En mi mundo ideal, todos
nos desconectaríamos del mundo, su cotidianidad y sus problemas al menos una
vez al año, sumergiéndonos en un espacio lleno de paz, para regresar al caos
cargados de buena vibra.
Hace poco
más de tres meses, le propuse a mi #powerbaby pasar su cumpleaños en la cima
del Roraima. Desde que recuerdo, subir ese Tepuy estaba en mi to do list, y como mi novio cumple el 31
de diciembre, nos pareció perfecto recibir sus 39 y el 2014 encaramados en esa
gloriosa formación con vista a la sabana.
Contactamos
a una agencia de viajes en Puerto Ordaz -Waku Tours- la cual amablemente hizo
toda la gestión con la gente de Backpackers Tours en Santa Helena de Uairén.
Revisé cuidadosamente la lista de implementos que necesitaríamos -hace 4 años hice
un curso de baja y media montaña en el CEU y fue súper útil todo lo que me
enseñaron- y comenzamos los preparativos. Reservamos los hoteles de ida y de
vuelta, compramos las bolsas Ziplog,
las barras energéticas para el camino, pedimos prestado lo que nos faltaba y el
24 nos instalamos en mi casa a armar los bolsos. Guardamos todo como me
enseñaron en el CEU y aunque los morrales quedaron un poco pesados, estábamos
seguros de que no nos faltaría nada. Grito de triunfo: All right!
Salimos de Caracas el jueves 26 de diciembre vía Upata,
donde pasaríamos la primera noche. Definitivamente al que madruga Dios lo ayuda
y nos encontramos una carretera sin imprudentes ni contratiempos. Desayunamos
en la parada obligada de los Yepez, La Medianía, y seguimos vía el Tigre. No
entendíamos por qué para ir de una ciudad a otra había que atravesar un pueblo
y encerrarse en una cola local -las autopistas deberían ir por afuera y los
desvíos deberían ser las entradas a las ciudades-. En el Tigre un gordito
simpaticón nos explicó en el medio del tráfico cómo seguir a Puerto Ordaz
mientras se sacaba un moco de la fosa nasal izquierda -solo en Venezuela-.
Llegamos a la ciudad mejor planificada del país después de cruzar el Puente
Simón Bolívar -una obra arquitectónica de Primer Mundo que nos sacudió los
poros- y fuimos a visitar el parque La Llovizna. Este lugar no tiene
desperdicio y opino que es un punto turístico muy importante. Está súper bien
cuidado, la gente monta su bicicleta con tranquilidad, las familias pasean en
paz y las cascadas te ofrecen espacios de escape al ruido de la ciudad.
Recomendadísimo. Llegamos a la posada Villa Nella en Upata a las 4:30 p.m.
donde caímos liquidados y dormimos como bebés durante 12 horas.
Fauna Parque La Llovizna, Puerto Ordaz |
Puro Power |
Parque La Llovizna, Puerto Ordaz |
A las 5:30
a.m. del 27 de diciembre dejamos Upata rumbo a Santa Helena, ansiosos por
respirar en la sabana vestidos igualitos con unas franelas que nos regalé -sí,
somos unos gallos autóctonos-. Nos costó bastantes kilómetros conseguir un
lugar decente para desayunar y tuvimos que conformarnos con una rueda vieja de
pan de jamón, una manzana y un cambur que compramos en Guasipati. Una vez más
el madrugonazo fue beneficioso y el camino nos recibió despejado y silencioso.
Siendo una
niña de tradiciones, le pedí a Vic que se parara en Las Claritas -mejor
conocido como Km 88- a comprar las uvas para el 31. Después de preguntar en
tres fruterías, nos mandaron al "mercado de los chinos". Cuando entré
al galpón, simplemente no podía creer lo que veía. Todo el establecimiento
estaba atendido por chinos, estaba súper surtido -desde papel toilette, pasta de dientes, pañales
Pampers y pare usted de contar- y sólo se aceptaba efectivo. Los precios no
estaban marcados y no daban facturas. Una anarquía fiscal total manejada por
chinos que ni el castellano dominaban con destreza. Además Las Claritas es un
pueblo inhóspito, de casas destruidas, calles sin asfalto, basura en las
esquinas y gente rara - para no decir malandros y prostitutas -. Dios mío, ni
que ese abasto gigante fuera el mejor negocio del mundo, es suficiente razón
para traerse a toda la comunidad china a trabajar en ese pueblo tan espantoso,
las favelas de Ciudad de Dios son un paraíso celestial al lado de este lugar.
Compré mis uvas y salí corriendo de allí.
Pero todo lo
malo pasó cuando nos sumergimos en la espesura de la entrada a la Gran Sabana.
Los árboles altos y llenos de verde limpiaban nuestros pulmones mientras
pasamos admirados el Monumento "Piedra La Virgen". Unos oficiales
sonrientes nos dieron la bienvenida en el Fuerte de Luepa y la sabana se abrió
ante nosotros, imponente, hermosa y segura. Era la cuarta vez que venía, pero
podría regresar todos los años de mi vida. Es maravillosa.
Rápidos de Kamoirán |
Hicimos una
parada estratégica en los Rápidos de Kamoirán para llenar el tanque de
gasolina, luego en el Salto Kamá para que mi #powerbaby viera su primera caída
de agua -él sí venía por primera vez- y antes de llegar a nuestro destino
final, nos detuvimos en San Francisco de Yuruaní. Aquí fui inmensamente feliz
cuando buscamos a una madre pemona de la comunidad y le regalamos tres bolsas
llenas de ropa. La gente se puso feliz, los niños se acercaron saltando y hasta
nos obsequiaron unas artesanías típicas. Se nos aguó el guarapo, criollamente
hablando, y me provocó hacer mucho, mucho más para ayudarlos. Me sentí
agradecida por tener tanto para dar y poder finalizar un 2013 increíble con
esta acción (carita feliz)
Salto Kamá |
Llegamos a
Santa Helena, mi novio hermoso hizo el check
In en el Hotel Gran Sabana -que terminó siendo más bulla que la cabuya- y
buscamos la oficina de Backpacker en la famosa "Calle del Turismo"
para la charla de iniciación. Allí conocimos a nuestro guía Marco -un indígena
proveniente de Guyana, con cédula venezolana pero que vive en Brasil, “weird”-
y nos explicó en 3 idiomas (castellano, inglés y portugués) la ruta del paseo,
los implementos que necesitaríamos y los últimos consejos antes de empezar la
caminata. Éramos un grupo multinacional de 14 personas -brasileros, japoneses,
franceses, alemanes y venezolanos-, todos ávidos por gritar “Cumbre” en la cima
del Tepuy. Salimos de allí alrededor de las 6:30 p.m. y nos dispusimos a
descansar viendo 2 capítulos de Breaking
Bad. Mañana comenzaría la aventura.
Día 1, 28 de diciembre
de 2013
"Háblenle a la montaña, conéctense con ella y trabajen en equipo"
Salimos del
hotel a las 8:30 a.m. después de desayunar suficientes carbohidratos en el
Caney del hotel. Llegamos a la oficina de Backpacker a las 9:00 a.m. y una
mujer se encaramó en su Land Cruiser
de cabina larga y comenzó a montar los morrales de todos los aventureros.
"Agarren sus cédulas y pasaportes que se los van a pedir en Paraitepuy, y
no me den botellas de agua que aquí arriba se ponen hirviendo". Nos
montamos 4 parejitas vía San Francisco de Yuruaní, donde nos desviaríamos hacia
la comunidad de Paraitepuy, donde comenzaría la caminata.
"Yo me
vine a Santa Helena escapando de Valencia. Me secuestraron a mi mamá y a mí y
me dije -No señor, yo no puedo vivir así-. Ya llevo 14 años viviendo aquí y
estoy feliz" nos confesó la mujer guerrera cuyo nombre no recuerdo,
manejando su camionetota como toda un palo e mujé. Nos aconsejó con dulzura
aprovechar esta experiencia al máximo, conectarnos con la naturaleza, hacernos
masajes cada noche unos a otros para sobrellevar los dolores físicos e
hidratarnos bien. Ajá, ya sabes baby, a hacerme masajitos con Dencorub cada
noche en la espaldita para mantener todo mi power.
Después de
casi dos horas llegamos a Paraitepuy Roraima, una comunidad indígena que tiene
la mejor vista del universo: siete tepuyes a lo largo del horizonte (Uru,
Tramen, Karaurín, Wadaka, Yuruaní, Kukenan y Roraima). Lamentablemente tienen
problemas con las aguas negras y es notorio que por aquí no ha pasado el
Ministro Izarra a ayudarlos a impulsar el turismo con mejores condiciones, eso
sí, hay anuncios de Chávez y Maduro por doquier, y aquí se es pobre, pero
siempre socialista -qué porquería-. Almorzamos un sándwich de queso amarillo y
dos triángulos de patilla dulcita, pagamos la entrada al parque (30 Bs.) y
comenzamos a caminar alrededor de las 12 p.m.
Llevar 12 kilos en la espalda requiere un ajuste
constante del morral, una buena postura y bastante entrenamiento. De lo primero
había perdido la costumbre, de lo segundo me arrepentí esa noche y sobre lo
tercero, creo que no fue suficiente. Pero ya estaba montada en esa aventura y
pa' lante es pa' llá. Según Marco, serían aproximadamente cuatro horas
caminando.
El trecho
era bastante plano, unas pequeñas colinas, la sábana poderosa que se extendía a
los lados y muchos turistas emprendiendo el camino a la vez. Yo caminé tomando
fotos, cantando, reflexionando de la vida con mi #powerbaby, y de vez en cuando
haciendo paradas necesarias para hidratarnos y comernos una barrita o una
fruta. Era impresionante ver cómo los porteadores llevaban cargas enormes con
comida, carpas, ollas y demás artículos para abastecer a los diferentes grupos
que subirían el Tepuy. Hombres y mujeres nos pasaban con una velocidad
insuperable, saludándonos al pasar, con sus cestas cargadas al hombro y sus
sonrisas sinceras. Sus pieles ya están curtidas de tanto sol, sus pies duros
por los kilómetros recorridos y proyectan la fuerza y la temple de una raza que
cree que trabajar sólo significa esfuerzo físico y peso en la espalda. Son unos
guerreros de pureza admirable. Reverencia.
Después de
cuatro horas y media, donde me repetía constantemente que la meta se alcanzaba
con un 30% de entrenamiento y un 70% de ganas, llegamos al campamento del río
Tek, súper organizado, con las carpas montadas y los pemones diligentes
preparando la cena. Guardamos todo en nuestra pequeña guarida, nos pusimos los
trajes de baño y nos lanzamos al río mientras los Puri Puri merendaban con
nuestras espaldas. Esa agua helada es medicinal, te cura cualquier dolor y te
devuelve los años perdidos en el stress de la ciudad. Eso sí, para meterse no
hay que pensarlo mucho. Nos embadurnamos en repelente, obedecimos
religiosamente la orden de nuestra amiga valenciana -háganse masajes unos a
otros y suban las piernas para activar la circulación-, nos empatucamos de
Voltaren y salimos de la carpa a las 6:30 p.m. para cenar. En esta primera
reunión formal con el grupo aprovechamos para presentarnos mientras comíamos arroz
con pollo y papita asada -gasolina para lo que nos venía -. El día 1 había sido
superado con éxito y nos enconchamos en nuestros sleeping bags a las 7:30 p.m.
Campamento del Río Tek |
Campamento del Río Tek |
Día 2, 29 de diciembre
de 2013:
"Everything that drowns me makes me wanna fly"
Lo bueno de
la sabana es que durmiendo en carpa el amanecer te despierta sin los gritos de
la alarma del celular. A las 5:30 a.m. ya estábamos activos y bajamos al río a
lavarnos la cara. Ese día aprendimos que todo lo que dejes
"secándose" encima de la carpa amanece súper mojado por el rocío, así
que no había sido tan buena idea dejar las toallas allí. El desayuno estuvo
absolutamente delicioso: huevos revueltos con tomatico, cebolla y pimentón, con
pan de trigo suavecito y recién hecho por mis pemones maravillosos. De postre
nos dieron patilla y nos regalaron una manzana a cada uno para el camino.
Grande ese menú Marco.
Comenzamos
la travesía quitándonos los zapatos para cruzar el primer río, el Tek. El guía
nos recomendó hacerlo en medias para evitar resbalarnos y yo obedecí sus 8 años
de experiencia. Después de 30 minutos cruzamos un segundo río, el Kukenan, un
poco más ancho y crecido, y esta vez sí necesité de la mano de Jesús, el
segundo al mando después de Marco.
Nuestro fabuloso guía, Marco |
Cuando uno llega a la meta, después de cinco horas
caminando en subida, con el sol regañando encima y 12 kilos en la espalda, a
veces uno olvida lo duro que ha sido llegar allí. Pero señores les digo con
propiedad, no es fácil. En este segundo día se necesita voluntad, una buena
música que te empuje en las colinas y muchas ganas de llegar. Y eso sin contar
todos los litros de agua que te tomas -y que cargas contigo- y el dulce que te
prende el combustible. Vale acotar que debido a mi hobbie-profesión, la gracia de documentar todo y a todo momento sumaba
5 kilos más (que al principio cargaba yo pero que este segundo día le endosé a
mi novio). Pero con el Roraima imponente al frente y el Kukenan retador a la
izquierda, no podía dejar de tomar fotos pensando en el recuerdo de esta
excursión y el cuento que le voy a echar a mis hijos. Muchachitos, su mamá
subió el Roraima con 12 kilos en la espalda y una cámara de 3 kilos guindada en
el cuello, naguará e' dura.
Llegamos al
Campamento Base orgullosos por un segundo día de logros y almorzamos ensaladita
de repollo con dos rodajas de Bologna y pan cuadrado. Hasta comer piedra
hubiera sido la gloria. Nos dijeron que a 10 minutos caminando había un pozo
para bañarse, así que nos pusimos los trajes de baño y nos dirigimos al
balneario a quitarnos la tierra y el sudor. La gente salía titiritando del frío
y un señor con los labios morados me decía que si no era realmente necesario,
que no me bañara. What? No hay agua
fría en este mundo que me impidiera asearme, pensaba como una guerrera. Pero en
lo que puse el pie en ese pozo, se me acalambró el Femur, la Tibia y el Peroné
y realmente dudé si comenzar la faena. Imagínense bañarse dentro de una cava
con hielo. En un momento de valentía respiré profundo y me sumergí completa, me
enjuagué rapidito y decidí que mi cabello aún estaba limpio y no necesitaba shampoo. Activación de la circulación al
100%. Salí más rápido que mi papá de la casa cuando hay Harina Pan en el Plaza
de al lado y mi novio se dejó vencer ante la suciedad y dio por conocido el
pozo. Por eso nunca fui militar, me confesó orgulloso.
Después de
practicarnos nuestro Daily Healing
Therapy (Voltaren, Advil y Cortizona para las picadas), compartimos más con
el grupo y practiqué mi francés con la parejita de este país. Vic se instaló a
hablar en portugués con la pareja de Boavista y nos morimos de la risa con los
cuentos de los compañeros venezolanos -Juan y Escarlet- porque éramos los
mejores equipados pero siempre los últimos que llegábamos-. Un delicioso plato
de pasta con carne molida nos llevo a la carpa antes de las 7 p.m. Acostada con
la mirada al cielo infinito, cantaba en mi mente Counting Stars de One
Republic.
Día 3, 30 de diciembre
de 2013:
"Polvo eres y en polvo te convertirás, entrégate al barro es lo
que es"
Después de
un desayuno criollo (arepa frita con queso amarillo y dos gajitos de naranja)
nos llenamos de fuerza para alcanzar la cima del Roraima. El penúltimo día del
año nos recibió con lluvia así que nos pusimos las chaquetas impermeables,
tapamos los morrales con ponchos y comenzamos a subir en medio del barrial.
Cuando
llueve en la montaña, los pasos deben ser firmes y seguros. La naturaleza
generosa siempre está atenta para ayudarte con alguna raíz, un musgo esponjoso en
una piedra o un tronco en forma de asa para sujetarte. Ella brinda la
posibilidad de explorarla y aventurarse en su grandeza, pero hay que estar
siempre alerta en las pisadas porque en el momento que menos imaginas la tierra
húmeda juega a tumbarte. Y uno va subiendo, obediente a sus mensajes, con la
cabeza abajo como rindiéndole pleitesía, con la espalda pesada y la esperanza
de alcanzar la cima. Después de una dura subida, ella obsequia un trecho plano,
corto pero plano, como invitándote a continuar, diciéndote que explorarla no es
imposible. Es sabia y gloriosa, estar inmerso en ella genera una explosión de
energía positiva.
Cuando ya me
había resignado a que no pararía de llover y que ya tenía los pantalones, las
medias y los zapatos mojados, decidí entregarme al barro. Dejé de preocuparme
por ensuciar mi cara, mis uñas o mi ropa, y me entregué completa, en cuerpo y
alma, al agua. Entré en status de supervivencia -o te agarras bien
carajita o no vas a llegar-. Y pasamos por riachuelos, tocamos la pared del
Tepuy, subimos por una zona conocida como "Las Lágrimas" donde cae
una cascada desde el tope y subes con mucha precaución por el cauce del río
-tipo Tom Ryder chica- y finalmente,
después de muchas paradas de descanso -acompañados de la parejita caraqueña-,
pudimos gritar CUMBRE -All right!-.
Arriba nos esperaba Jesús ya que siempre se quedaba de último para recibir a
los rezagados -us-.
En el tope
del Roraima, nos sentíamos que estábamos en otra dimensión, en otro planeta. La
cima es un terreno infinito repleto de formaciones rocosas de diferentes formas
y tamaños, miles de pozos de agua, vegetación escaza y mucha niebla. Perderse
aquí arriba es una tarea sencilla para cualquier mortal, menos para mis pemones
guerreros. Arriba lo ideal es hospedarse en los famosos "hoteles",
que no son más que formaciones rocosas que ofrecen espacios
"techados" para meter las carpas. El de nosotros quedaba a unos 30
minutos caminando desde la llegada y se llamaba "Hotel Sucre".
Caminamos silenciosos y cansados hacia nuestra morada, la lluvia golpeaba duro
y yo arrastraba los pies del cansancio. Me dolían mucho los huesos de la cadera
por el cinturón del morral, tenía mucho frío y lo único que anhelaba más que la
caída de este gobierno era encerrarme en la carpa caliente y cambiarme la
pantaleta mojada. Este día no tomé muchas fotos :(
Y llegamos a
nuestro súper hotel cuando el equipo de Marco nos recibió con nuestra carpa
armada y una jarra con té caliente y azúcar. Marco te amo con locura. Me metí
de cabeza en la carpa, me puse ropita seca y mi súper novio me dio unos warmers que me calentaron las manos
dentro de los guantes. Almorzamos sopita de fideos Maggi con Toddy dentro de
nuestra guarida mientras recordábamos nuestra infancia feliz y a las dos horas
nos llevaron Té con galleticas Marilú. Dormimos dos horas de siesta y tipo 4:00
p.m. el hermano de Marco, Nazario, nos improvisó un tendedero con un cordoncito
y pudimos guindar todo el outfit
mojado y lleno de barro. Amén. A las 6 p.m. nos llevaron asopado de carne con
papitas hiper calientes y me hicieron la noche. Me lavé los dientes con la
cabeza afuera de la carpa cual Morrocoy y me enconché con mi baby esperando el último día del año, y
su cumpleaños.
Hotel Sucre, Roraima |
Día 4: 31 de diciembre
de 2013.
"Joyeux anniversaire, Feliz Natal, Herzlichen
Glückwunsch zum Geburtstag!"
A las 4:00
a.m. felicité a mi #powernovio con un abrazo profundo. Él me agradeció por
proponer este plan para su cumple y yo le agradecí a él por estos meses de
aprendizaje y felicidad. Somos un excelente equipo, nos entendemos perfecto y
nos ayudamos siempre. We are so lucky to
have each other -momento cursi-. Prosigo.
Desayunamos
como reyes unas panquecas con queso amarillo rallado y mermelada de fresa.
Jesús, nuestro Chef, estaba encaramado en una piedra con una gotera al lado
pero estaba dedicado a su trabajo. No vale Jesús, ni en mi casa con todos los
ingredientes y todos los electrodomésticos me pongo tan creativa. Ellos se
reían con mis comentarios. A las 9:00 a.m. salimos con Roberto, el porteador
que llevaba las carpas, a explorar. Todavía lloviznaba, así que nos llevó a una
colina relativamente cercana a nuestro Hotel, lo que ellos llamaban "El
punto más alto del Roraima"
Subimos con
destreza muchas rocas enormes -la verdad es que por alguna razón ya las piernas daban los brinquitos con habilidad-. Yo metí el pie completico en pozos de barro
un par de veces -la puntería Faría- y cuando llegamos arriba el cielo seguía
tapado y la sabana no se dejó ver. Igual tomamos algunas fotos y bajamos
buscando más aventuras. Como se acercaba la hora del almuerzo, nos regresamos
al campamento y el cielo bipolar le regaló a Víctor de cumpleaños un sol
radiante y un perfecto azul. Vamos a bañarnos ya antes de que se nuble, grité
como un mandato presidencial.
Nazario nos
llevó hasta un pozo cerquita del hotel y fuimos felices bañándonos en esa agua
gélida pero con el astro mayor quemándonos la piel. Por supuesto el resto del
grupo huía despavorido del agua fría así que nos observaban a lo lejos
preguntándonos que por qué sufríamos. No mis amigos, sufrir es oler a sus
axilas, perdónenme.
Nuestra piscina natural, un poquito fría |
Marco llamó
para almorzar y engullimos un plato de pasta larga con carne molida que sabía a
Gloria. Descansamos una hora y salimos nuevamente al punto más alto porque
había un grupo que no había ido en la mañana. Esta vez el clima se puso a
nuestro favor y sí pudimos tomar las fotos que nos merecíamos. Le pedí a una
brasilera que iba con otro grupo que nos tomara una foto grupal y varios días
después me di cuenta que la había tomado mal -smart ass-. Por aquí les dejo algunas.
De izquierda a derecha desde la fila inferior: - Japonesita (no sé escribir su nombre), Escarlet, yo y Vic - Juan, Mauro, Nana y Marco - Japonés (nunca me pude aprender su nombre), Anais, Ralph y Pier |
De allí
caminamos bastante hacia la famosa "Ventana del Roraima" y desde allí
vimos cómo se extendía la selva Guyanesa. El vértigo me venció porque allí era
evidente el precipicio pero igual posamos para las fotos. De regreso a nuestro
campamento nos llevaron a conocer los Jacuzzis -unos pozos de piedra rojiza con
agua helada pero que nuestros amigos brasileros se atrevieron a probar- y
cuando llegamos, ya en el atardecer, nos tenían lista la cena de año nuevo:
lentejas. No vale, qué detallistas estos panas.
La ventana, vista a Guyana, Roraima |
Los Jacuzzis del Roraima |
Durante
nuestra última comida del 2013, nuestros compañeros le cantaron el Feliz
Cumpleaños a mi lindo lindo y nosotros dejamos lista la champagne, las uvas y
el globo del deseo afuera de la carpa para recibir el 2014 a las 12:00 a.m. Nos
acostamos a las 7:00 p.m. y pusimos la alarma a las 11:50 p.m. pero
lamentablemente el cansancio nos venció y nos dimos un fuerte abrazo de feliz
año acurrucados en nuestros sleeping bags
con el sonido de la lluvia. Les gritamos "Felijaño" a nuestros fieles
compañeros de camino, Juan y Escarlet, que siempre dormían en la carpa de al
lado y los demás del grupo descansaban plácidamente porque de su lado del mundo
el 2014 había llegado varias horas atrás. En el camino a la sabana, Vic y yo
escribimos todas nuestras metas para el próximo año en siete diferentes áreas:
salud, familia, amigos, viajes, profesional, finanzas y aventuras. Esa noche
las recordamos llenos de energía positiva en la magia del Tepuy. Por un 2014
lleno de nuevos retos baby, te
quiero.
Desde el punto más alto del Roraima |
Día 5, miércoles 1 de
enero de 2014:
“Si te gusto así estelar, a partir de aquí no puedo estar
más fea”
Mi primera noche del 2014, contra todo pronóstico, no fue una buena noche.
No dormí bien, y no por el frío, los mosquitos o la pesadez. No concilié el
sueño porque no paró de llover en toda la noche y estaba aterrada por la
bajada. Pensar que teníamos que bajar hasta el Campamento del río Tek –este día
la ruta era de aproximadamente 8 horas- castigados por los latigazos del agua,
me generaba pánico. Tenía temor de caerme, bajar todo eso con una fractura no
sería tarea fácil.
A las 6:00 a.m. estábamos desayunando cereal con avena calientita y
terminamos de recoger nuestras cosas. Nos despedimos del “Hotel Sucre”
prometiendo regresar algún día –dentro de 20 años, con mis hijos- y nos
persignamos para comenzar el descenso a las 7:00 a.m. El clima, majestuosamente
bipolar, nos lanzaba neblinas de vez en cuando y, si no hubiera sido por la
fila india en la que caminábamos todos, hubiéramos podido perder la ruta. Pero
las piedras con el mejor GPS de nuestros guías pemones y con ellos liderando,
yo me sentía tranquila.
-Pasito a pasito, marca firma y usa tus manos- me repetía mentalmente. Mi
novio amado cuidaba mis pasos y me daba alertas si habían zonas resbalosas o
piedras inestables, mientras el globito venía dando vueltas en su espalda. La
lluvia unió al grupo en lazos de solidaridad y todos nos ayudábamos. Caminamos
juntos alrededor de 1 hora y una vez pasadas “Las lágrimas” –la cascada que
formaba un río y que con la lluvia había crecido- con muchísima cautela, el
grupo comenzó a desmembrarse y cada quien comenzó a caminar a su propio ritmo.
Los #powerbabies no estábamos nada apurados y siempre one step ahead of the rest descendíamos con la lentitud que amerita
la prevención de una fractura, nos deteníamos a hidratarnos y nos agarrábamos
de cuanta rama nos tendía la mano. Vic no se cayó ni una vez, mérito que yo no
puedo otorgarme porque a pesar de todas mis prevenciones –ni cantaba para no
distraerme mucho, imagínense- en una zona llena de barro rodé como pelota,
empecé de espalda, termine de frente, tragué barro y me reí a carcajadas. Y que
más vas a hacer mijita, ¿guindarte a llorar?, anda y ríete que te salvaste de
no irte por el hueco pa´abajo.
Llegamos al Campamento base a las 10:35 a.m. y gracias a Dios el astro
mayor decidió aparecerse. Mi power
novio venía muriéndose con un malestar estomacal –las lentejas no le cayeron
del todo bien- y se lanzó a la grama, panza arriba cual oso Yogi. El globito
sobrevivió la lluvia pero se mojó un poco. Ya le habíamos agarrado cariño, era
como Wilson para Tom Hanks en Cast Away.
Yo me dispuse a hacer mis labores de ama de casa: secar los ponchos, sacar ropa
seca y quitar el barro. A las 11:00 a.m. Jesús nos acercó los almuerzos y
prácticamente me engullí el plato –el mío y el de Vic que por el malestar no
probó bocado-. Nos preparamos y a las 11:37 a.m. comenzamos el descenso hasta
el Campamento del río Tek.
Saliendo del Campamento Base |
Atrás, el Kukenam |
Nuestros amigos caraqueños, Escarlet y Juan |
Aunque esta ruta es más tranquila a nivel de colinas y el paisaje se
mostraba en todo su esplendor, estábamos realmente agotados. Me coloqué mis
audífonos y canté por lo menos 37 canciones para ayudarme a seguir adelante y
no pensar en la distancia que restaba. Fueron horas de intensa reflexión pero a
la vez mucho dolor físico. Los huesitos de la cadera me molestaban y comencé a
odiar las piedras. Sin embargo, el dolor físico era una muestra del esfuerzo,
la determinación, el deber cumplido, y estar caminando en medio de esa sabana
era entendido como una bendición que pocos mortales están posibilitados a ver.
Los power babies |
Llegamos al río Kukenam y estaba mucho más crecido que la primera vez.
Crucé de la mano de Marco y vi como un colombiano resbaló y el río se llevo sus
zapatos –perdoncito me dio risa interna ver su caída pero qué chimbo-. Mi baby
cruzó solo pero sin el morral porque venía súper pesado. El agua helada calmó
el dolor en mis pies y volvimos a colocarnos las botas para continuar la
caminata al campamento. Justo después del río, se afilaba una colina bastante
embarrada, y después de alcanzar la cima, insoportablemente agotada, los Puri
Puri comenzaron a merendar en mis pantorrillas y me embadurné de OFF hasta las
orejas. Tenía 4 días sin verme en el espejo, pero estaba clara que justo en ese
momento parecía un monstruo. Ay chica, qué glamour y ni qué glamour, esto ya es
Survivor Mode. Baby, si te gusto así
vamos bien porque de aquí en adelante no hay más fealdad.
Llegando al Campamento del Río Tek |
Llegamos al campamento como zombies
y los brasileros nos recibieron con aplausos –siempre llegaban de primeros, bitches-. Nos devolvimos al río a darnos
nuestro último baño en esa tierra sagrada –por ahora-, después mi baby procedió a hacerle cirugía al
globito a punta de curitas porque tenía varios huecos por la lluvia y luego nos
encontramos para cenar una pastica con pollo re buena. Allí nos divertimos con
las nominaciones: el que más roncaba, la que más de cayó bajando, el más
rápido, etc. Cuando cayó la noche, nos reunimos para lanzar finalmente el globo
del deseo, mi baby y yo nos tomamos
de la mano y su energía me dijo en secreto que los dos pedimos lo mismo. Marco
le obsequió a Vic dos botellas de vino que compartió con el resto del grupo,
agradecimos por tanto, y nos fuimos a dormir felices, más compenetrados que
nunca.
Campamento Río Tek |
Día 6, jueves 2 de enero
de 2014:
“Vive como si fueras a morir mañana,
aprende como si fueras a vivir para siempre”
Como despedida al Roraima, nuestros
guías nos cocinaron huevito frito con pan de trigo (mi favorito). A las
6:00 a.m. ya estábamos desayunados y
listos para iniciar el regreso a la civilización, aunque nos dolían partes del
cuerpo que ni el nombre conocíamos. A las 7:00 a.m. salimos vía al Paraitepuy,
con paso seguro y ganas de escuchar las voces de nuestras familias.
En esta ruta, no recordaba la gran
cantidad de subidas y se me hicieron lentas y pesadas –claro, de venida eran
bajadas, dah-. Mis pantorrillas eran nódulos musculares y aunque en teoría
veníamos más livianos –por toda la comida ya consumida- mi novio me devolvió la
cámara y recuperé 5 kilos ipso facto. Una vez más entendí que el trabajo mental
es el más importante para llegar a la meta así que dejamos de pensar en llegar
y nos concentramos en conversar y disfrutar el paisaje.
Después de 5 horas y media caminando
–nuevamente fuimos los últimos-, Marco nos recibió con 2 Coca Colas en el
Paraitepuy. Gloria con gas. Estaba tan cansada que no me salía la voz. Mi novio
me pidió que me sentara y me negué porque sabía que luego no habría grúa que
pudiera levantarme. Quería desnudarme, bañarme en agua hirviendo por 45
minutos, exfoliarme con chocolate y recibir masajes en los pies. Casi nada
chico. Nada de eso ocurrió y nos encaramamos en los Jeeps cabina larga rumbo a
San Francisco de Yuruaní donde nos esperaba el resto del grupo para almorzar.
Después de comer como famélicos
pescado frito con 4 kilos de plátano frito, regresamos a la oficina de
Backpackers en Santa Helena de Uairén. Aquí nos despedimos de nuestros nuevos
amigos, agradecimos por el excelente servicio prometiendo recomendarlos y
regresamos al Hotel Gran Sabana ávidos por tomar un baño de agua caliente.
Lamentablemente este último deseo no se pudo cumplir, pero después de la ducha
nos enconchamos a ver Breaking Bad y descansar profundamente, mañana
regresaríamos a la selva de cemento.
Sí, reflexioné
Después de 10 páginas leyendo esta
crónica, no me voy a poner en modo intensa sobre lo que ví, sentí, reflexioné y
aprendí estos 6 días en la sabana. Los que ya han venido saben lo mágica que
es. Los que no, deberían hacer un esfuerzo por conocerla antes de morir. En
cualquier caso, subir el Roraima es una experiencia que todos deberían vivir al
menos una vez en la vida. No sólo por lo que implica visitar la sabana y
convivir con la comunidad indígena pemona, sino por lo que conlleva desconectarse
del mundo para conectarse con uno mismo, la cantidad de horas valiosas que nos
regala el cielo para la reflexión, horas de ocio bendito y esfuerzo físico que
nos invitan a cultivar nuestro cuerpo y alma para alcanzar nuestros objetivos.
El Roraima es un ejemplo maravilloso de que las cumbres más altas se logran con
voluntad, con el recorrido de un camino trazado con determinación, que siempre
se presentarán obstáculos pero cuando se desea algo con fuerza el universo
conspira a nuestro favor y que la naturaleza nos regala todo lo que tenemos y
por eso merece respeto y reverencia. El cielo nunca debe ser nuestro límite, debe ser nuestro punto de vista. Amén.
Niño Pemón en San Francisco de Yuruaní |
Bebé Pemona en San Francisco de Yuruaní |
Salto Kamá |
Día 1 caminando por la sabana |
Marco cocinando |
Calor en medio del frío |
Carpas en el Hotel Sucre |
The best team ever |