sábado, 3 de mayo de 2014

LA MAGIA DEL SÍ EN LO PROFUNDO DE LOS ANDES


En mi mundo ideal las pedidas de mano fueran como las de Víctor y los humanos fueran tan amables como los peruanos. Punto.

Intentaré ser breve, aunque lo dudo. Este ha sido, by far, el mejor viaje de mi vida. Encontré al hombre de mis sueños y me pidió llevar su apellido por el resto de mi existencia. Además lo hizo tan glamorosamente bien que debería asesorar a novios poco creativos en esta área. En fin, como en otras oportunidades, les narraré la bitácora de nuestro viaje al territorio Inca. Si quieren ir directo al grano, bajen directo a “Sí quiero ser la Sra. Badell”. Si no, concéntrense aquí que el cuento es bueno.

Nos vamos a Perú mybaby

            El viernes 11 de abril, después de 11 horas de retraso por una aerolínea venezolana que no voy a nombrar pero que es maracucha, sus colores corporativos son rojo y negro y comienza por S y termina por A, llegué a Miami a las 11 p.m. sin nada que leer (me leí el libro completo que me había llevado para todo el viaje). Mi novio hermoso y elegante me esperaba en la salida de los desafortunados venezolanos, me abrazó con ternura y me dijo que estaba flaca. Punto positivo Víctor Badell, llevo tres semanas sin comer dulce, papa ni pasta, gracias por notarlo.

            Al día siguiente desayunamos en un local cerca del apartamento de Vic. Para ese entonces yo seguía estricta con mi dieta –ya verán que después había olvidado el asunto- y pedí claras de huevo con espinaca y jugo de naranja natural. Hicimos unas diligencias en Best Buy y a las 2:30 p.m. corrimos al aeropuerto. El vuelo salió a las 4:30 p.m. vía Lima.

            Después de dos capítulos de Breaking Bad y tres horas de mal-dormir, llegamos a Lima a las 9:30 p.m. y pedimos un taxi hasta el Novotel. Como todos los hoteles que selecciona mi novio, este era de un gusto exquisito. Le pedimos al taxista, el Sr. Raúl, que nos buscara al día siguiente para conocer Lima (sólo estaríamos medio día).

            Esa noche cenamos en un restaurante delicioso, “Las brujas de Cachiche”. Yo seguía en modo dieta y pedí un chupe de camarones. Vic pidió un arroz de camarones que vi de reojo pero logré contenerme de probar. La atención fue maravillosa, los mesoneros te explicaban cómo estaba hecho el plato, cuales eran los ingredientes y hasta hacían gestos con las manos de cómo los preparaban en la cocina. Al parecer el dueño los reunía todos los domingos y les explicaba con detalle la elaboración de cada plato. Bravo. Aquí entendimos que nos arruinaríamos dando propinas. Los peruanos son demasiado amables.

La ciudad del marrón y la calima – domingo 13/4/2014

            La nutricionista me había dicho que comiera frutas a media mañana, ni antes ni después. Aquí tuve mi primera caída. El buffet de frutas era too much, además había cantidades industriales de melón verde y de casualidad no me llevé el bowl a la mesa. Comenzaba mi viaje y prometí cuidarme pero no ser tan estricta.

            El Sr. Raúl nos esperaba afuera a las 8 a.m. puntual, como prometió. Como el plan no era visitar Lima, por primera vez yo ni siquiera busqué información de la ciudad. Así que nos encomendamos al taxista: usted llévenos a lo más bonito, por favor. Y así fue.

            Comenzamos en la Basílica de San Francisco. Era domingo 13 de abril, domingo de ramos, y el recinto estaba bastante copado. Muchísima gente afuera vendiendo palmas y una gran cantidad de devotos escuchaban misa. La Basílica muy bonita, de estilo colonial. Aprovechamos para visitar el museo de la Orden de San Francisco que está justo al lado. Quedamos gratamente sorprendidos por la arquitectura, y sobretodo, por la pasión que le imprimió el guía a cada parte de su narración. Es lindo ver que un país hermano le invierta tanto cariño al turista.

Domingo de Ramos, Basílica de San Francisco

Domingo de Ramos, Basílica de San Francisco





Domingo de Ramos, Basílica de San Francisco




            De allí, Raúl nos llevó a la famosa Plaza de Armas. Nuevamente predominaba el estilo colonial. Me recordó a la plaza O´Leary en Caracas, sólo que mejor cuidada. Estaba muy movida porque allí se encuentra la Catedral principal y estaba repleta de creyentes. El sol comenzó a apretar. Nuestro guía nos sugirió subir al cerro San Cristóbal, una montaña desde donde se puede apreciar toda la ciudad. Bueno, vamos a darle play.

Plaza de Armas, Lima


Plaza de Armas, Lima






            La experiencia fue muy divertida. Nos montamos en un autobús público con limeños de pura sepa. La subida del cerro atravesaba un barrio y las curvas eran dignas de un conductor experimentado. Nos reímos todo el camino. Lo que nos decepcionó fue la vista. Desde allí, Lima lucía como una ciudad triste, marrón y tapada por calima. No me gustó. Igualmente encendimos nuestra vela – al parecer era un ritual típico que se hace siempre allí – y pedí por nuestro amor. No sabía que dos días después pedirían mi mano.

Vista de Lima, Cerro San Cristóbal





Nuestro amable chofer Raúl, y yo

            Bajamos del cerro y le pedimos al Sr. Raúl que nos llevara al Hotel a hacer el check out y luego a almorzar a un restaurante que nos habían recomendado mucho: Pescados Capitales. Todo del lugar - el concepto, la estructura, la comida-  era digno de premio Nobel. Yo pedí un “Ceviche 3x3” – 3 tipos de cebolla, 3 tipos de pescado y 3 tipos de ají – acompañado de choclo (maíz blanco) y batata. Mi novio ordenó una Causa con camarones –la causa tiene papa, gracias, no la pude ni probar – y luego un ceviche de atún estelar. Salimos contentos. El Sr. Raúl nos llevó al aeropuerto y le dejamos su buena propina por ser tan simpático y querer tanto a su país. Nuestro vuelo a la capital del Imperio Inca despegó puntual, a las 4:00 p.m.

Choclitos






Ceviche 3x3, con choclo y batata


Causa de camarones


Ceviche de atún


El ombligo del mundo

            El Cusco nos recibió al atardecer, con 3.399 m.s.n.m, 15 grados centígrados y su gente amable. Gracias a Dios no sentimos el famoso “mal de altura”. Llegamos al hotel Sonesta al anochecer y decidimos no salir a conocer. Pedimos servicio a la habitación. Muy juiciosa pedí una sopita de quínoa con pollo y no me comí el pan que traía. Nos acordamos de los Bonis imaginándonos a Agustín pidiendo un Toddy con Yogurt a las 2:00 a.m. a la habitación y reímos sin parar. Cargamos todas las cámaras, sacamos nuestra ropa deportiva y nos reportamos con la familia en Venezuela. Al día siguiente tomaríamos un tren al Machu Picchu.


“Sí quiero ser la Sra. Badell”- lunes 14/4/2014

            Aguanten. Este día yo no tenía ni la remota idea de que me pedirían la mano. Mi novio es el ser más planificado que conozco, no da ni medio paso en falso. Siempre pensé que me lo preguntaría indirectamente ocho veces antes de lanzar el anillo. En el fondo él sabía que no le diría que no, pero en mi mente el diamante llegaba en agosto, por ahí, cuando cumpliéramos un año. Anyways, yo vine a este viaje porque él me invitó por mi cumpleaños y no tenía ni idea de los planes. Él me dijo que todo era sorpresa y yo fui un big “Yes Sir” todo el trayecto.

            Madrugamos porque el tren que sale del Cusco al pueblo de Aguas Calientes –desde donde se sube al Machu Picchu- partía a las 6:30 a.m. Una vez más el desayuno fue estelar y me porté mal porque comí avena con cereal (cuando se hierve la avena, pierde sus propiedades y se convierte en almidón, es decir, me comí una taza de azúcar). Caminamos dos cuadras hasta la estación y nos montamos en un autobús que nos llevaría hasta la estación de Ollantaytambo. Lamentablemente parte del trayecto estaba en mantenimiento así que no hicimos toda la ruta en tren.

            Tardamos alrededor de dos horas en llegar a la estación y aquí me emocioné al ver al tren, el famoso Perurail. Es un tren súper moderno, con vidrio en el techo para apreciar las montañas andinas, y además está súper cuidado. No sobraba ni un puesto, todas las cabinas estaban repletas. Vic me cuenta que tuvimos suerte, es bien complicado conseguir cupo para semana santa.

Estación de Ollantaytambo, vía Aguas Calientes


Estación de Ollantaytambo, vía Aguas Calientes




            En el camino disfrutamos en intervalos viendo el paisaje y Breaking Bad. Llegamos a Aguas Calientes a las 10:00 a.m. y un botones del hotel nos estaba esperando para recoger nuestras maletas. Aquí me lleve mi primera sorpresa: ¿no vamos a subir el Machu Picchu hoy mismo? A todas las personas que les había preguntado, hacían la ruta completa el mismo día:
Cusco (6:00am) -Aguas Calientes (9:30 am) -Machu Picchu (10:00 am a 2 pm) –Aguas Calientes (3 pm) – Cusco (6:30 am)
Víctor decidió que eso era mucho trajín y que era mejor pasar la noche allí e ir el martes.

            Llegamos al hotel más espectacular en el que he estado en mi vida, el Inkaterra. Imagínense muchas cabañitas inmersas en la selva, en un contacto pasivo no invasivo con la naturaleza, con el aroma de la pureza de la montaña, caminerías de piedra y materiales de construcción naturales –piedra y madera-. Es un espacio hermosamente ecológico, donde todos los procesos son evaluados en base al impacto que generan en la Pachamama, la madre tierra.

Estación Aguas Calientes

Restaurante del hotel Inkaterra



Instalaciones Inkaterra


Nuestra casita en el Inkaterra


            Yo ya iba boquiabierta y en el Lobby terminé de morir de la emoción. Todo era demasiado acogedor. Los muebles eran exquisitos, adornados con cojines de tejidos típicos peruanos, habían chimeneas en cada esquina –perfecto, yo soy friolentísima- y la atención, como siempre, era incomparable. Aquí empezó el misterio cuando Víctor le dijo unas palabras en voz baja a la chica de recepción. Yo me hice la loca y me imaginé una cena romántica para más tarde, no más.

Lobby Inkaterra




Lobby 2 Inkaterra

        Caminamos por el pueblito de Aguas Calientes, que es como el Hatillo, con muchos restaurantes, posadas y puesticos artesanales. Almorzamos en un restaurante cerca y yo pedí trucha –que en estas tierras es anaranjada como el salmón-y mybaby probó la Alpaca. Allí escuchamos música peruana en vivo y le compramos un CD a Eldita, mi suegrita.

Aguas Calientes


Aguas Calientes






Mercado artesanal de Aguas Calientes


Mercado artesanal de Aguas Calientes


            Regresamos al hotel a las 3:00 p.m., y nos dieron nuestra habitación. Una vez más me quedé perpleja con tantos detalles. Frutos secos y Pizco (bebida típica peruana) cortesía de la casa. Bata y pantuflas prácticamente a nuestras medidas. Estuches y chocolates. Basta, no merezco tanto –reía por dentro-. El cuarto además tenía una vista espectacular al río, contaba con chimenea y en la cama creo que podían dormir 4 personas cómodas. Era enorme.











Descansamos un rato y a las 4:00 p.m. teníamos una actividad sorpresa. Era un ritual inca a la Pachamama. Yo no sabía nada, Victor lo planificó con el hotel y fue muy hermoso y especial. La ceremonia fue precedida por un chamán Inca en idioma Quechua y contábamos con un traductor, William. Básicamente se trataba de darle las gracias a la madre tierra por todo lo otorgado, colocando semillas y alimentos en un regalo y luego quemarlo (De esto no tengo fotos porque nos quedamos sin pila. Muy mal, pau pau)

Los antiguos incas creían que las cenizas alimentaban a los Apus –las montañas- y le daba a la tierra fertilidad por un año más. Esta ceremonia de agradecimiento se hacía durante el Inti Raymi, la fiesta del sol, en el solsticio de invierno. En este ritual nosotros pedimos seis deseos, pegando cebo (grasa) de alpaca en hojas de coca. Solo se puede pedir salud, felicidad y trabajo –nos decía William- lo demás lo hace uno.

Más enamorada que nunca por compartir esos momentos tan especiales con mi novio, nos pusimos los trajes de baño y fuimos a bañarnos a unas aguas termales dentro del hotel. Me sentía como María la del Barrio ante tanto lujo. Todo era perfecto. Hacía frío así que prácticamente nos lanzamos de clavado en ese jacuzzi. Allí hablamos de la vida, del futuro, del país, pero nada de matrimonio, anillos, ni esas cosas.

Ojo, siempre he soñado con casarme, tener a mi lado un hombre bueno y trabajador y formar una familia sana y honesta para la sociedad, pero tampoco soy Susanita. Este año la pandemia del matrimonio me ha contagiado por todos lados: amigas de la universidad y del colegio ya tenían el dedo anular izquierdo ocupado. Pero, ¿qué es esto? De todas formas, me molestan las mujeres que no pueden ver a un hombre porque ya se quieren casar. Yo no soy así, mi oportunidad llegaría en el momento ideal, sin presiones y sin angustias. Así fue.

Regresamos a la habitación y nos cambiamos para cenar. Si la cocina de este hotel no tiene estrellas Michellin, es porque no están preparados para tanta perfección. Aquí trabajan con menú dirigido: varias opciones de entrada, otras de plato principal y algunas de postre. Auxilio todo era delicioso, no sabía que elegir.

Ese día tuve remordimiento con Sascha Fitness pero no me importó y pedí comida de gordita. El postre fue un Sunday de chocolate con helado de vainilla y brownie, con almendras fileteadas. Sin palabras. Pasamos una velada increíble, divina, pero yo no tenía ni la menor sospecha.

Llegamos a nuestra casita y yo me “empijamé” –con mi pijama más horrenda, vale acotar-. Vi a Víctor sufriendo por prender la chimenea pero para mí no representaba ninguna sospecha porque yo siempre me muero de frío y él es muy complaciente. Luego escuché que puso música pero no era algo fuera de lo común y yo seguía chismeando en Facebook –con la pijama horrenda y un moño desordenado-. Posteriormente dio como cuatro vueltas alrededor de la habitación y yo lo miraba de reojo sin entender. Todavía no sospechaba nada cuando me dijo: baby, te tengo un regalito.

¿Otro regalo?, baby ¿más regalos? Después de ese viaje, me dio pena no tener nada para él. Cuando de repente sacó una cajita cuadrada, pequeña, envuelta elegantemente con una cinta marrón. Ay papá, aquí fue. A partir de allí todo fue surreal. Lo juro, el mundo daba vueltas. Todo pasó en 0,5 segundos. Sólo recuerdo que se arrodilló, abrió la cajita y me dijo que yo era todo lo él buscaba en una mujer, me hizo la aclamada pregunta y después de abalanzarme encima, le dije: ¿cómo te voy a decir que no? ¡Claro que quiero casarme contigo!

La petición fue a las 11:50 de la noche –en pleno eclipse lunar- y a esa hora claramente no iba a avisarle a nadie. La pregunta técnica after the proposal: ¿quién más sabe?. Me impresioné al escuchar su respuesta: ya le pedí la mano a tu papá. WTF? ¿Al Coronel Moncho? Wow, te destacas Víctor Badell. Además habían hecho un pacto de caballeros y acordaron que ninguno diría nada. Mi papá cumplió su palabra y se mantuvo como una tumba –bueno, igual él no habla-. Como toda fiancé primeriza, esa noche no pude dormir haciendo mil planes en la cabeza. Qué feliz estaba.

La ciudadela Inca –martes 15/4/2014

            Logré conciliar el sueño solo tres horas antes de que sonara la alarma. Teníamos que volver a madrugar para aprovechar el día en el Machu Picchu. Desayunamos y tomamos un bus que subía a la ciudadela. En la cola para montarnos, un muchacho simpático y bajito –como todos los peruanos- se ofreció a ser nuestro guía durante tres horas. Aceptamos, nos encanta conocer todo lo que visitamos a detalle. Después de 20 minutos y muchas curvas, llegamos al famoso Machu Picchu.

La ciudadela, Machu Picchu


La ciudadela, Machu Picchu


            Lo primero que uno piensa cuando te enfrentas a esas edificaciones de piedras es: ¿cómo demonios construyeron esto acá arriba? ¿cómo cargaban esas piedras? Todo es fascinante. Manuel, nuestro guía, nos contaba con pasión cada detalle de la cultura quechua, de los incas, de su sistema político, de la agricultura, y aprovechando nuestro reciente compromiso, hasta nos explicó cómo se casaban los incas. Me encantó sentir cómo transmitía su cariño por sus ancestros y cuánto le interesaba que aprendiéramos. Más que el pago, su objetivo era que saliéramos satisfechos.

Atentos a la explicación con nuestro fabuloso guía Manuel






            Caminamos por todo el espacio y como yo estaba ansiosa de tomarme mil fotos con el anillo, Manuel se ofreció a ser nuestro camarógrafo. Y así estuvimos un buen rato, foto por aquí, foto por allá.








            Después de tres horas de historia –súper interesante, por cierto- comenzamos una excursión a la montaña como tal, al Machu Picchu. Permiten subir hasta las 11 a.m. porque supuestamente eran dos horas subiendo. Los powerbabies nos dispusimos a iniciar nuestra aventura y después de 45 minutos caminando, en una subida que no nos pareció nada complicada, llegamos a la cima. Pero, yava, ¿no nos habían dicho que eran dos horas en subida? Pues nos habíamos metido por otro camino y llegamos a la puerta del sol. Fuck. Perdimos la entrada a la montaña, porque ya eran las 12:00 p.m. y además le habían cobrado a Víctor un dineral. Qué mala suerte.



            Desde allá arriba, con vista a la ciudadela, decidimos no perder la oportunidad de escribir nuestros votos. Víctor me prometió que al día siguiente haríamos una ceremonia de matrimonio inca –ya lo tenía todo fríamente calculado también- y debíamos decir nuestros votos. Así que con toda esa energía, escribimos nuestros deseos de amor -en mi celular-, y bajamos agarraditos de mano, haciendo planes para la boda.






            A las 3:00 p.m. bajamos a Aguas Calientes. Nos habían recomendado almorzar en un restaurante que se llamaba “El indio feliz”. Fue la mejor elección. Yo pedí de entrada bolitas de aguacate con lechosa y aceite de oliva, y de primer plato pasta con salsa de tomate natural. Víctor pidió comida de gordito y un jugo de mango que venía en jarra –en serio-. Aquí me desesperé porque había wifi y quería avisar que nos íbamos a casar, pero no podía aún.

Restaurante El Indio Feliz

La primera en enterarse debía ser mi mamá, por supuesto, pero esa noticia no podía dársela por Whatsapp. Así que llegamos a nuestra cabañita, agarramos la laptop y nos fuimos al lobby donde se suponía que había la mejor señal de internet. Intentamos llamar a mi mamá cinco veces por Skype y la conexión se caía. Qué desesperación. Al final tuvimos que decirle que nos llamara a la habitación.

            Mamá, we are getting married. ¿Qué? Hija, qué emoción, estoy llorando. Sí mami, me pidió la mano ayer, mi papá ya sabía. ¿Cómo? Monchoooooooo ¿tú sabías? Cristina, tu papá no me quiere contar nada. Moncho, siéntate y cuéntame. Ya va, ¿qué es esto? Ay, hija, qué emoción. Sí mami estamos muy felices. Ay hijita Dios los bendiga. Víctor, bienvenido a la familia.

            Después de notificar a la mujer más importante, procedí a avisar los 28 grupos que tengo en Whatsapp: los primos, las amigas del colegio, las amigas de la universidad, el cortejo de no sé quien, los amigos de baile, etc., etc., etc. Todo el mundo estaba contento. Yo sabía marisca. Eso se veía venir. Qué bello Víctor. ¿En el Machu Picchu? Mijaaaaa. Mi celular hasta se trancó de tanto mensaje. Qué lindo es sentir la buena energía de la gente.

            Esa noche, después de una caminata nocturna por las instalaciones del hotel, me volví a portar mal con la comida porque sí chico, porque me comprometí, no me importa, dame Champagne, vino, pan con mantequilla y postre. No me importa nada, me caso, estoy feliz, quiero comer, comer me hace feliz. Como decían los antiguos peruanos: “Déjame comer y pensaré”. Obviamente luego me arrepentí pero estaba muy feliz como para que me durara.

El mejor Sunday que me he comido en mi vida (el vaso está bañado en chocolate)


Contigo, a donde sea
           
Amanecimos felices. No sé si esta etapa es breve o dura para siempre, pero yo me la estaba gozando. Desayunamos delicioso y a las 9:00 a.m. nos fuimos con un guía del hotel a conocer un conservatorio de osos que tienen dentro de las instalaciones. El proyecto es muy bonito y nuevamente el guía nos sorprendió con el cariño que le imprimía a sus explicaciones. Al terminar la visita, nos regalaron unos certificados por colaborar con la fundación. Estos peruanos son unos verdugos.








            Después de conocer a los osos y tomarles 78 fotos, nos fuimos caminando a unas cataratas que nos habían recomendado, las cataratas de Mandor. Nos dijeron que siguiéramos las vías del tren y que llegaríamos en hora y media. Sin mapa ni celular emprendimos la aventura, pero yo estaba tranquila. Contigo Víctor, voy a donde sea.









Al fondo, las cataratas de Mandor





            Es muy lindo tener estos espacios para compartir, en contacto con la naturaleza. Hablamos de todo, de cómo mi suegrito Iván le decía siempre a Victor que en Venezuela lo que hacía falta era una línea férrea, porque en las estaciones se desarrollarían las ciudades. Los peruanos, sin duda, nos llevan décadas de desarrollo. Las cataratas eran bonitas, pero no le llegaban ni a los talones a las de mi linda sabana. El regreso fue trotando y caminando –los power babies siempre haciendo ejercicio- y en Aguas Calientes almorzamos en un restaurante en plena plaza.

            Llegamos al hotel a las 3:00 p.m. y una hora después teníamos nuestro matrimonio inca, ante la Pachamama. Nos pusimos nuestro mejor atuendo –yo, un sweater de alpaca que compró mi mamá en Perú cuando vino hacía 8 años; él, una franela de la Vinotinto-, yo decidí no maquillarme ni secarme el cabello, para estar lo más natural posible, y tomados de la mano salimos al encuentro de nuestro chamán.

            Los guías del hotel amablemente me obsequiaron un bouquet de hortensias espectacular. Muy apropiado. Caminamos selva adentro hasta llegar al lugar de la ceremonia, donde todo estaba dispuesto en la tierra para comenzar el ritual. El cielo asomó lluvia pero nunca se concretó. La conexión con el chamán nuevamente fue increíble. Mi anillo permaneció toda la ceremonia sobre tres hojas de coca y agradecimos nuevamente a los Apus y a la tierra, lanzando vino a los árboles. Dos guías amabilísimos tomaron el rol de ser nuestros camarógrafos, y aquí les dejo parte de la experiencia en imágenes.

Nuestro maravilloso camarógrafo, Vigner


Los novios


Mi bouquet de hortensias
















El chamán, su asistente, y los recién casados


Los powerbabies con Vigner


Los powerbabies con William (fotógrafo y traductor)


Sea usted servido –jueves 16/4

            Ese día nos despertamos tranquilos, desayunamos relajados e hicimos el check out. Desde el momento que pisamos el Inkaterra hasta que nos despedimos, el servicio fue merecedor de Oscar. En la mañana nos fuimos a caminar por el mercadito artesanal y compramos todos los regalitos pendientes.

Estampados peruanos


Estampados peruanos


Mercado artesanal Aguas Calientes




Mercado artesanal Aguas Calientes
Mercado artesanal Aguas Calientes




            





















          Volvimos a almorzar en el “Indio Feliz” y esperamos a las 3:00 p.m. para caminar hasta la estación de tren. Allí nos estaban esperando dos botones del hotel con nuestras maletas. Muchas gracias. Sea usted servido Señor. Ay no, ¿no se quieren venir para Caracas a trabajar? ¿con esposas e hijos incluidos? Qué serviciales por Dios.

            Después de cuatro horas de trayecto, llegamos al Cusco a las 7:00 p.m. Un taxista llamado David, el señor más cuchi y tierno que he conocido en mi vida, nos llevó a nuestro último hotel del viaje: Casa Andina Premier Collection. Una vez más, quede sorprendida con el hotel, súper colonial.

            Le pedimos a David que nos buscara a las 8:00 p.m. porque teníamos reservación para comer en el restaurante Greens Organic (según Trip Advisor, el segundo mejor del Cusco). Después de dar vueltas buscándolo, lo encontramos, pero nos equivocamos y comimos en el local de abajo. A mi me pareció extraño, porque yo había leído que la comida era vegetariana y donde comimos servían sendos lomos de carne. Ya pagando la cuenta, leí en la camisa del mesero “Inkanto” y nos desarmamos de la risa porque habíamos jurado que estábamos comiendo donde reservamos. Igual comimos delicioso.

La civilización del desarrollo –viernes 17/4

       Me habían comentado, que si alguna vez visitaba el Cusco, no podía dejar de ir a las ruinas arqueológicas a las afueras de la ciudad. Mi novio, siempre complaciente, contrató un taxi para que nos llevara de paseo todo el día a estas famosas ruinas y por pura casualidad, el chofer terminó siendo David, el señor cuchi del día anterior. Para esta travesía nos acompañó Darwin, un guía que nos explicaba toda la historia y datos curiosos de los pueblos que recorríamos.



          La visita se concentró en tres pueblos. El primero de ellos fue Chinchero, un poblado artesanal. Aquí nos llevaron a un taller textil que trabajan con cabello de llama y alpaca. Aquí trabajan mujeres que con su atuendo típico y mucho esfuerzo, crean piezas textiles muy hermosas con técnicas rudimentarias. Las muchachas se tomaban el tiempo de explicarte cada parte del proceso, cómo usan ingredientes naturales para teñir y luego cómo es el proceso de bordado. ¿Cómo no colaborar con ellas? Compramos una bandana y unos títeres para mi ahijada, Sabri del amor.

Niño en taller Chinchero


Cabello de Alpaca


Tintes naturales








Proceso de bordado textil





         De allí llegamos al segundo pueblo, Ollantaytambo. Aquí visitamos una ruina de un espacio destinado por los incas para el cultivo de flores exóticas. Nuevamente quedamos impresionados por las habilidades arquitectónicas de esta civilización. Recorrimos cada rincón, el guía nos explicaba con entusiasmo todo sobre el traslado de piedras pesadas y Vic y yo estábamos contentos de aprender tanto. Almorzamos en un restaurante tipo buffet cerca del poblado y nos dirigimos al tercer destino: Pisaq.

Ollantaytambo


Ollantaytambo


Ollantaytambo


Ollantaytambo


Ollantaytambo

        Pisaq fue sin duda el lugar más impresionante. El espacio para las terrazas de cultivo era abrumador. Además, aquí está el cementerio inca más grande –ya todo saqueado, obviamente-. Aquí el frío hizo de las suyas y yo me preguntaba cómo hacían los incas para protegerse del viento en estas montañas. Las hipótesis son múltiples, pero según Darwin se protegían con lanas y las pieles de sus animales.

Frío en Pisaq


Terrenos de cultivo agrícola Pisaq


          Antes de regresar, le pedimos a David que nos llevara a un zoológico de contacto. Tenía la inquietud infantil de ver a las famosas llamas y alpacas en persona y darles de comer. Llegamos y me emocioné al recordar la película de Disney, “El último emperador”, pero resulté ser una chorreada para darles comida. Igual lo hice, pero de lejitos. Mi novio tuvo más éxito en esta misión.

Llama peruana


Llama peruana


Alimentando llamas, asustada


Alpacas peruanas


Alimentando alpacas, con miedito






            De regreso al Cusco pasamos sobre el famoso Saqsayuaman pero no nos bajamos a conocerlo. Llegamos al hotel a las 6:30 p.m. y nuevamente le pedimos a David que nos buscara a las 8:00 a.m. para ir a cenar. Habíamos reservado en un restaurante de comida fusión peruana-francesa, Le Soleil. Fue un éxito, la comida deliciosa y nos atendió el mismo dueño. Recomendadísimo.

En busca de los toritos- sábado 18/4
           
Los antiguos peruanos, creían que los toros le daban protección al hogar. En la gran mayoría de casitas de los Andes, los tejados tienen dos toros, del mismo color, representando la unión y el bienestar para sus moradores. Son los famosos toritos de Pucará. Esta creencia nos pareció muy bonita, y decidimos llevarles un par de toritos a cada pareja que consideramos fundamental en el desarrollo de nuestra relación: los bonis y los compadres.


            En nuestro último día en el ombligo del mundo, desayunamos tranquilos, hicimos el check out y nos fuimos a conocer el Coricancha. Una guía nos ofreció el tour de una hora y siempre sedientos por aprender contratamos sus servicios. Después quisimos entrar a la catedral del Cusco pero nos pareció muy costosa la entrada así que abortamos la misión, caminamos por la Plaza de Armas y caminamos hasta el mercado San Pedro, donde nos habían dicho que conseguiríamos nuestros toritos de Pucará.
           
Patio interior, Coricancha, Cusco


Jardines Coricancha, Cusco


Catedral Cusco










          Sinceramente el mercado es espantoso, había demasiada gente y huele muy mal. Lo recorrimos completo y no conseguimos dar con unos toritos que nos encantaran. Pero un poco más adelante, dimos con los más hermosos. La dueña de la tienda era una chica muy trabajadora y extrovertida que nos explicó todo sobre esta creencia. Además los colores de los toritos eran hermosos y los compramos todos. Salimos felices.

            Nuestra última comida en el Cusco la hicimos en un restaurante de guisos llamado Inkazuela. Justamente los dueños son venezolanos. Las sopas estuvieron divinas y allí recibimos la noticia que otra gran amiga, Moralita, se había comprometido. Qué emoción.

       Nos despedimos del Cusco y su magia enamorados, comprometidos, casados ante la Pachamama. Sentados en el avión vía Miami, con mi mano posada en su corazón, Víctor me dijo: ahora, esto es tuyo. Yo le contesté: ¿ahora? Pensé que ya lo tenía. Y sonriendo me dijo: sí, pero ahora, es para siempre.