En mi mundo ideal habría una ley
donde la distancia mínima para poder sacar tu vehículo fuera 35 kilómetos, así
que la gente se vería obligada a utilizar bicicleta para muchas de sus
diligencias
Visitar un país por primera vez es una
sensación inquietante. El querer saber cómo se desarrolló, en qué trabaja su
gente o cómo se comportan con respecto al clima, son asuntos que inmediatamente
llaman mi atención. Y de todas las historias y sucesos políticos que estudié en
el Mater o en la Monteávila, para mí la más impresionante y abrumadora fue el
Nazismo y la Segunda Guerra Mundial desarrollada, como todos saben, desde
Alemania.
Hace poco más de 40 años Ernesto Faría Galán, mi
abuelo materno -papapa-, fue designado Embajador de Venezuela en Alemania. El
país europeo estaba dividido en dos: el Este, socialista, gobernado por la URSS
y el Oeste, demócrata, dividido entre USA, Francia e Inglaterra. Mi abuelo
trabajaba en Bonn, la capital política de la "West Germany" para ese
entonces y mi mamá tuvo la grandiosa oportunidad de vivir dos años en este país,
junto a mi abuela y mis cuatro tías, experimentando la reconstrucción de un país
post guerra. Repentinamente papapa fallece y mi abuela regresa a Venezuela con
sus cinco hijas, dejando atrás un país de noveles oportunidades.
- Punchi, quisiera regresar a Bonn y ver cómo
está la ciudad donde viví hace 44 años-, me dijo mi mamá a principios de año.
En mayo una gran amiga que vive en Sevilla me informó que se casaba y me invitó
a su boda. A mí me pareció la excusa perfecta para cruzar el charco en mi viaje
anual (trato de hacer un viaje grande al año) y le dije a mi mami que se
viniera conmigo. - Perfecto, ya que vamos tan lejos, hagamos un salto en
Alemania y luego volamos a Sevilla para la fiesta, mejor imposible-. Compramos
los boletos y comenzamos la planificación.
El internet hizo de las suyas hace 6 años y mi
mamá encontró a través de un Google Search a la que fue su amiguita de la
infancia en Bonn, su vecina de la casa de enfrente que compartía su edad e
intereses, pero no su idioma. Claudia Rekter es una mujer infinitamente
encantadora que hace cuatro décadas visitaba a mi mamá en la residencia del
Embajador y como buena alemana se dedicó con carácter militar a enseñarle el
idioma para que pudiera entender las clases en el colegio. Eran amiguitas de
bicicleta, de club, de aventuras. Después de la muerte de mi abuelo, las Faría
vuelven al tercer mundo y ellas perdieron el contacto, hasta que se
reencontraron en la web. Desde entonces, Claudia ha ido dos veces a Venezuela,
yo la visité hace cuatro años a su casa en Delft (actualmente está casada con un
holandés y vive en Netherlands) y ahora, es nuestra guía turística por las
memorias de mi mamá.
Berlín: danke danke danke
Llegamos a Berlín el lunes 14 de octubre. La
ciudad nos recibió con 12 grados pero veníamos preparadas. Debo reconocer que
usar tanta ropa me pone un tanto de mal humor, soy veraniega de pura cepa. Pero
el otoño tiene lo suyo, es un frío agradable, es un airesito rico, un "ne sais
quoi" que me gusta.
Nos hospedamos en un hotel súper moderno, con
una decoración exquisita, donde el mini-bar de la habitación era cortesía y
regalaban manzanas verdes en la recepción. Mágico. Esa tarde hicimos una vuelta
de reconocimiento, vimos gente linda, calles lindas, parques lindos. Estábamos
felices. Desde que salí del aeropuerto, la ciudad iba ganando puntos
positivos.
Viajar con mi mamá es desafiante. Con 56 años, tiene más energía que un triatlonista. No para de caminar ni cuando tiene hambre
-que honestamente nunca padece- y no pasa por alto ningún "monumento
importante". Así que les cuento con propiedad que los dos días y medio que
pasé en Berlín fueron bastante productivos.
La capital de Alemania es una ciudad seductora.
Su gente es amable y sonriente, los niños juegan en los parques libres de
miedo, el gobierno hace esfuerzos por respetar la cultura y los monumentos y
las calles son realmente impecables. Me llamó mucho la atención la cantidad de
grúas y tractores en toda la ciudad, reconstruyendo calles, estaciones,
edificios. Esto es sinónimo de progreso, me repetía mi mamá.
Y no se equivoca. Alemania es el país del
estoicismo. Esta gente se reconstruyó de las ruinas. Hace 50 años el pueblo
alemán estaba destruido económica, política, cultural y moralmente. Son
personas fuertes, trabajadoras, como si se prepararan día a día para la
calamidad. Cada vez que veía a un alemán montando bicicleta, sonriendo, en la ribera
de un río o entre los árboles otoñales, algo gritaba dentro de mí: coño, se lo
merecen. Y que me perdonen los radicales, pero opino que la mayoría de esta
gente no estaba de acuerdo con el nazismo, fueron víctimas de una guerra
inducida por un enano frustrado y loco, y los que sí apoyaban sus teorías, o
tienen 100 años o se los comieron los gusanos. Continúo.
Día 1. Viajando con mi mamá, no podíamos
empezar la ciudad sin montarnos en el "City Tour" (se toma en el
Hauptbahnhof, la estación central de Berlín -impresionante-). Cuando viajo sola
no lo tomo, pero debo reconocer que no fue mala idea porque cayó tremendo palo
de agua apenas nos pusimos los audífonos y además nos dio una idea general de
los monumentos más importantes en una ciudad tan grande. Ya ahí tenía la boca
abierta.
Nos bajamos en el Postdamer Platz y allí vimos
los primeros restos del Muro de Berlín -¿a cual idiota se le ocurrió separar
personas con un muro?-. Caminamos por el Sony Center y nos dolió el cuello de
tanto ver el techo; la estructura es magnífica, estos tipos son tremendos
arquitectos. Seguimos hasta el Holocaust Mahnmal -Memorial del holocausto-
impresionante y conmovedor y continuamos hasta la Brandenburger Tor. Justo en
frente, hace poco menos de 30 años, pasaba el muro de Berlín. Yo caminaba sin
creerlo. Desde allí, con sus arboles otoñales, se extendía el Tiergarten emulando
unos "Champs Élysées alemanes" hasta la columna de la Victoria -Berliner Siegessäule-.
Postdamer Platz |
Sony Center |
Memorial del Holocausto |
Memorial del Holocausto |
Caminamos de regreso al Postdamer Platz,
tomamos nuevamente el “Sightseeing Bus” y nos dejó en el famoso Check Point
Charlie. A los que les gusta la historia, les recomiendo pasar por aquí. Un
alemán hermoso de ojos verdes, disfrazado de soldado ruso, nos explicó todos
los sellos que tenían que estamparse en el permiso especial para los alemanes
que querían cruzar del Este al Oeste. Pana, pobre gente. Las medidas represivas
eran horribles, miles murieron tratando de saltar el muro. Ahí mismo hay un
pequeño "Memorial" para los caídos en busca de la libertad del Oeste.
Inmediatamente pensé en "Goodbye Lenin", qué peliculón.
Check Point Charlie: explicación sobre los permisos para cruzar del Este al Oeste |
Check Point Charlie: único punto de control para cruzar el muro |
Turista que se respeta, come salchicha alemana
en Alemania. Si se pasan por Berlín algún día, no pueden dejar de probar la Brühwurst, salchicha cocida con salsa Ketchup y curry en polvo. Esa fue nuestra primera cena, excelente manera de cerrar el día.
Día 2. El segundo día amaneció un poco más
frío, pero también más otoñal. Esa mañana descubrí que el otoño es mi estación
favorita y que la combinación de rojos y naranjas me alimentaban el alma. Ese
día también descubrimos que es un golpe de suerte conseguir locales con puntos
de venta y que nos estábamos gastando el apreciado efectivo. Qué fail.
Comenzó el maratón del último día. Empezamos
por Di Bundestag -el Parlamento- porque tenía un "dome" que mi mamá
se moría por ver, pero fuimos justo en la semana de limpieza. A pesar del ruego
y el regateo no hubo excepción, son alemanes. Pasamos nuevamente la puerta de Brandenburgo y seguimos hasta el
"Memorial" por la muerte de los judíos. El día antes solo pasamos por
en frente, pero soy apasionada por la historia y quería escuchar todos los
detalles de esta tragedia. Y valieron los 45 minutos de espera bajo 12 grados.
Estuvimos dos horas escuchando testimonios, viendo mapas, leyendo cifras. Estábamos
indignadas, la masacre no tiene perdón.
Di Bundestag |
Puerta de Brandenburgo PD: corto los bordes de todos los monumentos, odio que salga la gente :) |
Al salir de allí tomamos un chocolate caliente
y seguimos la caminata vía Gendarmenmarkt (una plaza enorme con tres iglesias
hermosas que hace varios siglos sirvió de mercado), y como si uno viniera a
Alemania todos los meses, ese día estaban grabando una película y tenían los
alrededores cercados. Pues nada, hasta la próxima. Continuamos la caminata -yo
calculo que ya llevábamos 12km desde que salimos del hotel-, pasamos por la
universidad Alexander von Humboldt -sí, el mismo que exploró nuestro cerro el
Ávila- y nos encontramos de frente con la Berliner Dom (la Catedral de Berlín).
Subimos la torre, unos 250 escalones nada esperanzadores para nuestra falta de
entrenamiento, y desde arriba pudimos observar la ciudad -la ciudad es hermosa,
claro, pero desde allí no se aprecia lo suficiente. No lo recomiendo-.
Catedral de Berlín |
Estaba antojadísima por conocer el East
Gallery, 13 kmts de restos del Muro pintados por artistas de 21 países, creando
una exposición muy variada sobre la libertad. Tomamos un tren en la famosa
Alexander Platz y comenzamos el recorrido con un frío regañon, tomamos unas
fotos y de regreso.
Trozo del muro de Berlín. Este arte me pareció fascinante. East Side Gallery |
Caminata por el East Side Gallery |
En el tren me di cuenta que había perdido mi Iphone.
-Qué enchave, imposible pagar uno nuevo-. A mi mamá, siempre optimista, se le
ocurrió devolvernos a todos los sitios a donde fuimos durante el día a
preguntar por él. Con ese frío yo ya estaba medio bruta y lo daba por perdido,
pero como buena oveja seguí a mi pastora. Después de recibir tres NEIN por
respuesta, solo quedaba devolvernos a la catedral. Eran las 8 de la noche.
Generalmente la catedral cierra a las 6pm, pero ese día había una obra de
teatro y había mucha gente entrando. Mi mamá, en un alemán perfecto, explicó la
situación. La alemana que recibía los tickets de la obra en la puerta, un tanto
amargada, nos hizo el favorsito de llamar al "lost and found" a ver
si por casualidad alguien honesto, que no necesitara un Iphone, había tenido la
amabilidad de llevarlo en caso que alguien lo reclamara. Pues señores, los
milagros existen. Ahí estaba mi celular, sano y salvo, sin sorpresas. La gente
honesta todavía existe, y son alemanes.
Bajé las escaleras de la catedral más feliz que
Miss Universo y me encuentro con un show de laser en la fachada de la Catedral.
Dios existe, pensé. Esto es inexplicable, así que les dejo las fotos.
Llegamos al Hotel agotadas, tomé una manzana
verde -que éxito, son mis favoritas y en Caracas son recaras- y nos dedicamos a
la faena de rehacer las maletas, "nuestra favorita". Al día siguiente
partíamos a Bonn, tras los recuerdos de mi mami.
Bonn: la paz se vive montado en una bicicleta
Llegamos a Bonn sin imprevistos y nos hospedamos
en un hotel súper céntrico frente a la estación central -los desayunos son
estelares y la Nutella era gratis-. Nos quedaríamos ahí tres días, pero como es
chiquita, decidimos conocer una ciudad cercana. Así que esa misma tarde
arrancamos a Köln, famosa por una catedral enorme estilo gótico realmente “breathtaking”.
Catedral de Köln. PD: Fue realmente difícil tomar una foto donde no aparecieran andamios ni personas |
El clima estaba agradable pero había muchísimo
viento. Entramos a la Köln Dome -mi mamá entra en todas y cada una de las
iglesias católicas de las ciudades que visita-, agradecimos por este viaje tan
maravilloso y tomamos un trensito muy acogedor para conocer un poco más la
ciudad.
Estábamos paseando, tomando fotos a las
iglesias -en esta ciudad en particular hay más de 17 iglesias- cuando el tren
se detuvo frente a la fábrica de chocolates de la Lindt. Fue como un rayo de
luz en medio de la oscuridad. Soy adicta al chocolate, era el mejor plan ever.
Entramos a una especie de museo, me enorgullecí al ver que en gran parte de la
exhibición sobre el cacao estaba Venezuela presente, probamos como gorditas
cuanta muestra de chocolate nos ofrecieron y, tal cual Disney, terminamos en
una tiendita de “souvenirs” donde le compramos chocolate a Raymundo y todo el
mundo. Excelente plan.
Maestras chocolateras en plena faena |
Para nuestro segundo día, Bonn nos regaló el
sol. Era un día perfecto para tomar el crucero por el Rhein -un río enorme que
atraviesa la ciudad- así que compramos los tickets y nos sentamos en la
terraza, dedicadas a tomar fotos de los arboles otoñales mientras nos calentábamos
un poquito. Nuevamente pensé en el estoicismo de esta gente y cuanto se merecen
la calidad de vida que tienen ahora. Soñé con una vejez feliz, montando
bicicleta, justo en ese lugar.
Barquito por el Rhein |
Uno de los castillos de las 7 colinas del Rhein |
Como había sol, nos dimos permiso de comernos
un helado y continuamos nuestro recorrido por el centro. La ciudad es
acogedora, de callecitas empedradas y casitas medievales. Me emocionó enterarme
que Ludwing Van Bethooven había nacido aquí, así que fuimos a conocer su
casita. Pasamos alrededor de una hora allí, aprendimos bastante sobre su vida y
sus obras y luego, como buenas venezolanas, nos fuimos a "shopiar"
por el centro.
Día 3. Llegó el día esperado por mi mamá. Nos
encontraríamos con Claudia al mediodía y visitaríamos la casa donde mi mamá
vivió hace 44 años.Cuando la vimos nos emocionamos muchísimo. Ella
es tan pura, tan sonriente, tan amorosa. El abrazo fue sincero y profundo. Qué
alegría tener familia en otro país. Nos montamos en su carro vía los recuerdos
y la primera parada fue la casa de su mamá, justo en frente de la residencia
del Embajador.
De izquierda a derecha: mi mamá, la Sra. Rekter, Claudia Rekter (now Claudia Breen) |
La casa era una postal alemana, con decoración
postguerra y jardín floral perfectamente cuidado. La Sra. Rekter es una alemana
pequeña y encantadora, a quien no le entendí ni una palabra en toda la velada.
Igual le sonreía con cariño. Mi mamá me dejó boquiabierta con su perfecto
alemán y yo me dediqué a fotografiar la casa durante las 2 horas de visita.
Después de almorzar, llegó la hora de cruzar la
calle hacia la infancia de mi mamá. Nunca la había visto tan feliz. Los nuevos
propietarios le dejaron la llave a la mamá de Claudia -ella les contó la
historia- para que pudiéramos entrar y recordar. Pensé nuevamente que los
milagros existen.
La fachada estaba intacta, los recuerdos
empezaron a revolotear. La memoria de Claudia es envidiable, creo que ella
recordaba incluso más que mi mamá. Yo parecía el paparazzi privado, tomándole
fotos en cada esquina. Las cinco hermanas Faría tienen un grupo en Whatsapp y
había recibido órdenes estrictas de tomarle fotos a todo. Yes Sir, empezó la
faena.
Entrada principal de la Residencia del Embajador |
Parte de atrás de la Residencia del Embajador |
Entramos a la casa, vimos los cuartos, abrimos
las puertas de los baños, bajamos al sótano y de casualidad no abrimos los
closets. Los propietarios actuales estaban de vacaciones en España y tengo que
decir que dejaron esa casa como campo de batalla. Pero whatever, mi mamá estaba
feliz -aquí dormía mi tía, este era el estudio de mi papá, desde aquí nos
lanzábamos jugando con la nieve, este era el cuarto de Paco-. Qué hermoso es
tener la oportunidad de volver al lugar donde compartiste momentos felices con
tu papá, y más si ya no está contigo. Fueron minutos muy emotivos, me sentí
bendecida por poder compartir eso con ella.
Nombre de la calle donde vivió mi mami hace 44 años |
La jornada terminó con una cena árabe en casa
de una de las hermanas de Claudia -que casualmente tiene 4 hermanas, igual que
mi mamá, y todas de la misma edad que las Faría- y nos fuimos al hotel agotadas
pero felices. Al día siguiente partiríamos a Delft, Holanda, en busca de nuevas
aventuras -qué galla-. Aquí les dejo más foticos y en próximo post, todo sobre
nuestro viaje por The Netherlands.
La mujer más bella ever |
Monumento a Ludwing Van Bethoven en Bonn |
Otoñito lindo |
La ciudad de las grúas, la ciudad del progreso |
Me encanto! Felicidades por tu blog sui!...en una proxima visitas Múnich, a mi gusto lo mas bello de Alemania! LC
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