viernes, 17 de enero de 2014

RORAIMA, SIN WIFI HAY MÁS CONEXIÓN


En mi mundo ideal, todos nos desconectaríamos del mundo, su cotidianidad y sus problemas al menos una vez al año, sumergiéndonos en un espacio lleno de paz, para regresar al caos cargados de buena vibra.

Hace poco más de tres meses, le propuse a mi #powerbaby pasar su cumpleaños en la cima del Roraima. Desde que recuerdo, subir ese Tepuy estaba en mi to do list, y como mi novio cumple el 31 de diciembre, nos pareció perfecto recibir sus 39 y el 2014 encaramados en esa gloriosa formación con vista a la sabana. 

Contactamos a una agencia de viajes en Puerto Ordaz -Waku Tours- la cual amablemente hizo toda la gestión con la gente de Backpackers Tours en Santa Helena de Uairén. Revisé cuidadosamente la lista de implementos que necesitaríamos -hace 4 años hice un curso de baja y media montaña en el CEU y fue súper útil todo lo que me enseñaron- y comenzamos los preparativos. Reservamos los hoteles de ida y de vuelta, compramos las bolsas Ziplog, las barras energéticas para el camino, pedimos prestado lo que nos faltaba y el 24 nos instalamos en mi casa a armar los bolsos. Guardamos todo como me enseñaron en el CEU y aunque los morrales quedaron un poco pesados, estábamos seguros de que no nos faltaría nada. Grito de triunfo: All right!

            Salimos de Caracas el jueves 26 de diciembre vía Upata, donde pasaríamos la primera noche. Definitivamente al que madruga Dios lo ayuda y nos encontramos una carretera sin imprudentes ni contratiempos. Desayunamos en la parada obligada de los Yepez, La Medianía, y seguimos vía el Tigre. No entendíamos por qué para ir de una ciudad a otra había que atravesar un pueblo y encerrarse en una cola local -las autopistas deberían ir por afuera y los desvíos deberían ser las entradas a las ciudades-. En el Tigre un gordito simpaticón nos explicó en el medio del tráfico cómo seguir a Puerto Ordaz mientras se sacaba un moco de la fosa nasal izquierda -solo en Venezuela-. Llegamos a la ciudad mejor planificada del país después de cruzar el Puente Simón Bolívar -una obra arquitectónica de Primer Mundo que nos sacudió los poros- y fuimos a visitar el parque La Llovizna. Este lugar no tiene desperdicio y opino que es un punto turístico muy importante. Está súper bien cuidado, la gente monta su bicicleta con tranquilidad, las familias pasean en paz y las cascadas te ofrecen espacios de escape al ruido de la ciudad. Recomendadísimo. Llegamos a la posada Villa Nella en Upata a las 4:30 p.m. donde caímos liquidados y dormimos como bebés durante 12 horas.

Fauna Parque La Llovizna, Puerto Ordaz
Puro Power
Parque La Llovizna, Puerto Ordaz

A las 5:30 a.m. del 27 de diciembre dejamos Upata rumbo a Santa Helena, ansiosos por respirar en la sabana vestidos igualitos con unas franelas que nos regalé -sí, somos unos gallos autóctonos-. Nos costó bastantes kilómetros conseguir un lugar decente para desayunar y tuvimos que conformarnos con una rueda vieja de pan de jamón, una manzana y un cambur que compramos en Guasipati. Una vez más el madrugonazo fue beneficioso y el camino nos recibió despejado y silencioso.

Siendo una niña de tradiciones, le pedí a Vic que se parara en Las Claritas -mejor conocido como Km 88- a comprar las uvas para el 31. Después de preguntar en tres fruterías, nos mandaron al "mercado de los chinos". Cuando entré al galpón, simplemente no podía creer lo que veía. Todo el establecimiento estaba atendido por chinos, estaba súper surtido -desde papel toilette, pasta de dientes, pañales Pampers y pare usted de contar- y sólo se aceptaba efectivo. Los precios no estaban marcados y no daban facturas. Una anarquía fiscal total manejada por chinos que ni el castellano dominaban con destreza. Además Las Claritas es un pueblo inhóspito, de casas destruidas, calles sin asfalto, basura en las esquinas y gente rara - para no decir malandros y prostitutas -. Dios mío, ni que ese abasto gigante fuera el mejor negocio del mundo, es suficiente razón para traerse a toda la comunidad china a trabajar en ese pueblo tan espantoso, las favelas de Ciudad de Dios son un paraíso celestial al lado de este lugar. Compré mis uvas y salí corriendo de allí.

Pero todo lo malo pasó cuando nos sumergimos en la espesura de la entrada a la Gran Sabana. Los árboles altos y llenos de verde limpiaban nuestros pulmones mientras pasamos admirados el Monumento "Piedra La Virgen". Unos oficiales sonrientes nos dieron la bienvenida en el Fuerte de Luepa y la sabana se abrió ante nosotros, imponente, hermosa y segura. Era la cuarta vez que venía, pero podría regresar todos los años de mi vida. Es maravillosa.

Rápidos de Kamoirán

Hicimos una parada estratégica en los Rápidos de Kamoirán para llenar el tanque de gasolina, luego en el Salto Kamá para que mi #powerbaby viera su primera caída de agua -él sí venía por primera vez- y antes de llegar a nuestro destino final, nos detuvimos en San Francisco de Yuruaní. Aquí fui inmensamente feliz cuando buscamos a una madre pemona de la comunidad y le regalamos tres bolsas llenas de ropa. La gente se puso feliz, los niños se acercaron saltando y hasta nos obsequiaron unas artesanías típicas. Se nos aguó el guarapo, criollamente hablando, y me provocó hacer mucho, mucho más para ayudarlos. Me sentí agradecida por tener tanto para dar y poder finalizar un 2013 increíble con esta acción (carita feliz)

Salto Kamá






Llegamos a Santa Helena, mi novio hermoso hizo el check In en el Hotel Gran Sabana -que terminó siendo más bulla que la cabuya- y buscamos la oficina de Backpacker en la famosa "Calle del Turismo" para la charla de iniciación. Allí conocimos a nuestro guía Marco -un indígena proveniente de Guyana, con cédula venezolana pero que vive en Brasil, “weird”- y nos explicó en 3 idiomas (castellano, inglés y portugués) la ruta del paseo, los implementos que necesitaríamos y los últimos consejos antes de empezar la caminata. Éramos un grupo multinacional de 14 personas -brasileros, japoneses, franceses, alemanes y venezolanos-, todos ávidos por gritar “Cumbre” en la cima del Tepuy. Salimos de allí alrededor de las 6:30 p.m. y nos dispusimos a descansar viendo 2 capítulos de Breaking Bad. Mañana comenzaría la aventura.

Día 1, 28 de diciembre de 2013
"Háblenle a la montaña, conéctense con ella y trabajen en equipo"

Salimos del hotel a las 8:30 a.m. después de desayunar suficientes carbohidratos en el Caney del hotel. Llegamos a la oficina de Backpacker a las 9:00 a.m. y una mujer se encaramó en su Land Cruiser de cabina larga y comenzó a montar los morrales de todos los aventureros. "Agarren sus cédulas y pasaportes que se los van a pedir en Paraitepuy, y no me den botellas de agua que aquí arriba se ponen hirviendo". Nos montamos 4 parejitas vía San Francisco de Yuruaní, donde nos desviaríamos hacia la comunidad de Paraitepuy, donde comenzaría la caminata.

"Yo me vine a Santa Helena escapando de Valencia. Me secuestraron a mi mamá y a mí y me dije -No señor, yo no puedo vivir así-. Ya llevo 14 años viviendo aquí y estoy feliz" nos confesó la mujer guerrera cuyo nombre no recuerdo, manejando su camionetota como toda un palo e mujé. Nos aconsejó con dulzura aprovechar esta experiencia al máximo, conectarnos con la naturaleza, hacernos masajes cada noche unos a otros para sobrellevar los dolores físicos e hidratarnos bien. Ajá, ya sabes baby, a hacerme masajitos con Dencorub cada noche en la espaldita para mantener todo mi power.



Después de casi dos horas llegamos a Paraitepuy Roraima, una comunidad indígena que tiene la mejor vista del universo: siete tepuyes a lo largo del horizonte (Uru, Tramen, Karaurín, Wadaka, Yuruaní, Kukenan y Roraima). Lamentablemente tienen problemas con las aguas negras y es notorio que por aquí no ha pasado el Ministro Izarra a ayudarlos a impulsar el turismo con mejores condiciones, eso sí, hay anuncios de Chávez y Maduro por doquier, y aquí se es pobre, pero siempre socialista -qué porquería-. Almorzamos un sándwich de queso amarillo y dos triángulos de patilla dulcita, pagamos la entrada al parque (30 Bs.) y comenzamos a caminar alrededor de las 12 p.m.






            Llevar 12 kilos en la espalda requiere un ajuste constante del morral, una buena postura y bastante entrenamiento. De lo primero había perdido la costumbre, de lo segundo me arrepentí esa noche y sobre lo tercero, creo que no fue suficiente. Pero ya estaba montada en esa aventura y pa' lante es pa' llá. Según Marco, serían aproximadamente cuatro horas caminando.



El trecho era bastante plano, unas pequeñas colinas, la sábana poderosa que se extendía a los lados y muchos turistas emprendiendo el camino a la vez. Yo caminé tomando fotos, cantando, reflexionando de la vida con mi #powerbaby, y de vez en cuando haciendo paradas necesarias para hidratarnos y comernos una barrita o una fruta. Era impresionante ver cómo los porteadores llevaban cargas enormes con comida, carpas, ollas y demás artículos para abastecer a los diferentes grupos que subirían el Tepuy. Hombres y mujeres nos pasaban con una velocidad insuperable, saludándonos al pasar, con sus cestas cargadas al hombro y sus sonrisas sinceras. Sus pieles ya están curtidas de tanto sol, sus pies duros por los kilómetros recorridos y proyectan la fuerza y la temple de una raza que cree que trabajar sólo significa esfuerzo físico y peso en la espalda. Son unos guerreros de pureza admirable. Reverencia.





      Después de cuatro horas y media, donde me repetía constantemente que la meta se alcanzaba con un 30% de entrenamiento y un 70% de ganas, llegamos al campamento del río Tek, súper organizado, con las carpas montadas y los pemones diligentes preparando la cena. Guardamos todo en nuestra pequeña guarida, nos pusimos los trajes de baño y nos lanzamos al río mientras los Puri Puri merendaban con nuestras espaldas. Esa agua helada es medicinal, te cura cualquier dolor y te devuelve los años perdidos en el stress de la ciudad. Eso sí, para meterse no hay que pensarlo mucho. Nos embadurnamos en repelente, obedecimos religiosamente la orden de nuestra amiga valenciana -háganse masajes unos a otros y suban las piernas para activar la circulación-, nos empatucamos de Voltaren y salimos de la carpa a las 6:30 p.m. para cenar. En esta primera reunión formal con el grupo aprovechamos para presentarnos mientras comíamos arroz con pollo y papita asada -gasolina para lo que nos venía -. El día 1 había sido superado con éxito y nos enconchamos en nuestros sleeping bags a las 7:30 p.m.
Campamento del Río Tek

Campamento del Río Tek

Día 2, 29 de diciembre de 2013: 
"Everything that drowns me makes me wanna fly" 

Lo bueno de la sabana es que durmiendo en carpa el amanecer te despierta sin los gritos de la alarma del celular. A las 5:30 a.m. ya estábamos activos y bajamos al río a lavarnos la cara. Ese día aprendimos que todo lo que dejes "secándose" encima de la carpa amanece súper mojado por el rocío, así que no había sido tan buena idea dejar las toallas allí. El desayuno estuvo absolutamente delicioso: huevos revueltos con tomatico, cebolla y pimentón, con pan de trigo suavecito y recién hecho por mis pemones maravillosos. De postre nos dieron patilla y nos regalaron una manzana a cada uno para el camino. Grande ese menú Marco.



Comenzamos la travesía quitándonos los zapatos para cruzar el primer río, el Tek. El guía nos recomendó hacerlo en medias para evitar resbalarnos y yo obedecí sus 8 años de experiencia. Después de 30 minutos cruzamos un segundo río, el Kukenan, un poco más ancho y crecido, y esta vez sí necesité de la mano de Jesús, el segundo al mando después de Marco.

Nuestro fabuloso guía, Marco

            Cuando uno llega a la meta, después de cinco horas caminando en subida, con el sol regañando encima y 12 kilos en la espalda, a veces uno olvida lo duro que ha sido llegar allí. Pero señores les digo con propiedad, no es fácil. En este segundo día se necesita voluntad, una buena música que te empuje en las colinas y muchas ganas de llegar. Y eso sin contar todos los litros de agua que te tomas -y que cargas contigo- y el dulce que te prende el combustible. Vale acotar que debido a mi hobbie-profesión, la gracia de documentar todo y a todo momento sumaba 5 kilos más (que al principio cargaba yo pero que este segundo día le endosé a mi novio). Pero con el Roraima imponente al frente y el Kukenan retador a la izquierda, no podía dejar de tomar fotos pensando en el recuerdo de esta excursión y el cuento que le voy a echar a mis hijos. Muchachitos, su mamá subió el Roraima con 12 kilos en la espalda y una cámara de 3 kilos guindada en el cuello, naguará e' dura.



Llegamos al Campamento Base orgullosos por un segundo día de logros y almorzamos ensaladita de repollo con dos rodajas de Bologna y pan cuadrado. Hasta comer piedra hubiera sido la gloria. Nos dijeron que a 10 minutos caminando había un pozo para bañarse, así que nos pusimos los trajes de baño y nos dirigimos al balneario a quitarnos la tierra y el sudor. La gente salía titiritando del frío y un señor con los labios morados me decía que si no era realmente necesario, que no me bañara. What? No hay agua fría en este mundo que me impidiera asearme, pensaba como una guerrera. Pero en lo que puse el pie en ese pozo, se me acalambró el Femur, la Tibia y el Peroné y realmente dudé si comenzar la faena. Imagínense bañarse dentro de una cava con hielo. En un momento de valentía respiré profundo y me sumergí completa, me enjuagué rapidito y decidí que mi cabello aún estaba limpio y no necesitaba shampoo. Activación de la circulación al 100%. Salí más rápido que mi papá de la casa cuando hay Harina Pan en el Plaza de al lado y mi novio se dejó vencer ante la suciedad y dio por conocido el pozo. Por eso nunca fui militar, me confesó orgulloso. 



Después de practicarnos nuestro Daily Healing Therapy (Voltaren, Advil y Cortizona para las picadas), compartimos más con el grupo y practiqué mi francés con la parejita de este país. Vic se instaló a hablar en portugués con la pareja de Boavista y nos morimos de la risa con los cuentos de los compañeros venezolanos -Juan y Escarlet- porque éramos los mejores equipados pero siempre los últimos que llegábamos-. Un delicioso plato de pasta con carne molida nos llevo a la carpa antes de las 7 p.m. Acostada con la mirada al cielo infinito, cantaba en mi mente Counting Stars de One Republic.


Día 3, 30 de diciembre de 2013: 
"Polvo eres y en polvo te convertirás, entrégate al barro es lo que es"

Después de un desayuno criollo (arepa frita con queso amarillo y dos gajitos de naranja) nos llenamos de fuerza para alcanzar la cima del Roraima. El penúltimo día del año nos recibió con lluvia así que nos pusimos las chaquetas impermeables, tapamos los morrales con ponchos y comenzamos a subir en medio del barrial.

Cuando llueve en la montaña, los pasos deben ser firmes y seguros. La naturaleza generosa siempre está atenta para ayudarte con alguna raíz, un musgo esponjoso en una piedra o un tronco en forma de asa para sujetarte. Ella brinda la posibilidad de explorarla y aventurarse en su grandeza, pero hay que estar siempre alerta en las pisadas porque en el momento que menos imaginas la tierra húmeda juega a tumbarte. Y uno va subiendo, obediente a sus mensajes, con la cabeza abajo como rindiéndole pleitesía, con la espalda pesada y la esperanza de alcanzar la cima. Después de una dura subida, ella obsequia un trecho plano, corto pero plano, como invitándote a continuar, diciéndote que explorarla no es imposible. Es sabia y gloriosa, estar inmerso en ella genera una explosión de energía positiva. 

Cuando ya me había resignado a que no pararía de llover y que ya tenía los pantalones, las medias y los zapatos mojados, decidí entregarme al barro. Dejé de preocuparme por ensuciar mi cara, mis uñas o mi ropa, y me entregué completa, en cuerpo y alma, al agua.  Entré en status de supervivencia -o te agarras bien carajita o no vas a llegar-. Y pasamos por riachuelos, tocamos la pared del Tepuy, subimos por una zona conocida como "Las Lágrimas" donde cae una cascada desde el tope y subes con mucha precaución por el cauce del río -tipo Tom Ryder chica- y finalmente, después de muchas paradas de descanso -acompañados de la parejita caraqueña-, pudimos gritar CUMBRE -All right!-. Arriba nos esperaba Jesús ya que siempre se quedaba de último para recibir a los rezagados -us-.

En el tope del Roraima, nos sentíamos que estábamos en otra dimensión, en otro planeta. La cima es un terreno infinito repleto de formaciones rocosas de diferentes formas y tamaños, miles de pozos de agua, vegetación escaza y mucha niebla. Perderse aquí arriba es una tarea sencilla para cualquier mortal, menos para mis pemones guerreros. Arriba lo ideal es hospedarse en los famosos "hoteles", que no son más que formaciones rocosas que ofrecen espacios "techados" para meter las carpas. El de nosotros quedaba a unos 30 minutos caminando desde la llegada y se llamaba "Hotel Sucre". Caminamos silenciosos y cansados hacia nuestra morada, la lluvia golpeaba duro y yo arrastraba los pies del cansancio. Me dolían mucho los huesos de la cadera por el cinturón del morral, tenía mucho frío y lo único que anhelaba más que la caída de este gobierno era encerrarme en la carpa caliente y cambiarme la pantaleta mojada. Este día no tomé muchas fotos :(


Y llegamos a nuestro súper hotel cuando el equipo de Marco nos recibió con nuestra carpa armada y una jarra con té caliente y azúcar. Marco te amo con locura. Me metí de cabeza en la carpa, me puse ropita seca y mi súper novio me dio unos warmers que me calentaron las manos dentro de los guantes. Almorzamos sopita de fideos Maggi con Toddy dentro de nuestra guarida mientras recordábamos nuestra infancia feliz y a las dos horas nos llevaron Té con galleticas Marilú. Dormimos dos horas de siesta y tipo 4:00 p.m. el hermano de Marco, Nazario, nos improvisó un tendedero con un cordoncito y pudimos guindar todo el outfit mojado y lleno de barro. Amén. A las 6 p.m. nos llevaron asopado de carne con papitas hiper calientes y me hicieron la noche. Me lavé los dientes con la cabeza afuera de la carpa cual Morrocoy y me enconché con mi baby esperando el último día del año, y su cumpleaños.

Hotel Sucre, Roraima


Día 4: 31 de diciembre de 2013. 
"Joyeux anniversaire, Feliz Natal, Herzlichen Glückwunsch zum Geburtstag!"

A las 4:00 a.m. felicité a mi #powernovio con un abrazo profundo. Él me agradeció por proponer este plan para su cumple y yo le agradecí a él por estos meses de aprendizaje y felicidad. Somos un excelente equipo, nos entendemos perfecto y nos ayudamos siempre. We are so lucky to have each other -momento cursi-. Prosigo.


Desayunamos como reyes unas panquecas con queso amarillo rallado y mermelada de fresa. Jesús, nuestro Chef, estaba encaramado en una piedra con una gotera al lado pero estaba dedicado a su trabajo. No vale Jesús, ni en mi casa con todos los ingredientes y todos los electrodomésticos me pongo tan creativa. Ellos se reían con mis comentarios. A las 9:00 a.m. salimos con Roberto, el porteador que llevaba las carpas, a explorar. Todavía lloviznaba, así que nos llevó a una colina relativamente cercana a nuestro Hotel, lo que ellos llamaban "El punto más alto del Roraima"






Subimos con destreza muchas rocas enormes -la verdad es que por alguna razón ya las piernas daban los brinquitos con habilidad-. Yo metí el pie completico en pozos de barro un par de veces -la puntería Faría- y cuando llegamos arriba el cielo seguía tapado y la sabana no se dejó ver. Igual tomamos algunas fotos y bajamos buscando más aventuras. Como se acercaba la hora del almuerzo, nos regresamos al campamento y el cielo bipolar le regaló a Víctor de cumpleaños un sol radiante y un perfecto azul. Vamos a bañarnos ya antes de que se nuble, grité como un mandato presidencial.



Nazario nos llevó hasta un pozo cerquita del hotel y fuimos felices bañándonos en esa agua gélida pero con el astro mayor quemándonos la piel. Por supuesto el resto del grupo huía despavorido del agua fría así que nos observaban a lo lejos preguntándonos que por qué sufríamos. No mis amigos, sufrir es oler a sus axilas, perdónenme.

Nuestra piscina natural, un poquito fría

Marco llamó para almorzar y engullimos un plato de pasta larga con carne molida que sabía a Gloria. Descansamos una hora y salimos nuevamente al punto más alto porque había un grupo que no había ido en la mañana. Esta vez el clima se puso a nuestro favor y sí pudimos tomar las fotos que nos merecíamos. Le pedí a una brasilera que iba con otro grupo que nos tomara una foto grupal y varios días después me di cuenta que la había tomado mal -smart ass-. Por aquí les dejo algunas.

De izquierda a derecha desde la fila inferior:
- Japonesita (no sé escribir su nombre), Escarlet, yo y Vic
- Juan, Mauro, Nana y Marco
- Japonés (nunca me pude aprender su nombre), Anais, Ralph y Pier







De allí caminamos bastante hacia la famosa "Ventana del Roraima" y desde allí vimos cómo se extendía la selva Guyanesa. El vértigo me venció porque allí era evidente el precipicio pero igual posamos para las fotos. De regreso a nuestro campamento nos llevaron a conocer los Jacuzzis -unos pozos de piedra rojiza con agua helada pero que nuestros amigos brasileros se atrevieron a probar- y cuando llegamos, ya en el atardecer, nos tenían lista la cena de año nuevo: lentejas. No vale, qué detallistas estos panas.

La ventana, vista a Guyana, Roraima

Los Jacuzzis del Roraima

Durante nuestra última comida del 2013, nuestros compañeros le cantaron el Feliz Cumpleaños a mi lindo lindo y nosotros dejamos lista la champagne, las uvas y el globo del deseo afuera de la carpa para recibir el 2014 a las 12:00 a.m. Nos acostamos a las 7:00 p.m. y pusimos la alarma a las 11:50 p.m. pero lamentablemente el cansancio nos venció y nos dimos un fuerte abrazo de feliz año acurrucados en nuestros sleeping bags con el sonido de la lluvia. Les gritamos "Felijaño" a nuestros fieles compañeros de camino, Juan y Escarlet, que siempre dormían en la carpa de al lado y los demás del grupo descansaban plácidamente porque de su lado del mundo el 2014 había llegado varias horas atrás. En el camino a la sabana, Vic y yo escribimos todas nuestras metas para el próximo año en siete diferentes áreas: salud, familia, amigos, viajes, profesional, finanzas y aventuras. Esa noche las recordamos llenos de energía positiva en la magia del Tepuy. Por un 2014 lleno de nuevos retos baby, te quiero.

Desde el punto más alto del Roraima


Día 5, miércoles 1 de enero de 2014:
 “Si te gusto así estelar, a partir de aquí no puedo estar más fea”

Mi primera noche del 2014, contra todo pronóstico, no fue una buena noche. No dormí bien, y no por el frío, los mosquitos o la pesadez. No concilié el sueño porque no paró de llover en toda la noche y estaba aterrada por la bajada. Pensar que teníamos que bajar hasta el Campamento del río Tek –este día la ruta era de aproximadamente 8 horas- castigados por los latigazos del agua, me generaba pánico. Tenía temor de caerme, bajar todo eso con una fractura no sería tarea fácil.

A las 6:00 a.m. estábamos desayunando cereal con avena calientita y terminamos de recoger nuestras cosas. Nos despedimos del “Hotel Sucre” prometiendo regresar algún día –dentro de 20 años, con mis hijos- y nos persignamos para comenzar el descenso a las 7:00 a.m. El clima, majestuosamente bipolar, nos lanzaba neblinas de vez en cuando y, si no hubiera sido por la fila india en la que caminábamos todos, hubiéramos podido perder la ruta. Pero las piedras con el mejor GPS de nuestros guías pemones y con ellos liderando, yo me sentía tranquila.

-Pasito a pasito, marca firma y usa tus manos- me repetía mentalmente. Mi novio amado cuidaba mis pasos y me daba alertas si habían zonas resbalosas o piedras inestables, mientras el globito venía dando vueltas en su espalda. La lluvia unió al grupo en lazos de solidaridad y todos nos ayudábamos. Caminamos juntos alrededor de 1 hora y una vez pasadas “Las lágrimas” –la cascada que formaba un río y que con la lluvia había crecido- con muchísima cautela, el grupo comenzó a desmembrarse y cada quien comenzó a caminar a su propio ritmo.

Los #powerbabies no estábamos nada apurados y siempre one step ahead of the rest descendíamos con la lentitud que amerita la prevención de una fractura, nos deteníamos a hidratarnos y nos agarrábamos de cuanta rama nos tendía la mano. Vic no se cayó ni una vez, mérito que yo no puedo otorgarme porque a pesar de todas mis prevenciones –ni cantaba para no distraerme mucho, imagínense- en una zona llena de barro rodé como pelota, empecé de espalda, termine de frente, tragué barro y me reí a carcajadas. Y que más vas a hacer mijita, ¿guindarte a llorar?, anda y ríete que te salvaste de no irte por el hueco pa´abajo.

Llegamos al Campamento base a las 10:35 a.m. y gracias a Dios el astro mayor decidió aparecerse. Mi power novio venía muriéndose con un malestar estomacal –las lentejas no le cayeron del todo bien- y se lanzó a la grama, panza arriba cual oso Yogi. El globito sobrevivió la lluvia pero se mojó un poco. Ya le habíamos agarrado cariño, era como Wilson para Tom Hanks en Cast Away. Yo me dispuse a hacer mis labores de ama de casa: secar los ponchos, sacar ropa seca y quitar el barro. A las 11:00 a.m. Jesús nos acercó los almuerzos y prácticamente me engullí el plato –el mío y el de Vic que por el malestar no probó bocado-. Nos preparamos y a las 11:37 a.m. comenzamos el descenso hasta el Campamento del río Tek.

Saliendo del Campamento Base

Atrás, el Kukenam


Nuestros amigos caraqueños, Escarlet y Juan

Aunque esta ruta es más tranquila a nivel de colinas y el paisaje se mostraba en todo su esplendor, estábamos realmente agotados. Me coloqué mis audífonos y canté por lo menos 37 canciones para ayudarme a seguir adelante y no pensar en la distancia que restaba. Fueron horas de intensa reflexión pero a la vez mucho dolor físico. Los huesitos de la cadera me molestaban y comencé a odiar las piedras. Sin embargo, el dolor físico era una muestra del esfuerzo, la determinación, el deber cumplido, y estar caminando en medio de esa sabana era entendido como una bendición que pocos mortales están posibilitados a ver.

Los power babies

Llegamos al río Kukenam y estaba mucho más crecido que la primera vez. Crucé de la mano de Marco y vi como un colombiano resbaló y el río se llevo sus zapatos –perdoncito me dio risa interna ver su caída pero qué chimbo-. Mi baby cruzó solo pero sin el morral porque venía súper pesado. El agua helada calmó el dolor en mis pies y volvimos a colocarnos las botas para continuar la caminata al campamento. Justo después del río, se afilaba una colina bastante embarrada, y después de alcanzar la cima, insoportablemente agotada, los Puri Puri comenzaron a merendar en mis pantorrillas y me embadurné de OFF hasta las orejas. Tenía 4 días sin verme en el espejo, pero estaba clara que justo en ese momento parecía un monstruo. Ay chica, qué glamour y ni qué glamour, esto ya es Survivor Mode. Baby, si te gusto así vamos bien porque de aquí en adelante no hay más fealdad.

Llegando al Campamento del Río Tek

Llegamos al campamento como zombies y los brasileros nos recibieron con aplausos –siempre llegaban de primeros, bitches-. Nos devolvimos al río a darnos nuestro último baño en esa tierra sagrada –por ahora-, después mi baby procedió a hacerle cirugía al globito a punta de curitas porque tenía varios huecos por la lluvia y luego nos encontramos para cenar una pastica con pollo re buena. Allí nos divertimos con las nominaciones: el que más roncaba, la que más de cayó bajando, el más rápido, etc. Cuando cayó la noche, nos reunimos para lanzar finalmente el globo del deseo, mi baby y yo nos tomamos de la mano y su energía me dijo en secreto que los dos pedimos lo mismo. Marco le obsequió a Vic dos botellas de vino que compartió con el resto del grupo, agradecimos por tanto, y nos fuimos a dormir felices, más compenetrados que nunca.


Campamento Río Tek

Día 6, jueves 2 de enero de 2014: 
“Vive como si fueras a morir mañana, aprende como si fueras a vivir para siempre”

            Como despedida al Roraima, nuestros guías nos cocinaron huevito frito con pan de trigo (mi favorito). A las 6:00  a.m. ya estábamos desayunados y listos para iniciar el regreso a la civilización, aunque nos dolían partes del cuerpo que ni el nombre conocíamos. A las 7:00 a.m. salimos vía al Paraitepuy, con paso seguro y ganas de escuchar las voces de nuestras familias.




            En esta ruta, no recordaba la gran cantidad de subidas y se me hicieron lentas y pesadas –claro, de venida eran bajadas, dah-. Mis pantorrillas eran nódulos musculares y aunque en teoría veníamos más livianos –por toda la comida ya consumida- mi novio me devolvió la cámara y recuperé 5 kilos ipso facto. Una vez más entendí que el trabajo mental es el más importante para llegar a la meta así que dejamos de pensar en llegar y nos concentramos en conversar y disfrutar el paisaje.



            Después de 5 horas y media caminando –nuevamente fuimos los últimos-, Marco nos recibió con 2 Coca Colas en el Paraitepuy. Gloria con gas. Estaba tan cansada que no me salía la voz. Mi novio me pidió que me sentara y me negué porque sabía que luego no habría grúa que pudiera levantarme. Quería desnudarme, bañarme en agua hirviendo por 45 minutos, exfoliarme con chocolate y recibir masajes en los pies. Casi nada chico. Nada de eso ocurrió y nos encaramamos en los Jeeps cabina larga rumbo a San Francisco de Yuruaní donde nos esperaba el resto del grupo para almorzar.

            Después de comer como famélicos pescado frito con 4 kilos de plátano frito, regresamos a la oficina de Backpackers en Santa Helena de Uairén. Aquí nos despedimos de nuestros nuevos amigos, agradecimos por el excelente servicio prometiendo recomendarlos y regresamos al Hotel Gran Sabana ávidos por tomar un baño de agua caliente. Lamentablemente este último deseo no se pudo cumplir, pero después de la ducha nos enconchamos a ver Breaking Bad y descansar profundamente, mañana regresaríamos a la selva de cemento.

Sí, reflexioné

            Después de 10 páginas leyendo esta crónica, no me voy a poner en modo intensa sobre lo que ví, sentí, reflexioné y aprendí estos 6 días en la sabana. Los que ya han venido saben lo mágica que es. Los que no, deberían hacer un esfuerzo por conocerla antes de morir. En cualquier caso, subir el Roraima es una experiencia que todos deberían vivir al menos una vez en la vida. No sólo por lo que implica visitar la sabana y convivir con la comunidad indígena pemona, sino por lo que conlleva desconectarse del mundo para conectarse con uno mismo, la cantidad de horas valiosas que nos regala el cielo para la reflexión, horas de ocio bendito y esfuerzo físico que nos invitan a cultivar nuestro cuerpo y alma para alcanzar nuestros objetivos. 

El Roraima es un ejemplo maravilloso de que las cumbres más altas se logran con voluntad, con el recorrido de un camino trazado con determinación, que siempre se presentarán obstáculos pero cuando se desea algo con fuerza el universo conspira a nuestro favor y que la naturaleza nos regala todo lo que tenemos y por eso merece respeto y reverencia. El cielo nunca debe ser nuestro límite, debe ser nuestro punto de vista. Amén.

 
Nuestro baño, con vista al Kukenan

Niño Pemón en San Francisco de Yuruaní

Bebé Pemona en San Francisco de Yuruaní

Salto Kamá

Día 1 caminando por la sabana

Marco cocinando

Calor en medio del frío

Carpas en el Hotel Sucre

The best team ever



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