jueves, 12 de diciembre de 2013

MICHO, AQUÍ AHORA Y AQUÍ SIEMPRE

En mi mundo ideal, después de morir los amigos volverían al menos un día a esta dimensión, y así tendríamos la oportunidad de agradecerles y decirles cuánto los queremos y admiramos



Te fuiste muy rápido, demasiado rápido diría yo. Tu partida fue abrupta e inesperada, como tus ideas, como tu mente siempre creadora. No diste espacio para la despedida, para el “nos vemos pronto”, para los “te quiero”. Dejaste este mundo de repente, causándonos un dolor infinito e incurable. Ya van 3 meses Micho, ¿será posible dejar de pensarte?

Escribirte es difícil, mis dedos se mueven lento, las ideas vienen disparejas. Me pones nerviosa. Quizá algo dentro de mí siente que desde donde estás me lees y mi ego perfeccionista no quiere que falte ni una sola palabra de reflexión, ni un solo mensaje de agradecimiento. Es mucho lo que me dejaste y muy poco el tiempo que tuve para agradecerte. Debería ser ilegal que mueran las personas como tú, debería ser un “no pase”, “no se puede”, un “lo siento, pero no”.

El problema -¿o quizá la bendición?- es que mi cabeza no termina de aceptar que ya no estás, que ya no me vas a escribir para recordarme cosas, que no me vas a llamar para contarme los últimos chismes del mundo de la danza, que no me vas a gritar tus sueños y expectativas, que no me vas a enseñar una de tus maravillosas coreografías. Aún creo que en enero te veré en el gimnasio del Sierra Blanca, con tus pantalonsitos a a la cadera y tus zapaticos Adiddas, mostrando tu perfecta dentadura mientras nos informas sonriendo sobre el nuevo tema que quieres desarrollar para el DAM.

Mi corazón todavía llora y es, básicamente, porque está incompleto. Tú, Xioly Vivas, te llevaste un pedazo importante de él. Y no es justo. No es justo que no pueda darte un abrazo, que no podamos cumplir nuestras metas juntas, que no me lleves Smirnoff cuando esté estresada, que no nos atragantemos en Avila Burger cuando estemos embotadas de trabajo. Nada de esta situación me parece justa y estoy molesta con la naturaleza, realmente molesta.

Cada día que pasa, vienen a mi cabeza nuevos recuerdos de ti. Editar el video de tu homenaje fue más trágico que ver a Lupita Ferrer en todos los culebrones de Venevisión. Chama, dame luz, échame una ayudaíta, necesito entender todo esto para dejar de llorarte, me estoy quedando seca. Si estuvieras conmigo, estoy segura que me darías las palabras correctas. Micho la grande, la experimentada, mi hermana mayor regia y ariana, contigo como pastora, cualquiera querría estar en un rebaño.

Te preparamos un homenaje hermoso, hermoso como tú, como tu magia. Fue un trabajo en equipo donde todos tus hijos de Punto XV hicimos sacrificios para honrarte como nos enseñaste: bailando. En cada ensayo no podíamos dejar de nombrarte, de recordar “cómo lo hubiera hecho Xioly”. A veces sentía tus regaños porque no estábamos coordinados, tus “cállenseeeeeee” y tus particulares volteadas de ojos que nos hacían temblar. Es que hasta regañona te queríamos bonito, eras nuestra maestra, nuestra mamá Xioly.

Pensarte tanto ha sido para mí una terapia personal trascendente. Ver tus logros, estudiar tu camino y tus éxitos, ha sido una inspiración inmesurable. Pero sobre todo mi xio, creo que la mayor enseñanza que me dejaste es que definitivamente hay que vivir el “ahora”. Que “pa luego es tarde”, que la vida es una, es corta y se pasa muy rápido; que no se debe trabajar para tener “cosas”, porque luego las “cosas” no te van a recordar; que los sueños hay que cumplirlos cuando te empieza la piquiña y no dejarlos “pa´después”; que las amistades son como las plantas, hay que regarlas, ponerlas al sol y poco a poco florecerán, con tiempo y mucha dedicación; que hay que ayudar a los demás, pero hay que vivir también para uno, porque al final son muy pocos los que agradecen los sacrificios y son muchos los que los critican; que con sonrisas se atraviesan continentes, se cruzan montañas y se convence al más testarudo; que al momento de discutir se llama, no se escribe; que se logra mucho más cuando se suavizan las palabras y se habla bonito, que cuando se grita y se imponen las ideas; que las metas se alcanzan con foco y disciplina –que no necesariamente implica levantarse temprano-; que la vida es muy corta para estar en el trabajo equivocado y que es válido e inteligente renunciar a la seguridad laboral; que el arte educa, remueve sentimientos, te hace libre y ayuda a ser feliz; que a las personas hay que decirles que las queremos siempre, en todo lugar, a todo momento y no esperar las ocasiones especiales…

Si nunca te dije “te quiero”, te lo digo ahora, con una fuerza nuclear capaz de atravesar la estratosfera. Sepa usted que es una de las mujeres que más he admirado en mi corta vida, y estoy segura que será así por siempre.  Te pido un poco de luz para dejar de llorarte y sabiduría para seguir adelante. Siempre estarás en mi corazón amiga, al menos en lo que queda de él, después de que te llevaste un pedazo.

Te extraño Xioly Vivas, ¡nos vemos pronto amiga!








domingo, 8 de diciembre de 2013

LOS BONIS AL AGUA

En mi mundo ideal, después del matrimonio las parejas durarían hasta que la muerte las separe, porque la unión sería verdaderamente consagrada, así como la comunicación, la tolerancia y el amor entre hombre y mujer, permitiendo así un Happy ever after



Hace poco más de un año, planificando nuestro Anual friend´s international trip a Cuba, Elisa Rodríguez Oramas brillaba de amor por su novio, Agustín. Tín es un hombre simpatiquísimo, inteligente y trabajador, ya rozando los 40, que dispara buena vibra y vive con una sonrisa perpetua tatuada en la cara. Eli es una niña sencilla, elocuente y creativa, que raya en lo hippie y se divierte con cosas pequeñas. Una, que es una doña en los middle twenty, lo que quiere para sus amigas es un tipo bueno, familiar, responsable y que la quiera, muy importante, que la quiera bonito. Pues bien, Agustín cumplía con esas cualidades y había pasado el filtro, a todas nos encantaba para ella.

Después del viaje a Cuba, Eli viaja a Aruba para acompañar a Tín a unas “reuniones de trabajo”. Los detalles no los conozco bien, pero el fact es que Eli llegó con diamante en dedo, más feliz que una lombriz y más enamorada que Cenicienta del príncipe real. Con esta sorpresa, comenzaron los preparativos para lo que sería la boda de los Bonis en noviembre 2013. Ella brillaba de emoción. Él no podía ocultar cuánto la amaba. Nosotras llorábamos de alegría al darnos cuenta que estábamos creciendo y que ya otra del grupo se lanzaba al agua. -Somos grandes Cristina, ya viene el matrimonio, la casa, los hijos y esas cosas-.

Como el tiempo no pide permiso, el año de espera pasó volando y fuimos invitados a la “E&A wedding” en la perla del caribe, Margarita. Esta que está aquí viajó con su #powerbaby, quien además era parte del cortejo –vale acotar que fuimos presentados por los Bonis, así que doble emoción saber que asistíamos juntos al matrimonio de las dos personitas especiales que unieron nuestras vidas (qué cursi soy)-.

Jueves 28: Los declaro ante la ley, marido y mujer

Mi power novio me buscó por la casa a las 5 a.m. con mi suegrita –quien también estaba invitada a la celebración- y manejamos rumbo a Maiquetía. Como era de esperarse, media Venezuela viajaba ese día y la cola para chequearse en cualquier aerolínea era peor que la de Daka el día de los descuentos. Resignados nos dispusimos a hacer nuestra filita y con boarding pass en mano nos desayunamos un plato criollo en Café Olé mientras esperábamos el embarque. Aterrizamos en Laisla alrededor de las 10 a.m., nos despedimos de Eldita -mami de Víctor- y nos fuimos a descansar. Este día se celebraba el civil de nuestros amigos.

Nos vestimos con outfit playero –qué guapo mi novio vale- y salimos a las 3 p.m. a la ceremonia. El civil tendría lugar en Beach Bar, un establecimiento muy lindo y acogedor con playa privada en Pampatar. Llegamos más puntuales que ingleses, y como no había nadie, nos fuimos a comer a un restaurante por ahí, cerquita. Pasadas las 4 p.m. nos devolvimos a Beach Bar y ya habían llegado los novios, radiantes, contentos, realizados. Me sentí feliz por mi amiga y una lágrima quiso asomarse pero la detuve a tiempo. Éramos pocos invitados y fuimos dirigidos a la playa, donde esperaba el jefe civil.



La decoración era sencilla pero con gusto. Sillas blancas de madera, florecitas en macetas de metal decoraban el trecho por donde caminaría la bride to be, y una cestica contenía cholitas playeras de diversas tallas y colores para deshacernos de los tacones y caminar por la arena con libertad y soltura –gracias por ese detallazo-. La brisa del mar era la música de ambiente. El sonido de las olas susurraba el decreto de amor entre nuestros amigos. Mi novio y yo nos tomábamos de la mano emocionados. Y finalmente el esperado “los declaro ante la ley marido y mujer” le permitió a Agustín besar a su esposa y erizarnos la piel a todos los invitados. Bravo, Champagne, brindis.

-Hola Socio- le dice Elisa a Víctor
-Ahora todo lo de Agustín, también es mío-



Esa noche nos deleitamos con pasapalos y entremeses exquisitos. Las opciones eran variadas y abundantes. Bailamos con tacones, descalzos, con vestidos y guayaberas, nos reímos, nos abrazamos, nos acostábamos en los sofás, brincamos y seguimos bailando. Definitivamente no se necesitan 200 invitados para pasarla bien. Ellos estaban felices, lo sudaban por cada poro. Nosotros lo celebrábamos con ellos. Qué bello es el amor.

Después de la comilona y la bailadera, nos encontramos con otros amigos en un local cerca del Hotel Concord que se llama Ugly Tuna y terminamos la noche tomando Margaritas gratis –era Ladys Night-. Qué linda ocasión para reunir a todos los amigos de la universidad y poder actualizarnos. El cansancio tocó la puerta y nos fuimos a descansar, el viernes sería nuestro día de playa.


Viernes 29: En Manzanillo el atardecer es más bonito

Atardecer en Playa Manzanillo, Margarita

El viernes nos despertamos tarde, desayunamos como la Nobleza y tomamos un taxi a Playa el Agua básicamente para intentar dejar de lucir como unos apios. En Playa el Agua compartimos con tres de mis hermanas de la UMA –Dani, Andre Morales y Gress- y el famoso Mario Chino, novio de Dani. Allí no estuvimos mucho tiempo, porque los Bonis querían que los acompañáramos a Playa Manzanillo, ya que la empresa de fotografía y video que contrataron les harían una sesión de fotos con sus amigos. Agarramos nuestros peroles y nos montamos como sardinas en lata en el carro alquilado de los nenes –Dani y el Chino-

Llegamos a Manzanillo en 5 minutos. Nunca había estado en esa playa y debo decir que es hermosa, parece una postal: es pequeña, está cercada por dos montañas y tiene en el horizonte una exhibición de peñeros de diferentes colores que son un lujo fotográfico para capturar. Qué buena elección para este photoshooting. Nos instalamos, saqué mi cámara y empecé a inmortalizar los rostros de mis amigas, de mi novio y de este paisaje tan maravilloso que nos regala Venezuela. Me sentí afortunada de haber nacido en este país.

De derecha a izquierda: Dani P, Gress, Yo, Andre M

Beach Yoga

El chino

Power Babies




Mientras llegaban Eli y Agustín, llegó una de mis mejores amigas con su novio –Paty y Carlos- y me emocioné infinitamente al verla ya que vive en Boston y nos vemos contadas veces al año. Mi #powernovio dejó de un lado sus cuidados alimenticios y pidió pescadito frito con tostones sin remordimiento. Varias amigas lo imitaron. Llegaron los novios, los aplaudimos, nos reímos, compartimos, foto por aquí, nos bañamos en el mar, foto por allá, posamos para el video, corrimos en el atardecer anaranjado, nos reímos más y pasamos un viernes tranquilo, feliz y fraternal. Es maravilloso reencontrarte con tus amigos, pensé, y si es en Margarita, mejor.

Attorneys in law

The sistas

Bonnies & Power Babies

Bonies & The Partners


Esa noche quedamos en reunirnos para cenar en un restaurant de sushi en el CC Ratán –olvidé el nombre, sorry, igual no se pierden de nada- y de allí salimos emparejados a un local en el Sambil que se llama Green Martini. El bar está súper bien hecho, está impecablemente decorado y tiene una amplia carta de bebidas y cocteles. Recomendado. Estuvimos bailando sin parar hasta la 1:30 a.m. cuando nos fuimos de la mano de Morfeo a descansar. Mañana sería el gran día.

Sábado 30: Ya puede besar a la novia

El sábado nos despertamos con un mood lento y pasivo, ese que te dice que será un día largo y más valía tomárselo con calma. Vic se fue a casa del novio a cumplir con el ritual pre-wedding y yo fui al odontólogo –sí, al odontólogo, mi madrina es mi dentista y vive en Margarita así que aproveche para una limpieza-. Después de mi revisión bucal, recorrí las cuatro peluquerías del Centro Comercial Los Robles buscando el lugar más económico para recoger los 4 cabellos que tengo y no ir despelucada a la boda. Gracias a la divina providencia conseguí una buenísima, la estilista era un amor y me dejaron linda y apropiada para la ocasión.

Corrí de regreso a arreglarme. Me maquillé yo misma y quedé decente –lo cual no es común, y Carlos –novio de Paty, quien también formaba parte del cortejo- nos pasó buscando a Gress, Sofí y a mí rumbo a la Catedral de la Asunción, donde se celebraría la ceremonia eclesiástica.



Llegamos alrededor de las 4 p.m. El día estaba precioso y la catedral se imponía como una reliquia autóctona en contraste con el azul del fondo. Qué hermoso día para concretar esta unión. Nos tomamos fotos en la entrada, buscamos buenos puestos para disfrutar del casamiento, saludé a mi suegrita que no veía desde el jueves, nos abanicamos desesperadas por el calor y esperamos la entrada del séquito nupcial.

Entró el cortejo. Mis amigas se veían estelares con sus vestidos largos de colores playeros y sus cabellos perfectamente recogidos. Foto. Pasó mi novio con chaleco y pantalón beige y un lacito gracioso en el cuello que combinaba con el traje de las chicas. Me sonrió con picardía y yo me derretí. Foto. Entró el novio, con un traje acorde al clima y a su personalidad, con una felicidad que se le salía por los ojos y la sonrisa, caminando de la mano de una tía elegantísima. Llegó al altar, yo temblaba de la emoción y allí esperaba la entrada triunfal de la mujer de su vida.

Mi novio cortejado

El futuro esposo

La futura esposa

Y entró Elisa. Hermosa, feliz, realizada, del brazo del hombre que le dio la vida. Caminaba sonriéndole al mundo, a sus familiares, a Dios. Pillé a Agustín lanzarle un beso desde la distancia y entendí cuanto amor había en su corazón. Mi amiga llegó al altar, la madrina le arregló el velo, todas nos controlábamos para no llorar y comenzó la ceremonia. Pensé en lo maravilloso que es encontrar al hombre con el que quieres pasar el resto de tus días y consagrar tu vida a él en un lugar tan mágico como Margarita. No puede existir mejor elección.

La misa fue corta pero muy linda. La emoción hizo que se nos olvidara el calor debajo de nuestros vestidos largos. Las niñas chiquitas del cortejo parecían barbies e hicieron su trabajo con soltura y determinación. Se bendijeron los anillos. Eli aceptó amar y cuidar a Agustín. Tín confirmó que la cuidaría en la enfermedad y la adoraría hasta que la muerte los separase. Y después de la bendición del padre el esposo tomó a su esposa por la cintura, y como John Travolta en Grease, tomó a su Olivia Newton-John, la inclinó hacia atrás y la besó con pasión, olvidándose del universo. La lagrimita que había podido detener el jueves hizo de las suyas y me dejó la cara negra de rímel. Pero eso sí, el rímel mejor chorreado ever.

Newly Wed

Afuera de la iglesia nos esperaban burbujas, fuegos artificiales y vasitos de agua y papelón con limón –más detalles glamorosos-. Los novios recorrieron los alrededores de la plaza y la catedral para su photoshooting y como fotógrafa puedo imaginar que con ese atardecer y el color del cielo, las imágenes deben haber quedado espectaculares. Cuando cayó el sol, nos montamos en los autobuses en dirección a la recepción, que sería en casa de Eli.



That girl, that girl is mine

Llegamos a casa de Eli listos para pasar la noche celebrando. La urbanización parecía el Contry Club de Miami y la casa podría salir perfectamente exhibida en una revista de decoración exclusiva. Todo, absolutamente todo, desde la puerta de entrada hasta el baño, era hermoso, lujoso y perfecto, con un gusto exquisito y una distribución del espacio ideal.

El cielo decidió ponerse negro y perfecto, y menos mal que fue así, porque la recepción era en el jardín de la casa, a los alrededores de la piscina, sin toldo. La decoración aludía a una especie de feria campestre: las mesas eran de madera, los centros eran tobos de metal pequeñitos con florecitas discretas y la iluminación se concentraba en extensiones abiertas de bombillos amarillos. Si alguna vez tienen que decorar su boda y no saben por donde empezar, les recomiendo a la mamá de Elisa –Dios, qué gusto tiene esta señora-.

No les puedo explicar con palabras el orgasmo culinario del que se deleitó mi paladar con los pasapalos y entremeces de la fiesta. Cada uno era mejor que el otro, variados y abundantes. Mi favorito sin duda: tequeños rellenos de queso y dátiles en salsa de papelón –majestuosos-. Además destinaron un cuarto completo para los postres, decorado como una casita francesa durante el Renacimiento, con jarrones de vidrio que contenían diferentes dulces y miles de vasitos para alimentarnos de pura insulina: macarrones, alfajores, cupcakes, pie de limón, mousse de Brownie y pare usted de contar. Comí más que Augustus en “Charlie and the chocolate Factory”, sin dilemas ni remordimientos.

Comenzó la fiesta y los novios nos exhibieron su primer baile con la canción de “Si tú me besas” de Víctor Manuelle. No hizo falta insistir para que todas las amigas nos lanzáramos a la pista con nuestras parejas dispuestas a destruirnos los pies encaramadas en nuestros protocolares tacones. Bailamos salsa, merengue, reggaetón y hasta bachata. El grupo que tocó se lució, se llamaban Gabbana, eran súper afinados y muy animados –cualidad difícil de encontrar en los grupos bailables-. El piso destilaba color y nosotros sonrisas. Qué linda pareja, qué linda fiesta.





En la entrada de la fiesta dispusieron un backing súper original para tomar fotos. Consistía en una pared falsa tapizada con diferentes colores y texturas, con marcos vacíos para retratar caras y dos sillas victorianas adelante para los “newly wed”. También habían carteles con anuncios estilo “Yo la amo”, “Nos casamos”, “Felicidades a los novios”, entre otros. Un aplauso para los genios de la decoración. Nos divertimos un mundo tomándonos fotos ahí.

Como las sorpresas no se terminaban, Agustín se subió a la tarima y le cantó a Elisa una canción lindísima de U2 –el nombre honestamente lo desconozco- y mi amiga por poco no se desmaya de amor. Qué cuchura chico. Y después de acabar con los repuestos de la Polaroid, comer como salvajes y bailar hasta quitarnos los zapatos, no pudimos evitar terminar la velada con una de las famosas arepas de los Hermanos Moya, quienes además estaban personalmente sirviéndolas. Dame dos con Pecorino, aguacate y tomate, por favor. Mi power novio optó por el chupe y luego no resistió la tentación y me acompañó con una arepita. Después del último bocado, comenzó el arrepentimiento –Cristina, si condenaran por pecados capitales, ya te hubieran condenado 18 veces por gula-. Pero en fin, sarna con gusto no pica, y tampoco es que tus amigos se casan todos los días –momento de autoaceptación, bullshit-.
Andre y los Hermanos Moya

El domingo dormimos hasta el mediodía y amanecimos literalmente destruidos, inapetentes y con dolor en los pies. Los dos #powerviejitos sentíamos que habíamos corrido un maratón. Paseamos por el Sambil un rato y luego nos fuimos al aeropuerto recordando con sonrisas los detalles de la fiesta. Nos despedimos de la isla con un caluroso “Hasta Pronto”, deseándole a Eli y Agustín lo mejor del mundo en esta nueva etapa. Mucha felicidad Bonis, Salud!










domingo, 10 de noviembre de 2013

LISBOA: DECADENCIA QUE SEDUCE



En mi mundo ideal, sería decreto de ley echarle un manguerazo a las fachadas de las casas y negocios al menos una vez al año y acto seguido pintarlas de diferentes colores, adornando las ventanas con flores y guirnaldas.


Día1: Salimos de Sevilla el lunes 28 de octubre a las 11 a.m. en el mismo avión de juguete que nos llevó a Sevilla, damn. Aterrizamos sin contratiempos en Lisboa, donde atrasamos nuestro reloj una hora y tomamos un taxi fuera del aeropuerto que nos llevó al Hotel Fenix Lisboa -súper bien ubicado, al lado de la Avenida Liberdade y en el lobby regalaban manzanas verdes, ¡yes !-. Nos dieron una habitación linda, nos organizamos y pateamos la calle ipso facto.

Vista desde el Hotel Fenix Lisboa

Tengo que reconocer que vine a Lisboa sin averiguar nada previamente. No tenía ni idea sobre los lugares turísticos, los spots históricos ni cómo trasladarme. Ni siquiera sabía cómo se llamaba el hotel. Pero descubrí que viajar así también tiene su encanto. Te permite  perderte, imaginar, llegar a sitios que quizá con un mapa hubieras evadido y además te libra de pre-juicios sobre los "Must do". Tú te vas creando tu camino y tu historia. Así conocí Lisboa.

Mi mamá había venido por primera vez hace dos años con mi papá -justicia, yo repetí Holanda y Sevilla, ya me tocaba conocer algo nuevo a mí-, por tanto ella estaba bastante ubicada. Caminamos toda la Avenida Liberdade dirección al mar y recordé la quinta avenida de Nueva York, llena de tiendas que despiertan deseos pero que rechazan los bolsillos. Llegamos a la Praça Restauradores donde los edificios comenzaron su labor seductora con mi Canon. La ciudad me parecía clara, y es porque muchas de las calles y bulevares son de piedras blancas y reflejan el sol. Estaba nublado pero no hacía nada de frío. Obrigado Pacheco.

- A esta ciudad le hace falta como un manguerazo - repetía mi mamá mientras caminábamos. Y no se equivocaba, de verdad que no le ponen cariño a las fachadas de los edificios. La mayoría de las casas y negocios parecen sucias y decadentes, se ve polvo en los vidrios y las que tienen azulejos dan la impresión de estar abandonadas. Es una lástima, la ciudad es increíblemente pintoresca -me atrevería a decir que la más llamativa de todo el viaje-, todas las casitas están pintadas de diferentes colores, las ventanas varían en formas y diseño y sólo comparten los techos de simétricas tejas rojas. La sentía nostálgica, como a la espera de algo -¿del progreso?-. Pero como diría mi amiga Gress, "es una decadencia que seduce".


Llegamos a la Praça Rossio frente al teatro nacional, con una fuente muy linda y unas grecas en piedra negra que adornaban todo el piso, continuando por toda la Rua Augusta hasta la Praça de Comércio. Según mi mamá, esos mismos detalles en el piso se encuentran en Copa Cabana, Río de Janeiro. Me pareció lindísimo y elegante. Le dimos la vuelta para tomar el tranvía 28 que nos dejaría en lo alto de una colina, en el Castello Sao Jorge. Me sentí en San Francisco montada en este medio de transporte tan particular, apretadita por tantos turistas y deleitándome con las casitas y su gente. 





Nos bajamos en la zona más alta que alcanza el tranvía y desde allí la vista es estelar. El río Tejo (Tajo) se impone en todo el frente dando la sensación que lo que observamos es el mar. Pensé en los grandes navegantes portugueses y su majestuoso interés por gobernar las aguas y conquistar territorios. Y ¿cómo no?, desde allí provoca ser dueño del mundo.




Caminamos cuesta arriba para visitar el Castello -voy a llegar con las nalgas como una carajita de 15 si seguimos paseando por estas subidas, decía mi mamá sonriendo-. La fortaleza se levanta en lo alto de la zona de Castello, con dimensiones notables y vista prodigiosa. Sirvió como castillo, luego como defensa y en el terremoto de Lisboa de 1755 se destruyó por completo. El siglo pasado lo restauraron y ahorita es una suerte de parque-mirador para contemplar el río y la ciudad en perfecta simbiosis. Un lujo pararse en una de las torres, respirar la brisa fluvial e imaginarse como harían las princesas con esos vestidos tan pesados por bajar y subir esas escaleras tan intricadas. Mis respetos mes demoiselles.







Salimos de allí rumbo a la catedral en el barrio de Alfama, pero antes nos detuvimos a almorzar en un restaurante chiquito y acogedor. Estaba ubicado  un poquito más abajo del primer mirador, siguiendo la ruta del tranvía, a la derecha. Sin desperdicio. La catedral  nos sorprendió gratamente, con sus columnas de adornos abundantes talladas en piedra y un altar majestuoso al fondo. Comenzamos el descenso sin mapa y poca orientación buscando la Praça del Rossio para regresar al hotel, y nos encontramos con callecitas llenas de vida nocturna, cafés y tienditas. Decidimos caminar hasta la puerta de la Rua Augusta, por un boulevard repleto de locales y turistas, donde de vez en cuando se escuchaban Fados -música típica portuguesa-. Cruzamos el Arco de la Rua Agusta, entramos a la Praça de Comercio, pero no tomamos fotos porque el flash estaba mimadito. Regresamos al hotel por la misma ruta de ida: Praça Rossio, Praça Restauradores, Avenida Libertade y yo calculé como 15 kilómetros recorridos. No valía ni un bolívar -lo cual es igual a decir nada- así que nos acostamos temprano para aprovechar nuestro último día.



Día 2: nos levantamos a las 8 a.m. y después de enviar varios correos bajamos a desayunar. Por 5 euros, quedamos gratamente sorprendidas. El cielo se había puesto lindo, como todas las ciudades cuando se despiden de nosotras.


Mi mamá quería llevarme a conocer Barrio Alto así que sin mapa seguimos las señales de la calle. Para  ir a cualquier sitio, tienes que subir el Sacre Coeur tres veces sin pasar por Go ni cobrar 200$. Admiro a esta gente, ya entiendo por qué dicen que mis pantorrillas son de portuguesa.

Camino a Barrio Alto

Llegamos a una zona hippie estilo el Soho de NY llena de boutiques de diseñadores independientes. El barrio se llamaba Principe Real. Desde allí otro mirador nos regalaba la vista contraria al Castello Sao Jorge, mientras un guitarrista versionaba "Imagine" en portugués. Speechless. Bajamos caminando por todo el barrio de Chiado y siguiendo la ruta del tranvía caímos en la Praça de Comercio donde esta vez si nos pudimos tomar fotos. La plaza es un espacio abierto enorme que me hizo recordar la Plaza Mayor de Madrid pero sin uno de los lados. La brisa nos conducía al agua, donde nos sentamos en unas piedras en silencio a contemplar el río. Un poco más adelante, a la izquierda, el puente 25 de abril -muy parecido al Golden Gate de San Francisco- une dos trozos de tierra atravesando el Tajo.

Barrio Principe Real
Callecitas empinadas de Chiado
Praça de Commercio





Caminamos hasta donde me permitieron las ganas -estaba tan cansada que mi mamá decía que el baby se había robado todo mi power- y tomamos un autobús hasta Belém. Allí caminamos a través de un parque increíble donde la gente recibía el sol con alegría. Me provocó intensamente ser la Ministra del nuevo invento de este gobierno y dedicarme a construir y sembrar parques en toda Caracas; eso sí sería suprema felicidad. Pasamos frente al Monasterio de los Jerónimos, una estructura larga y rectangular de piedra maciza a la que también le hacía falta un manguerazo. Entramos a la catedral, descansamos del sol y salimos a comer los famosos pastelitos de Belén. Aquí está la panadería original -así como la Cueva de Iria de los panes de jamón en Sebucán- y tuvimos que hacer cola para entrar. Pero valió la pena la espera, son para chuparse los dedos. Imagínense una natilla dulcita y caliente dentro de una capita de croissant crunchy. Mucho con demasiado. Me dê três por favor.


Los ORIGINALES pastelitos de Belém, ñami ñami


Monasterio de Los Jeronimos

Interior de la Catedral del Monasterio



Caminamos hasta el Monumento aos Descobrimentos, una estructura colosal de piedra blanca que apunta al río. El cielo azul y el color blanco hacían un contraste esplendoroso. Nos tomamos las respectivas fotos y  nos dirigimos hacia la torre de Belém, que honestamente se veía más cerca de lo que realmente estaba. Ya yo estaba arrastrando los pies del sueño y el cansancio, pero llegamos a los souvenirs, regalito por aquí, regalito por allá y contemplamos sentadas en un muro la torre. Ha sido un viaje maravilloso mami, te amo, gracias por todo.

Monumento a los descubrimientos

Torre de Belén


Un taxista simpatiquísimo nos llevó de regreso al hotel contándonos anécdotas de sus pasajeros y hasta nos regaló su business card para seguirlo en Facebook y recomendarlo a próximos turistas. Cristina likes this. Eran las 4:00 p.m. y estábamos tan cansadas que nos quedamos en la habitación respondiendo mensajes y correos. Sentíamos que ya teníamos un recorrido importante por lo más lindo de Lisboa. Esa noche cenamos comida típica cerca del hotel, atendidas por un mesonero muy dulce y educado. Según mi mamá, en este viaje se reconcilió con los portugueses, a quienes concebía como personas antipáticas y desinteresadas. Nada más lejos de la verdad.

Ya sólo nos quedaba aceptar el retorno a la tierra del caos y añorar un viaje así en un futuro no muy lejano. Te amo mamá, gracias por acompañarme en esta travesía. Aterrizamos, Hello Disneyhell, comenzaron los aplausos.
Nostalgia portuguesa con vista al Tejo
Mirador de Sao Pedro de Alcantara
Desde el mirador Sao Pedro de Alcantara


Calidad de vida a orillas del Tejo
Callecitas empinadas y el famoso tranvía

Trabajo honesto en la Rua Augusta