicicleta por calles abarrotadas de carros sin medir mucho el riesgo. Me dolían los abdominales de tanto reír. Paseamos, tomamos fotos, hicimos ejercicio y conocimos un lado diferente de Cartagena. Demasiado chévere. De regreso al devolver nuestra nave, nos detuvimos en una heladería que estaba súper de moda llamada “La Paletería”. Lo original de este local es que los helados son artesanales y, como en nuestra infancia, te los comes en paleta. Yo pedí uno frutal de kiwi con fresa y mi novio se deleitó con uno de guanábana con arequipe. Quedamos tan enloquecidos que pedimos un tercero de chocolate con caramelo para compartir.




            Esa noche nos encontramos con los Sapis en Juan del Mar, un restaurante de decoración marina que mi mamá nos había recomendado. De entrada pedimos patacón con salmón y caviar. Mágico. De segundo plato Vic y yo compartimos un arroz de calamares en su tinta. Hablamos toda la noche, recordamos las buenas anécdotas del viaje y agradecimos por poder estar reunidos allí, en un lugar tan hermoso, compartiendo. Prometimos próximas aventuras juntos.


Entrada: patacón con salmón y caviar
Primer plato: arroz con calamares en su tinta

Mi amiguita Luci y yo

Los powerbabies

            Nuestro viaje finalizó el martes 4 de marzo, tomando un vuelo Cartagena – Panamá, Panamá – Caracas. A Dios doy gracias por los amigos que me concedió, por el hombre tan perfecto que puso en mi camino, por desarrollar en mí la pasión de inmortalizar en imágenes los recuerdos y por darme esta pluma para escribir mis anécdotas. Amén.