En mi mundo ideal, los matrimonios civiles serían ceremonias íntimas. Primero los novios se declararían su amor frente a frente, elegirían a dos grandes amigos para ser sus testigos y se casarían en lugares mágicos, llenos de vibras bonitas. Mi matrimonio civil, fue el ideal.
El 4 de septiembre del 2014 me despertó el
abrazo de mi mamá: hoy se casa mi “Curi-luri”. Así me llama desde que le dije
que me iba del país, quizá es una manera de sentirme aún su “chiquitica”.
Percibí su amor sincero y una despedida silenciosa, como si con ese gesto me
hubiera dicho tácitamente que ya era una mujer grande, que ya me quedaban pocos
días viviendo bajo su techo.
No
crean que el día que van a cambiar de estatus civil se siente la diferencia. De
hecho creo que es mejor de esta manera, sentirse “novios” es la mejor etapa, y
hay que mantenerla así siempre. Pero sí hay una sensación de cambio, de
crecimiento, de consumación de una fase quizá un poco menos formal. Es lindo,
es diferente, es auténtico.
Desayuné
cereal con yogurt y un cambur –sufro de Síncope Vasovagal y cuando estoy
ansiosa o vivo emociones extremas, me desmayo- para tener el potasio en su
santo lugar. A las 10:00 a.m. salí corriendo a la peluquería en el centro
comercial Macaracuay Plaza –Keylita me peina, maquilla y saca las cejas desde
que yo era un cigoto-. Sabiendo que me iría del país la semana siguiente, me
hizo “latonería y pintura” y me dejó de 15 –Keylita, en dólares no pienso
pagarle a un peluquero así que echa tijera que no regreso hasta enero-.
Del
otro lado de Caracas, mis amigas por el grupo de Whatsapp me pedían selfies
del maquillaje. Una de las madrinas de las boda, Paty Pats, no estaba en
Caracas pero solicitaba actualizaciones constantes. La gente estaba feliz, yo
estaba feliz. El día estaba bonito, la gente sonreía –bueno, quizá esto último
eran ideas mías, pero yo veía al mundo feliz-.
Cuando
salí ya no tenía las cejas de Frida Kahlo y mi cabello ya no era una estopa.
Nunca uso maquillaje, así que cuando me maquillan siempre me siento rara, pero
resultó ser sencillo, acorde con la ocasión. Salí corriendo a mi casa porque mi
futuro esposo me buscaría a las 12:30 p.m. pero me acordé que no había buscado
el bouquet y me desvié velozmente.
¿Bouquet? Se preguntarán por qué
utilizaría bouquet el día del matrimonio
civil. Pues no es un “bouquet”
convencional, no es de flores, es de cupcakes.
La mamá de uno de mis mejores amigos, la Súper Leo, es una repostera
excepcional y siempre me complace en mis caprichos –ella me diseño la torta en
forma de maletas vintage de la fiesta
de compromiso-. Como fotógrafa, sólo podía pensar en lo divertidas que podían
ser las fotos con un bouquet comestible,
así que me diseñó uno de Girasoles –amo el color amarillo- y me lo entregó con
su cariño infinito como regalo de bodas.
El Picacho, nuestro primer testigo
Vic
y yo nos conocimos en Soho, Galipán. Hace poco más de un año y sin buscarlo,
fuimos presentados por dos amigos cuyas intenciones eran encontrarnos pareja a
los dos. Debo reconocer que no fue hasta la tercera o cuarta cita que empecé a
sentir empatía –cuando mi esposo lea esto, lo negará por siempre jaja, pero es
la verdad-.
Uno
está lleno de prejuicios estúpidos. La verdad es que el entorno social de
Caracas es a veces muy superficial y en la búsqueda del “hombre ideal” a una le
salen raíces porque es difícil encontrar un hombre que cumpla todas tus
expectativas. Víctor me lleva 14 años y cuando lo conocí yo misma me puse la
primera barrera: What? Este va a
querer tener hijos mañana, ¡sape gato! Nada más lejos de la verdad.
Víctor
es el hombre más hermoso de corazón que he conocido en mi vida. Es un hombre
bueno, bueno de verdad, honesto, súper trabajador, muy familiar, le encanta la
aventura, hacer deportes y ama viajar –condición elemental-. Pero apartando
todo esto, Víctor sabe lo que quiere en la vida, está claro de sus objetivos
personales y profesionales y eso, eso precisamente, yo lo considero
salvajemente sexy.
En
resumidas cuentas hicimos click. El
amor puede ser todo lo racional que ustedes quieran, pero debe haber una
química, un je ne sais quoi que te
haga sentir espléndida. Víctor lo logró, like
no one else, y no dudé ni un minuto en darle el “sí” cuando pidió mi mano
porque yo me gané la lotería con este hombre e imagino un futuro maravilloso sólo
con él.
Entonces,
Soho es nuestro lugar y desde allí decidimos consumar nuestra unión ante la ley
del hombre. A mi mamá de casualidad no le dio un infarto porque ella soñaba con
que su única hija hembra se casara en el comedor de su casa. Para mí esto era
una tontería, ¿qué importancia puede tener casarse en la casa?. Yo le decía que
todos los acontecimientos importantes de mi vida los había celebrado allí, que
no quería que allí fuera mi boda. En fin, fueron varias semanas de negociación
y finalmente acordamos que Víctor y yo firmaríamos el acta en Galipán –con la
hermosa jefe civil y los testigos- y luego la celebración sería en mi casa. Ok, deal.
The prime time: Sí, lo tomo
My
powerbaby me buscó a la 1:00 p.m. y suspiró un wow cuando me vió. ¿Quién está niña tan linda? ¿tú te casas hoy?.
Sí, me caso contigo y eso me tiene feliz. Vestía un maxi dress de una marca venezolana que se llama Etherea –bello,
boho, libre-, una coronita de Camelia y un collar de pompones que me mandé a
hacer para el vestido. Yo quería casarme de colores, como me gusta, no classic style, no white or beigh dress,
no hair up.
Era
jueves, no esperábamos tráfico. Habíamos quedado con las fotógrafas en
buscarlas a la 1:00 p.m. por el Hotel Altamira Village pero la ciudad nos hizo
una mala jugada. Llegamos 45 minutos más tarde de lo acordado corriendo para
comenzar a subir Galipán. Ya los camarógrafos nos esperaban en el puesto de
guarda parques.
Soy
fotógrafa. Obviamente después de mi amado esposo, para mí lo más importante son
las fotos. Después de toda la organización, el trajín de ese día y lo rápido
que pasa, lo único que queda, son las fotos. Así que contraté a dos chicas
súper talentosas –Bonshot- a quienes además conozco de la universidad y que tienen
un ojo muy particular para las fotos documentales. No lo pensé dos veces y las
contacté. Les mandé algunas referencias de lo que me gustaba y llevé mi bouquet
de cupcakes para tomar las mejores
fotos. Y sinceramente, quedaron preciosas.
Comenzamos
a subir Galipán a las 2:00 p.m. y fuimos haciendo paradas para tomar las fotos.
El día estuvo estupendo, ni muy soleado ni muy nublado. La luz nos ayudó
muchísimo. La vibra estuvo súper, las fotos muy originales. Los chicos del
video trabajaron en perfecta sincronía con Bonshot. Fue una tarde increíble.
Llegamos
a Soho casi a las 4:00 p.m. Allí nos esperaban los mejores amigos, “los bonis”,
quienes nos presentaron y nuestros testigos, y mi hermana y mejor amiga, Luci,
quien desde hace casi 2 años trabaja para la Alcaldía de Sucre y tiene potestad
para casar. Qué emoción tenerlos a todos allí. Nos tomamos algunas fotos, el
Picacho se abrió para nosotros y pasamos al jardín donde Mery, la dueña del
restaurante, había preparado una mesa para nosotros.
Powerbabies con Los Bonis |
Powerbabies con la próxima presidente :) Luci, my BFF |
Lindos testigos, Eli y Agus |
Luci
abrió el acto con unas palabras hermosas, ella es lo más especial del mundo.
Acto seguido habló Elisa sobre lo feliz que estaba de que nos casáramos, luego
Agustín también nos expresó su alegría. Vic y yo, tomados de la mano, vivíamos
más compenetrados que nunca ese momento tan mágico. Las fotógrafas capturaban
todos nuestros gestos, los chicos del video también estaban súper fajados.
Sr.
Cristo José… digo, perdón, Víctor José. Todos nos moríamos a carcajadas.
¿Acepta usted por esposa a la ciudadana Cristina Eugenia Yépez Faría? Sí,
acepto. Srta. Cristina Eugenia Yépez Faría, ¿acepta usted por esposo al
ciudadano Víctor José Badell Navarrete? Siiiiiiiiiii, acepto. Con la autoridad
que me concede la ley, los declaro unidos en matrimonio civil. El cielo se puso
más azul, el día más soleado, las sonrisas no nos cabían en los rostros. Ven
acá para darte un beso Víctor Badell, el primero de muchos como esposos.
Mi
esposo había subido unas Champagnes
unos días previos al gran día así que los chicos de Soho llegaron con unas
copitas heladas para brindar por la unión. Estuvimos como media hora brindando,
hablando, tomándonos fotos y siendo felices. Me pareció estupendo que la
ceremonia fuera tan pequeña y privada. Todo lo vives al mil porciento, el único
sonido era la naturaleza y nuestro primer testigo, el Picacho.
Rumbo a la celebración
Bajamos
de Galipán alrededor de las 5:00 p.m. y llegamos a mi casa a las 6:00 p.m. Mi
mamá había invitado a las 7:00 p.m. pero algunos invitados comenzaron a llegar
antes pensando que la lectura del acta se haría puntual –el acuerdo, además de
hacer el brindis en la casa, era volver a leer el acta-.
La
energía era lindísima, la familia estaba contenta. Mi papá, que tiene las
mismas 3 corbatas desde el 87, hasta se compró un Flux nuevo y se puso una
corbata que Vic y yo le regalamos –aunque sabemos que no le gustó para nada-.
Mi mamá estaba realizada, su sueño se había cumplido: que me casara con un
hombre bueno, trabajador y familiar.
La
verdad esta celebración la organizó enterita mi mamá. Yo con el trabajón que
tenía en Fotomov y los preparativos para emigrar del país, decidí ocuparme del
matrimonio eclesiástico en Miami y dejarle a ella el de Caracas. Como toda una
ejecutiva, contrató el catering, los dulces, algunas sillas y mesas adicionales
y se encargó de invitar a la gente. Es lo más eficiente del mundo, me encanta.
A
las 8:30 p.m. nos casamos por tercera vez –el matrimonio en Perú ante la
Pachamama fue nuestra primera unión-. Luci leyó el acta, “los bonis” repitieron
algunas palabras y esta vez los #powerbabies dijimos nuestros votos –ups, no teníamos nada preparado, pero
creo que fue más lindo haberlos dicho de improvisto, desde el corazón-. Mis
papás atrás de nosotros soltaron algunas lágrimas de alegría. Mamama –mi
abuelita- y mamá Elda –abuelita de Vic- estaban contentas. Luci los invitó a
todos a firmar el acto como testigos.
Estuvimos
hasta las 2:00 a.m. celebrando. Mis amigas más cercanas nos acompañaron, así
como la familia más íntima –no quisimos hacer una fiesta grande porque la boda
de Miami ya se va a llevar muchos gastos-, fue una reunión de 50 personas.
Después de que se fueron todos los invitados, finalmente mi papá le dijo a
Víctor que podía llamarlo “Moncho”, dejando atrás el formal “Sr. Ramón”. Bravo.
Aunque
ya estábamos casados, aún no viviríamos juntos. Nos despedimos con un abrazo de
quienes se aman. Al día siguiente prepararíamos el equipaje para viajar a
Canaima, donde disfrutaríamos de nuestra #powerhoneymoon. Más de esta aventura
en un próximo post :)
Hola!! me encanto tu boda!, estabas hermosa! y las fotos en Galipan espectaculares!!, te consegui por casualidad cuando buscaba en google para hacer mi boda alla arriba :)
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