Hoy tengo esperanza. Chama mejor vete. No quiero salir de noche. Celebremos que conseguí leche. ¿A tu amigo también lo asaltaron? Corre que no queda mucho. Mamá voy a una despedida.
Venezuela, tú eres mi cuna, el país donde eché raíces, la tierra que llevo 25 años cultivando. Eres mi único pedazo de propiedad etérea, mi tributo autóctono, mi arepa y mi cacao, mi verano eterno, mi madre golpeada. Eres bendita y maldita, y por ser tu hija me duele todo lo que te pasa, lo que te hacen, lo que permites. Eres digna de odio y admiración, del hambre y la gula, tierra de nadie y tierra de todos, te amamos mientras te pisamos. Eres esperanza en tiempos de cólera, la cura de la enfermedad incurable, la niebla tenebrosa y el rocío mañanero, la violencia con cariño y la compañía traicionera.
Me pones en una situación injusta madre. Si quieres que me quede a cuidarte, no estás haciendo el esfuerzo por convencerme. Cada día me empujas más lejos de tus fronteras, quiero peinarte el cabello, pero todos los días te sacudes y tus crespos rebeldes toman caminos imprecisos.
Despertarse en tus faldas es un rezo infinito. Llegar a casa es un signo de interrogación, ver a los míos cada noche una suerte insuperable. El futuro es tan incierto que el presente se diluye. En tu morada ya no se vive nada: del pasado no se aprende, el presente es una angustia y el futuro una adivinación con probabilidades altamente negativas. Nos tienes amarrados con hilos de frágil confección, pero el miedo a dejarte es tu mejor coartada.
El miedo. Sin miedo no seríamos valientes. Sin miedo no valoraríamos un abrazo de un ser querido, un buen café "con leche", una propiedad ganada con mucho sudor. Pero no es justo vivir en miedo. Aquí sudamos trabajo, sudamos paciencia, sudamos esperanza, pero también se suda sangre. Estamos perdidos en tus tinieblas, pero al final de día conocemos tus rincones y tapándonos los ojos nos acomodamos en tus recónditas zonas de comfort.
Que lo mío es tuyo, lo nuestro es de ellos, lo tuyo es de todos y al final lo que tenemos no es nada. Nuestra moneda existe en libros de historia y se disuelve en nuestros bolsillos. Los próceres soñaron con una patria grande y lo que vemos es grandes emigraciones a otras patrias. Los padres desayunan esperanza, almuerzan añoranzas y cenan despedidas. Tanto trabajo para formar hogares y ahora las familias se dividen en kilómetros, en culturas, en idiomas y en sueños. El país más conocido por tender la mano, ahora empuja, empuja fuerte de sus fronteras a los jóvenes con el único deseo de hacer cumplir su primer derecho humano.
¿Cuando dejaste de querernos? o quizá, ¿cuando dejaron de quererte a ti? Te roban, te pisan, te exaltan y te aplauden. Afuera eres una diva, adentro eres una prostituta. Tu gente no grita, no reclama, no estalla. La pasividad ha sido tu peor condena. Tu riqueza es tu perdición.
No es justicia para una sola vida, corta y veloz, vivir entre tus brazos golpeados e inseguros. Nos diste la vida, nos formaste y estaremos siempre agradecidos. Pero mientras permitas que saboteen tu futuro, en tu morada ya no se puede habitar. Me dueles profundo, me dueles en serio, me dueles en lágrimas. Le tengo miedo a despedirte, a tu clima, a tus paisajes, a mi gente bonita, pero mi mayor temor es que la muerte me despida primero. No quiero más odio, no me merezco más odio.
Respétate Venezuela, es la única manera de que tus hijos regresen a tus lazos de amor...
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